Hace 66 millones de años la Tierra sufrió dos grandes fenómenos casi a la vez (para la escala temporal geológica). De un lado, en lo que hoy es India se produjo una megaerupción volcánica que arrojó unos 500.000 kilómetros cúbicos de lava. Del otro, un asteroide de unos 10 kilómetros de diámetro impactó frente a las costas del Yucatán mexicano. Lo siguiente fue la extinción del 70% de las especies, entre ellas todos los dinosaurios no alados. Los científicos llevan años discutiendo cuál de los dos eventos provocó la gran mortandad. Ahora, una reconstrucción del clima de entonces podría ser la confirmación definitiva de la teoría del impacto, al anticipar en cientos de miles de años lo peor de la erupción.
“Hemos reconstruido la temperatura global de aquel tiempo de la forma más detallada hasta ahora”, dice la paleontóloga de la Universidad de Zaragoza Laia Alegret, coautora del estudio en el que ha intervenido una treintena de científicos. Usando varios indicadores, desde la variación de diversos elementos químicos hasta moluscos o dientes de peces fosilizados, pasando por microorganismos como los foraminíferos, los investigadores pudieron recrear el clima de finales del periodo Cretácico y principios del Terciario (o Paleógeno), cuando ocurrió la gran extinción que marca el límite entre ambos periodos, lo que los geólogos y paleontólogos llaman el límite K/Pg (límite Cretácico-Paleógeno).
La curva de temperaturas que han obtenido, publicada en la revista Science, muestra que entre 300.000 y 215.000 años antes del final del Cretácico se inició una época especialmente cálida, con un calentamiento global de unos dos grados. Sin embargo, para cuando se produjo la transición K/Pg, el clima se había vuelto a enfriar. Lo siguiente fue modelar distintos escenarios de cómo y cuándo pudo ser la megaerupción en la meseta india del Decán, para determinar su impacto en aquel cambio climático.
Los principales pulsos de lava se produjeron miles de años después del impacto
Aunque la cantidad de materiales basálticos expulsados fue tan enorme como para ocupar una superficie equivalente a la de España, no es la lava la que afectó a la temperatura a una escala tal que impactara sobre el clima y la vida de todo el planeta. Como han demostrado otras erupciones más recientes, aunque mucho menores, como la del Krakatoa, el Tambora o el Pinatubo, son los gases que acompañan a la erupción los que pueden cambiarlo todo. El CO2 en especial, como sucede en la actualidad, provoca efecto invernadero. Pero no siempre su emisión coincide con la de la lava.
La comparación entre las temperaturas realmente producidas con las que deberían de producir los distintos modelos volcánicos muestra que “entre la mitad y el 87% de los gases se emitieron mucho antes del impacto”, apunta Alegret. Es decir, para haber provocado la temperatura observada, la mayor parte de las emisiones se tuvieron que producir en ese periodo anterior a la gran extinción, aunque los principales pulsos de lava se produjeran miles de años después del asteroide.
“La cuestión del cuándo de la desgasificación es importante porque muchos de los argumentos en favor de que [el vulcanismo] del Decán pudo desempeñar un papel en el evento de extinción tienen que ver con la potencial liberación de gases de efecto invernadero”, comenta en un correo el investigador del Centro Alemán para la Investigación en Geociencias GFZ y coautor del estudio Michael Henehan. Y la cantidad de gases liberados, en particular CO2, debió de ser “lo suficientemente grande como para pensar que tal vez bastara para provocar grandes cambios climáticos y causar una gran extinción”, completa.
Las emisiones volcánicas calentaron el planeta dos grados, pero 200.000 años antes del impacto del asteroide
Pero, como dice la principal autora del estudio, la profesora de geología de la Universidad de Yale (EE UU) Pincelli Hull, la mayor parte de las emisiones cesaron “unos 200.000 años antes de la extinción masiva”. De hecho, a pesar del calentamiento generalizado, la ratio de extinciones revelada por el registro fósil apenas cambia. Algunas especies se desplazaron a latitudes más altas durante el calentamiento, pero regresaron antes del impacto. “En resumen, hubo desgasificación pero fue en otro momento y tuvo un efecto relativamente pequeño sobre los seres vivos de ese tiempo. Por el contrario, el impacto coincide precisamente con la extinción masiva de los organismos marinos. Así que descartamos que las erupciones como factores que intervinieron en la extinción”, concluye Hull.
Sin embargo, desde el lado opuesto de la mesa aseguran que el debate aún no está cerrado: “Aunque este trabajo muestra bastantes pruebas que apuntalan la conclusión de los autores de que las traps del Decán pudieron no jugar un papel significativo en la extinción masiva de los organismos marinos del fin del Cretácico, no creo que la causa de aquella gran extinción sea un caso cerrado”, responde en un correo la investigadora de la Universidad de Florida Courtney Sprain, que ha publicado varios trabajos sobre la cronología del vulcanismo de la meseta del Decán. Además de cuestionar algunas inconsistencias del estudio ahora publicado, considera que también se han acumulado suficientes pruebas que apuntarían a que las erupciones sí afectaron a la vida, al menos a la de las especies terrestres.
Sprain además tira de la historia geológica: “En los últimos 500 millones de años ha habido cinco extinciones masivas y cuatro de ellas correlacionan temporalmente con grandes erupciones volcánicas. Y, como último argumento para la discusión, reitera que el inicio del vulcanismo en el Decán coincide también en el tiempo con cambios en el clima y con registros de estrés ecológico en algunas especies terrestres. “Todo esto sirve para sostener que los traps del Decán pudieron haber debilitado los ecosistemas, haciéndolos más susceptibles a los efectos del impacto de un meteorito”, concluye.
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