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El socialismo francés vive un terremoto al pactar con Mélenchon que no respetará “ciertas reglas” de la UE

El socialismo francés vive un terremoto al pactar con Mélenchon que no respetará “ciertas reglas” de la UE

El Partido Socialista francés (PS) está dispuesto a “no respetar ciertas reglas” de la Unión Europea, según el programa conjunto acordado el miércoles con La Francia Insumisa (LFI), el partido euroescéptico de Jean-Luc Mélenchon. El acuerdo para las elecciones legislativas de junio supone un terremoto para un partido europeísta como el PS, ya muy debilitado tras el hundimiento en las presidenciales de abril.

Si Mélenchon consiguiera la mayoría en las legislativas de junio, convirtiéndose en primer ministro con este programa y con el apoyo socialista, Francia se sumaría a la nómina de países que, como Hungría y Polonia, están poniendo en tensión el proyecto común europeo.

El acuerdo elude las diferencias sobre la OTAN: los socialistas son atlantistas, los insumisos quiere salirse. Y es lógico: aun en caso de un Gobierno encabezado por Mélenchon, la política internacional sería “terreno reservado” para el presidente, Emmanuel Macron, que es atlantista y europeísta.

Las diferencias, abismales hasta ahora, entre la política europea del PS y la de LFI, eran el principal escollo para el acuerdo, al que también se han sumado ecologistas y comunistas y que el jueves se someterá al voto del Consejo Nacional de los socialistas. Todo el debate se centraba en la palabra “desobediencia”, fundamental en el vocabulario de Mélenchon cuando se refiere a la UE.

En su programa para las presidenciales, Mélenchon planteaba un plan A y un plan B. El plan A: “Propondremos a los Estados y a los pueblos europeos la ruptura concertada con los tratados actuales”. El plan B entra en juego si los socios de la UE no aceptan esa ruptura: “Aplicaremos en todos los casos inmediatamente nuestro programa a nivel nacional, asumiendo la confrontación con las instituciones europeas (…). Desobedeceremos, cada vez que sea necesario, las reglas que representen un bloqueo”.

Los ecologistas y los comunistas, que cerraron sendos acuerdos con LFI a principios de la semana, aceptaron incluir la palabra “desobediencia” en el comunicado común. Los socialistas plantearon más problemas.

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Es cierto que siempre ha habido una corriente soberanista en el Partido Socialista, que, por ejemplo, mantuvo un intenso debate interno durante el referéndum sobre el tratado constitucional de la UE en 2005. Pero también es el partido de François Mitterrand, impulsor con el canciller Helmut Kohl de la reconciliación franco-alemana y del mercado común. Y es el partido de Jacques Delors, patriarca de la Europa unida. La decisión de participar en un proyecto conjunto bajo la tutela de un dirigente euroescéptico como Mélenchon —y no en una posición hegemónica como en acuerdos precedentes, sino subordinada— no era menor.

La solución es una alambicada formulación que evita a los socialistas asumir el término “desobediencia”, pero que acaba diciendo algo similar. “Por nuestras historias”, se lee en el comunicado, “unos hablamos de desobedecer, otros de derogar de manera transitoria, pero apuntamos al mismo objetivo: ser capaces de aplicar plenamente el programa compartido de gobierno y respetar así el mandato que nos habrán dado los franceses”.

“Nuestro programa conducirá necesariamente a tensiones”

Socialistas e insumisos continúan: “La puesta en marcha de nuestro programa compartido conducirá necesariamente a tensiones, a constatar contradicciones. Hará falta superar estos bloqueos y estar dispuestos a no respetar ciertas reglas mientras trabajemos para transformarlas”.

El documento se refiere, en concreto, a las reglas “económicas, sociales y presupuestarias”. Y cita el pacto de estabilidad y de crecimiento, que ya está en proceso de renegociación en la UE. También el derecho de competencia. Y lo que denomina “las orientaciones productivistas y neoliberales de la política agraria común”. Francia es el primer beneficiario en la UE de la Política Agraria Común (PAC).

El acuerdo entre socialistas y mélenchonistas insiste en que no es excepcional “desobedecer”, “derogar transitoriamente” o “no respetar” las reglas comunes. “No seremos ni los primeros ni los últimos en hacerlo, ni en Francia ni en Europa”, dice el texto. Cita, entre otros países, a “España con el precio de la energía”, un caso en el que las derogaciones se han negociado y pactado laboriosamente con Bruselas. Y añade: “Lo haremos en el respeto del Estado de derecho y combatiendo firmemente los ataques contra las libertades fundamentales de los Gobiernos de extrema derecha húngaro y polaco”.

Los firmantes quieren marcar distancias con países como Polonia o Hungría, que tienen encontronazos continuos con Bruselas y los socios de la UE por considerar que el derecho nacional prevalece sobre el comunitario. Este era, también, un argumento de Marine Le Pen, candidata de extrema derecha en las presidenciales de abril, para prometer no la salida directa de la UE, sino una reforma desde dentro que acabase convirtiendo el club en lo que llamaba una alianza de naciones europeas.

Un Frexit —salida de Francia de la UE— no inmediato, sino a medio plazo podría ser una consecuencia futura de aplicarse al pie de la letra el programa presidencial de Mélenchon (y el de Le Pen). El acuerdo disipa esta posibilidad.

“El Gobierno que formaremos no podrá tener como política la salida de la Unión, ni su desagregación, ni el fin de la moneda única”, afirman los partidos. “Nuestro objetivo será arrastrar a otros Estados con nosotros, con el fin de contribuir como gobierno a reorientar las políticas europeas y a modificar de manera duradera las reglas y los tratados europeos incompatibles con nuestra ambición social y ecológica legitimada por el pueblo”.

Hay un argumento soberanista detrás del acuerdo: la idea de que la voluntad popular de los franceses, expresada en las urnas, no puede ser anulada por las leyes de la UE. Y hay otro argumento que podría calificarse de progresista: algunas reglas europeas, “y no menores, no están adaptadas a los imperativos de la urgencia económica y social”. Toda la cuestión es cómo se cambian las reglas: si de forma unilateral —desobedeciéndolas, o ignorándolas— o por la negociación: el viejo y eficaz método europeo de toda la vida.

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