Un chico que sonríe ante un globo rojo caído del bolsillo de una voluntaria —”Hace tanto que no veía uno”—; un hombre con una dura condena a sus espaldas agobiado al tener que sacar un billete en una estación de metro, en una de sus salidas de fin de semana; la angustia de una madre a la que le separan de su hijo al cumplir tres años; o una emigrante venezolana que miente a su familia haciéndoles pensar que trabaja en un restaurante. Son todos casos reales de personas que cumplen o ya han cumplido condenas de prisión. Basada en experiencias personales, la autora y directora Carolina África, voluntaria desde 2016 en el centro penitenciario de Valdemoro, en Madrid, echa abajo los muros de la cárcel para entrar en las vidas de hombres y mujeres encerrados entre muros con la función El cuaderno de Pitágoras.
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La obra, escrita por la propia Carolina África (Madrid, 41 años) a lo largo de sus años como voluntaria docente y que cuenta con el consentimiento de todos los que aparecen retratados, con nombres falsos, es un sobrecogedor viaje, en clave de comedia dramática, lleno de ternura y dolor, que rompe prejuicios, cuestiona los estigmas en torno al mundo carcelario y plantea una profunda reflexión sobre la reinserción, la culpa y las circunstancias vitales de cada uno de ellos. “Es un colectivo abandonado, más triste que peligroso, sin una estructura sólida que de verdad lo oriente a una reinserción real”, asegura la directora ante el estreno de su obra el próximo martes en el Teatro Valle Inclán, de Madrid, del Centro Dramático Nacional, después de vicisitudes en los ensayos, algunos de ellos vía internet, y retrasos a causa de la pandemia. Con un reparto encabezado por Nuria Mencía y Manolo Caro, los nueve actores de El cuaderno de Pitágoras dan vida a más de treinta personajes en un escenario polivalente que representa no solo el interior de una prisión, sino un vivero al aire libre, una estación de metro, la vivienda en un barrio popular o el mar en una idílica playa.
Dicen que en la cárcel hay dos días que no se olvidan, el día que entras y el que sales. Carolina África tiene muy presente esta reflexión. A la fundadora de la compañía La Belloch Teatro todavía le resuena la tarde en la que acudió a la prisión madrileña de Valdemoro, invitada, a través del Proyecto LOVA (La Ópera como Vehículo de Aprendizaje), a dar una charla sobre dramaturgia a un grupo de reclusos que iban a montar una función de teatro. De eso hace ya casi seis años y desde entonces se ha convertido en una voluntaria fija en los talleres que se imparten anualmente. “Entré en la cárcel con muchísimos prejuicios. Me encontré a gente ruda y curtida, muy castigada, con unas carencias afectivas muy grandes. Me resquebrajó la cabeza por completo. En esas dos horas experimenté una libertad muy rara, sin estar pendiente ni esclava de muchas cosas. Me di cuenta desde el principio de que las cosas que nos unen a esa población reclusa privada de libertad son muchas más que las que nos separan. He disfrutado mucho, pero también he salido a veces con el alma rota. Mi intención es abrir una ventana al interior de esas cárceles y entrar en los corazones de las personas que están en prisión. Quiero invitar al público a mirar a las personas y no a los delincuentes” explica África.
En ‘El cuaderno de Pitágoras’, un grupo de reclusos participa en la elaboración de una obra teatral.Luz Soria
El cuaderno de Pitágoras, que toma el título de una confusión real de un preso que le puso este nombre en lugar de Cuaderno de bitácora, se articula en torno a dos historias que corren paralelas: la de un grupo de reclusos que participan en la elaboración de una obra teatral y la de la pareja formada por Paqui y Miguel Furia, junto a su hijo nacido en prisión. Entre medias, se va colando la vida de otros y otras presas, para arañar en la cotidianeidad del día a día de las madres y niños en prisión, de los emigrantes, de las dificultades para la reinserción, pero también del trabajo de los voluntarios, de la amistad, de las fantasías y de ese mar soñado. “Mi intención ha sido la de reflejar las historias humanas que hay detrás de un sistema penal, que arrastra unas carencias emocionales muy grandes”, añade Carolina África, que ha puesto especial interés en la población de las reclusas y la discriminación que sufren. “El 93% de los presos son hombres, el sistema penitenciario está pensado para ellos y las mujeres son un colectivo absolutamente olvidado. Son las madres, esposas y hermanas las que sostienen y cuidan de los hombres en prisión, mientras que cuando una mujer entra, lo normal es que su familia se desmorone y ellas pasen en soledad esos años”, denuncia la directora.
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SuscríbeteUn estreno especial en Valdemoro
El pasado 18 de diciembre fue un día especial para el elenco y el grupo creativo de El cuaderno de Pitágoras. Con un patio de butacas repleto de familiares, ellos fueron invitados especiales al estreno de la única representación de la obra, Esperanzas conectadas, en la que un grupo de reclusos de Valdemoro había trabajado a lo largo del año. Dos de los actores, Nuria Mencía, en el papel de Paqui, y Manolo Caro, en el de Miguel Furia, nombres supuestos de una pareja real que ya está fuera de prisión, ponen voz a la de todos sus compañeros de elenco, cuando aseguran que lo que allí encontraron ese día fueron muchas personas como nosotros, a las que la vida les ha dado la espalda. “Sentimos un gran pudor y responsabilidad a la hora de representarles. Espero que gracias a los ojos de todos nosotros sepamos reflejar y contar lo que hemos visto allí dentro. En la cárcel podemos estar todos y todas. Son tan diferentes a nosotros y, a la vez, tan parecidos”, explican casi al unísono. Un grupo de internos de Valdemoro no podrá asistir, tal y como estaba previsto, al estreno de la función en el Centro Dramático Nacional por culpa de la pandemia, aunque todos confían en que lo podrán hacer en algún momento. “Los espero con ansia, porque los necesito en este espectáculo, para que se vea reflejados con honestidad y sin juicios”, apunta la directora Carolina África.