El sueño de recuperar la gran laguna desecada de Cádiz


Sorteo de las Hazas de suerte en Vejer de la Frontera.

El sorteo se celebra cada año bisiesto y este 2016 no será una excepción. “Es la forma más igualitaria y equitativa de repartir unos bienes comunales. Es única, no he encontrado nada igual hasta ahora”, confiesa el historiador vejeriego Juan Jesús Cantillo. Tanto es así, que desde hace dos años es el encargado de coordinar el expediente de la candidatura de las Hazas ante la Unesco para convertirse en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Además, Cantillo ya está ultimando el documento para la protección del sorteo como Bien de Interés Cultural, la máxima consideración española. Con ambas catalogaciones, tanto Cantillo como el Ayuntamiento buscan “proteger una tradición” en la que se entrelaza lo cultural, lo social, lo económico y lo identitario.

De hecho, para cuando Emiliano Zapata, a principios del siglo XX, pronunció su famoso grito “la tierra es para quien la trabaja”, en Vejer ya llevaban siglos poniendo la consigna en práctica. Concretamente, las Hazas de Suerte comenzaron en 1288, al calor de la reconquista cristiana. “Al estar Vejer en una zona tan expuesta a los peligros de una frontera, el rey Sancho IV se vio en la necesidad de incentivar la llegada de nuevos pobladores concediéndoles, además de privilegios fiscales, una serie de lotes de tierras de labranza, las hazas, sin necesidad de responder ante señor alguno. Nacen como propiedad del común de los vecinos”, reconoce Cantillo. “Es de suponer que de Granada hasta Cádiz, el rey otorgara este privilegio a otras localidades fronterizas, sin embargo en las otras zonas se perdieron porque los nobles se hicieron con las tierras”, añade el doctor en Historia.

El héroe vejeriego

Es más, Vejer no fue una excepción en estas pretensiones de la nobleza. Pasaron solo 140 años desde que el rey Fernando IV donó a la Casa de Medina Sidonia el señorío de la villa hasta que un duque entendió que esa cesión también le daba derecho sobre estas tierras comunales. “La enajenación no sentó nada bien en el pueblo, fue el vejeriego Juan Relinque el que se encargó de demostrar este sentir”, sentencia Cantillo. Tanto es así que, en pleno siglo XVI, el pueblo vio como su Zapata particular no dudó en conseguir una Provisión Real con la que demandó al duque de Medina Sidonia ante la Audiencia de la Real Chancillería de Granada. Relinque murió durante el pleito, “pero los vecinos, imbuidos en el espíritu de libertad y justicia no cejaron en su empeño”, continúa Cantillo en su loa al que hoy es un héroe popular en Vejer.

El 8 de febrero de 1566 la Audiencia condenó al duque y le dio la razón a los vejeriegos. Como explica el historiador, “para ese entonces, el pueblo había crecido tanto que ya había más vecinos que hazas (en ese entonces eran 356) así que se decide crear un sorteo para su reparto, primero cada tres años y, desde 1850, cada cuatro”. Este 2016, se cumplirán 450 años de esa primera rifa y desde la Junta de Hazas (organismo colegiado que se encarga de su gestión) han intentado que el sorteo mantenga la tradición a la vez que evoluciona con los tiempos.

Hoy el agraciado con una haza consigue el derecho a percibir la renta de esa tierra tocada con la suerte, como explica Manuel Domínguez, secretario de la Junta de Hazas. “El dinero se cobra cada mes de octubre durante los siguiente cuatro años y el importe va de los 750 euros a los 1.300 euros, depende de la extensión de fanegas que tenga”, apunta Domínguez. Las hazas reparten entre los vecinos, durante esas cuatro anualidades, un total de 928.000 euros. El importe, nada desdeñable, despierta el interés de las entidades bancarias que ofrecen la posibilidad de adelantar el cobro de los cuatro años en una sola vez, a cambio de una comisión.

Entre asentados y agraciados

Son 150 pequeños agricultores, llamados asentados, los que, a cambio de pagar estas rentas, explotan un total de 3.489,80 hectáreas, repartidas en 13 partidos salpicados por todo el término municipal de Vejer. Desde lo alto de la azotea de la Casa de la Cultura del pueblo se aprecian algunas de ellas, desperdigadas entre valles y colinas en forma de estrechos y largos rectángulos, divididas así para que cada haza contenga “tierras buenas y malas”. “Su distribución, además, ha frenado la presencia de grandes latifundios en pocas manos. Vejer es un pueblo de pequeños agricultores y ganaderos”, reconoce Cantillo.

