MONTEVIDEO, Uruguay — En medio del océano Atlántico, con su hija al lado y cada uno con su tabla de surf, Luis Lacalle Pou sintió una enorme felicidad. Más cerca de la orilla, su esposa compartía el momento con una tabla más pequeña. Fue en enero, en el balneario de La Paloma, en el último respiro antes de lanzarse a la campaña presidencial de Uruguay. Lacalle ama el surf, pero desde entonces casi no ha tenido tiempo de volver al mar porque se ha sumergido en una lucha electoral que planificó meticulosamente, paso a paso, desde que perdió la anterior elección hace cinco años.
Lacalle Pou, de 47 años, es el candidato presidencial del opositor Partido Nacional y el principal adversario de la coalición de izquierda Frente Amplio que ha ganado las últimas tres elecciones, lleva 15 años en el gobierno y va por su cuarto triunfo consecutivo.
Legislador en los últimos cuatro periodos, tres veces diputado y una senador, Lacalle Pou viene de una de las familias más tradicionales de la política uruguaya. Es hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera, quien gobernó entre 1990 y 1995, y es bisnieto de Luis Alberto de Herrera, uno de los máximos próceres del Partido Nacional, integrante del Consejo Nacional de Gobierno entre 1955 y 1959, el Poder Ejecutivo colegiado que existía entonces. Su madre, Julia Pou, fue senadora.
El politólogo Daniel Chasquetti cree, sin embargo, que Lacalle Pou llegó a su posición actual por méritos propios y no por impulso de sus padres.
“Su liderazgo no lo heredó sino que lo construyó solo. No lo logró a partir de su padre, sino a pesar de él”, dijo Chasquetti, que recordó que Lacalle padre no facilitó la llegada de su hijo al Parlamento, negándole la posibilidad de ser candidato al Senado en 2009. Lacalle hijo se abrió camino por sí solo, postulándose para ganar una banca de diputado en el departamento de Canelones, vecino a Montevideo.
Lacalle Pou ya fue el candidato presidencial de su partido en las elecciones nacionales de 2014, cuando fue derrotado en una segunda vuelta por el actual presidente Tabaré Vázquez. En esa elección, debió conformarse con obtener una banca en el Senado.
En los cinco años que pasaron desde aquella frustración, el líder del Partido Nacional trabajó metódicamente en busca de su revancha.
“Es muy organizado y planificador. No le gusta la improvisación”, dijo a The Associated Press el doctor en filosofía Pablo da Silveira, coordinador de los equipos técnicos de la campaña del Partido Nacional.
En su despacho de senador, cargo al que renunció para dedicarse a la campaña, Lacalle Pou tenía grandes hojas de papel cuadriculadas, con la planificación de su accionar político previsto día a día, durante semanas, meses y años. Dice haber soñado mil veces con su asunción presidencial.
Chasquetti sostiene que Lacalle Pou ya no es el que perdió en 2014. “Es un político que sabe aprender de sus errores, que se corrige. Avanzó mucho en estos cinco años y hoy es el líder de una coalición que se plantea ganar el gobierno”.
Su perfil político también cambió desde la elección pasada, dijo el politólogo. “Se ha ido corriendo y hoy no dudo en calificarlo como un político de centro, al punto que el Partido Nacional ha perdido votantes de derecha que ya no se sienten representados”.
En la actual campaña electoral, Lacalle Pou recorre el país esgrimiendo su programa de gobierno pero también el de otros cuatro partidos, que van de la derecha a la centro izquierda, que él aspira a sumar en su gobierno para lograr tener mayoría parlamentaria. María Eugenia Genche, una jubilada de 75 años, ya está decidida a votar por él: “Lo apoyo porque es joven, con educación y demuestra muchas ganas de hacer las cosas bien”.
Otros votantes le achacan a Lacalle sostener posturas liberales en lo económico que hacen peligrar las mejoras que los trabajadores han obtenido en los últimos años. Camilo Romero, un docente de 41 años, descarta votarlo: “Lacalle está muy preparado, pero a mi modo de ver representa unos intereses y una postura económica que afectará directamente a los más débiles en el corto o mediano plazo”.
El discurso de Lacalle Pou se basa en ponerle freno a una ola de delitos que ha provocado un récord de 414 homicidios en 2018 (habían sido 284 en 2017 y ya venían en franco ascenso), ordenar las finanzas públicas que hoy tienen un déficit fiscal del 4,9%, recortar gastos superfluos, bajar las tarifas, combatir la corrupción y redimensionar los planes de asistencia social del gobierno de izquierda, al cual acusa de practicar un asistencialismo clientelista. Ha dicho que en el primer día de trabajo convocará a todos los jefes de policía de todos los departamentos en que se divide Uruguay para darles instrucciones claras y precisas para combatir el delito.
“Quiero ser un presidente justo, activo, transformador. Quiero entregar el mando habiendo logrado una sociedad más próspera, integrada y pacífica”, dijo Lacalle Pou a la AP.
En cuanto a su personalidad, Lacalle Pou vuelve al mar y al surf. Dice que ese deporte deja enseñanzas para la vida. “El surf enseña la armonía con el entorno. Enseña a dimensionar la energía de la naturaleza. Y a integrarte con el todo que es el planeta”.
Las elecciones presidenciales y legislativas se celebrarán el 27 de octubre. Los favoritos son el candidato oficialista Daniel Martínez y Lacalle Pou.
Según todas las encuestas, Martínez encabeza las preferencias con un porcentaje que oscila entre el 30% y el 41%. Lacalle Pou ocupa el segundo lugar con una intención de voto de entre 23% y 28%.
En tercer lugar marcha el candidato del Partido Colorado, Ernesto Talvi, también de centro, con una intención de voto de entre 12% y 18%.
Los analistas descartan una segunda vuelta en noviembre, ya que ningún candidato lograría obtener el 50% más uno de los votos.
Las últimas dos elecciones se definieron en un ballotage entre el Frente Amplio y el Partido Nacional, con victoria de la coalición de izquierda en los tres casos.
Sin embargo, sonados casos de corrupción que obligaron a renunciar al vicepresidente Raúl Sendic, una economía estancada y un récord histórico de homicidios y delitos violentos hacen que muchos analistas vaticinen una elección reñida