El oro de los escitas, un tesoro formado por cerca de un millar de piezas que muestran la historia de la península de Crimea, debe ser devuelto a Ucrania. Así lo ha decidido este martes el Tribunal de Apelación de Ámsterdam en una disputa internacional donde se ha mezclado la propiedad del patrimonio cultural con la política. Expuesto en 2014 en Países Bajos, el arte en litigio procede de un museo de Kiev y de otros cuatro de la propia Crimea. Cuando iba a ser devuelto, se produjo la anexión de la península por parte de Rusia, una operación contraria al derecho internacional y criticada por Naciones Unidas y la UE. En 2016, los jueces holandeses fallaron a favor de Ucrania por ser “el Estado soberano que autorizó la salida de los objetos”. Los responsables de los museos de Crimea apelaron, Ucrania reclamó todo el conjunto artístico y el Gobierno ruso advirtió de su disposición a no prestar obras a centros de arte holandeses si Crimea perdía este caso. Cabe ahora recurrir al Tribunal Supremo.
En 2016, y en primera instancia, los jueces holandeses se acogieron a la Convención de la Unesco de 1970 —contra el tráfico ilícito de bienes culturales internacionales— para ordenar que las obras fueran devueltas a Ucrania. Una vez allí, la justicia del país decidiría sobre la propiedad. El fallo de apelación indica que si bien una parte de los objetos procede de Crimea, “forman parte del patrimonio cultural de Ucrania, que existe como Estado independiente desde 1991″. Por ello, sigue la sentencia, “la preservación de estas piezas debe abordarse en nombre del interés público del Estado ucranio”. En 1995, Ucrania aprobó la Ley de los Museos para evitar que obras como estas pudieran “caer fuera del área de influencia estatal, un peligro que ahora existe”. La corte holandesa subraya que el tesoro en cuestión será transferido al Museo Histórico Estatal de Kiev, “a la espera de que se estabilice la situación en Crimea; es una medida temporal”.
El conjunto llevaba casi tres años en un depósito en 2016 a la espera del traslado, y no salió de Ámsterdam porque la sentencia podía recurrirse. La apelación llegó en 2017 por parte de los representantes de los museos de Crimea: Museo Central de la Taúrida (Simferópol), los Museos de Historia y Arqueología de Kerch y de Bachjisarái, y el Museo Nacional de Chersonesos (Sebastopol). Adujeron que eran neutrales y el tesoro forma parte de su pasado cultural. Asimismo, alegaron que la República Autónoma de Crimea —posición que ostentaba dentro de Ucrania hasta su incorporación en 2014 a la Federación Rusa— debe ser considerada la dueña de las obras cedidas por sus cuatro museos. “Crimea tiene el derecho de administrar su legado histórico según la Constitución ucrania”, fue el argumento de sus abogados. En 2019, los jueces de apelación estimaron que la Convención de la Unesco no podía aplicarse porque las obras habían sido prestadas legalmente. Dictaron un auto judicial sobre el particular —que resuelve una causa incidental, pero no el núcleo del litigio— y pidieron más información a todas las partes. Hasta ahora, que su decisión es favorable a Ucrania.
La exposición
La exposición de 2014 se titulaba Crimea: oro y secretos del mar Negro y fue presentada en el museo arqueológico Allard Pierson, de la universidad de Ámsterdam. Había pasado en 2013 por Alemania y reunía el oro de Escitia, una antigua región euroasiática que abarcaba el sur de Rusia y Ucrania, el norte del Cáucaso y el Bajo Danubio. Un rico cruce de caminos con huellas de la Ruta de la Seda. Entre los objetos a la vista había collares y anillos, cajas de laca y figuritas de cristal de roca, armas y cascos guerreros. Al cierre de la muestra en Países Bajos, en agosto de 2014, fueron devueltas al Museo Nacional de Historia de Ucrania 19 piezas cuya propiedad no se discutía. Los objetos llegados de los cuatro museos de Crimea se quedaron en Ámsterdam. Empezó entonces un tira y afloja legal entre Ucrania y Crimea que ilustra el papel de los Estados en la cesión de obras de arte. En 2015, Rusia aprobó una ley que incluye las colecciones de los museos de Crimea en su registro nacional.
Los griegos llamaban Cimeria al territorio peninsular colonizado desde el siglo VII antes de Cristo y luego romanizado. Los escitas eran nómadas que vivieron en la costa del mar Negro y en Crimea, llegando hasta la estepa rusa. El museo Allard Pierson indicaba en la documentación de la muestra que los griegos establecieron colonias en la costa septentrional del mar Negro. Allí conocieron e hicieron intercambio comercial con los escitas. Estos últimos eran indoeuropeos desde el punto de vista étnico y estaban emparentados con otros pueblos nómadas de Asia. Los objetos expuestos en Ámsterdam en 2014 revelan también “el paso por la península de sármatas, alanos, godos, venecianos, genoveses y tribus del centro y norte de Eurasia”, seguía el centro holandés. Y concluía: “Crimea y el mar Negro fueron y siguen siendo una encrucijada entre Europa y Asia”.
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