Juan Antonio Durán, de 51 años, es uno de los que explotan estas tierras. Como pequeño agricultor, forma parte del padrón de asentados; como vejeriego, del de los vecinos con derecho al Sorteo de las Hazas de Suerte. En el primero, ganar el sorteo da derecho vitalicio sobre cada haza que toque, siempre y cuando se sea vecino de Vejer y, al menos, la mitad de los ingresos procedan de esas tierras comunales. Durán explota dos, el máximo permitido: “Son 45 fanegas de secano en las que siembro cereal, trigo, girasol o pastos para el ganado”. Reconoce que “arrendar tierras por fuera sería más costoso, aún así sobrevivir a base de esto sería imposible si no fuera por las ayudas”.

Para poder ganar las rentas de una haza hay que inscribirse como unidad familiar en el padrón del sorteo, el mismo que desde hace semanas se expone en la calle Plazuela, esquina con Juan Relinque. El documento se va actualizando con las altas y bajas de vecinos, pero no se renueva hasta que no han sido agraciados todos los que lo componen. Para esta rifa, en el actual padrón (realizado en 1996) se la jugarán 1.747 unidades familiares que engloban a 5.412 vejeriegos. Los diez más mayores inscritos tienen garantizada la asignación directa. “Se estima que hasta dentro de 16 o 20 años no se hará un nuevo padrón, eso hace que la gente se incorpore a él con 56 años o más”, reconoce Cantillo.

En el listado, cuando fallecen los cabezas de familia, aparecen los hijos referenciados como “menores de”. Igualmente, los mayores de edad con casa propia, pero sin casar, se inscriben al padrón como “mocitos de casa abierta”. Frente a estas tradiciones, “se ha buscado que el Sorteo no se quede fosilizado, que sea vivo”. Desde hace años, equipara a hombres y mujeres como cabezas de familia e incorpora las realidades familiares actuales “para que esté en consonancia con los derechos civiles que disfrutamos hoy”, como matiza Cantillo.

Una de las mayores pretensiones del historiador es ser capaz de condensar en el expediente para la Unesco “el sentimiento de colectividad del vejeriego, la emoción que se siente el día del sorteo, los nervios cuando toca o como se inculca a los niños el respeto a esta tradición”. Valores que el próximo jueves, desde las diez de la mañana, quedarán patentes. Como cada cuatro años, el teatro municipal promete lleno absoluto. En vivo o a través de la megafonía instalada en todo el pueblo, los vejeriegos escucharán la famosa frase: “La Haza primera, caballería primera de Bujar tocó a…”. Con el nombre del agraciado, llegará el estallido de alegría en las casas afortunadas. Luego vendrán los planes para ‘colocar’ el dinero. Como en las décadas de los 60 y 70, cuando no hubo vejeriega que no echara el dinero en comprarse una moderna lavadora. “Como le toca a gente mayor, suelen ser premios repartidos que van a tapar agujeros, pagar estudios o regalos para hijos y nietos”, explica Domínguez.

En una mañana cualquiera en estos días previos al sorteo, en el popular bar Peneque ubicado en la plaza de España, tan solo hay que mencionar las Hazas para que en la barra se cree tertulia. “Yo todavía no estoy en el padrón porque no estaba casado cuando se hizo. A mi padre le tocó hace cuatro años, hizo una cartilla y guardó todo el dinero ahí para mi hija”, explica un tertuliano. Catavino en mano, un vecino replica: “¿Te acuerdas de Antonio al que le tocó dos veces? ¡Qué suerte tuvo el tío! A ver cuando entro yo en el padrón, tengo unas ganas…”. Cantillo, acostumbrado a estas escenas, sonríe: “¿Ves lo que te digo? La gente habla de las hazas como ‘nuestras’. Aquí diferenciamos perfectamente entre lo público, lo privado y lo comunal”.

Las hazas de Barbate

En 1938, Barbate consiguió la independencia de Vejer de la Frontera. En el acuerdo, las Hazas también tuvieron su protagonismo. La localidad costera se quedó 124 hazas, algunas en término municipal de Vejer. Algo más de la mitad de ellas, fueron expropiadas en 1982 después para crear un campo de adiestramiento militar, el Retín. Ahora, la intención es que Barbate se incorpore también al expediente vejeriego ante la Unesco para conseguir su declaración como Patrimonio de la Humanidad.


Source link