La política exterior alemana va a sonar con otra melodía bajo la batuta del canciller Olaf Scholz y su ministra de Exteriores, la colíder de Los Verdes Annalena Baerbock, que emprenden una nueva etapa tras los 16 años del enfoque conciliador de Angela Merkel frente a los regímenes autócratas. La partitura seguirá siendo reconocible, pero cambiarán algunas notas con respecto a Rusia y China, las dos grandes potencias rivales del eje transatlántico. Las diferencias, de momento moderadas, han asomado ya en las primeras semanas del recién estrenado tripartito alemán. La retórica sobre el controvertido gasoducto Nord Stream 2 es buen ejemplo de ello. De considerarlo el Ejecutivo alemán como un proyecto empresarial privado en el que no se debe intervenir, se ha pasado ahora a amenazar a Moscú con paralizarlo si este viola la integridad de las fronteras de Ucrania.
Por ahora es Baerbock la que está empleando mayor firmeza en su discurso. Se ha mostrado a favor del boicoteo diplomático a los Juegos Olímpicos de invierno en China que lidera Estados Unidos, mientras el canciller ha tratado de esquivar un pronunciamiento claro. Para ambos, opina Anna Kuchenbecker, directora en Berlín del centro de análisis European Council on Foreign Relations (ECFR), es importante confirmar la continuidad y la fiabilidad de la política exterior alemana. Pero cada uno a su manera. El dirigente socialdemócrata es “sin lugar a dudas un pragmático que ha dejado claro que no habrá un enfoque especial de Alemania respecto a la política de seguridad”. Baerbock, por su parte, “está de acuerdo con Scholz en que el diálogo con Moscú y Pekín es necesario, pero no rehúye las palabras contundentes dirigidas a los autócratas”, añade esta experta en relaciones internacionales.
Escuchar a Scholz en estas dos primeras semanas de Gobierno recuerda mucho a Merkel: muestra el mismo énfasis en el diálogo y en la huida de la confrontación. Pero el acuerdo de Gobierno que firmaron los tres socios, socialdemócratas, verdes y liberales, es mucho más asertivo y da pistas claras de que el nuevo Ejecutivo alemán va a ser menos benevolente con estas dos potencias. El tripartito se ha propuesto llevar a cabo una política exterior basada más en los valores que en los intereses comerciales de Alemania, que fue la prioridad número uno del Ejecutivo anterior, en opinión de Steven Blockmans, director de investigación en el Centre of European Policy Studies (CEPS). Predice que no será fácil: priorizar la defensa de la democracia y de los derechos humanos por delante de las exportaciones exigirá un “complejo ejercicio de equilibrismo”.
Scholz se ha mostrado muy firme en las advertencias a Rusia ante el temor de que ordene una invasión de Ucrania. Moscú “pagará un alto precio”, aseguró el canciller hace unos días, si ataca a la antigua república soviética, a lo largo de cuya frontera se concentran más de 100.000 tropas rusas con armamento pesado. La inviolabilidad de los límites es “incuestionable”, subrayó. Pero al mismo tiempo, recuerda Blockmans, Alemania ha vetado la compra por parte de Ucrania de armamento a través de la OTAN.
En las relaciones con Moscú pesa el evidente interés económico de Alemania de contar con el abundante y relativamente barato gas ruso que le proporcionaría el gasoducto Nord Stream 2. A través de más de 1.200 kilómetros de tuberías por el mar Báltico, Rusia podría enviar directamente a Alemania 55.000 millones de metros cúbicos de gas natural cada año. El proyecto ha sufrido retrasos durante años por la oposición de Estados Unidos y de los socios orientales de la UE a su construcción, que la canciller Merkel siempre defendió como un proyecto privado. Para sus detractores, aumenta la dependencia energética del Kremlin y deja en una situación muy vulnerable a Ucrania.
China, el mayor socio comercial
La relación con China también es delicada. Se trata del mayor socio comercial de Alemania, relevancia que se refleja en las 12 visitas oficiales que hizo Merkel al país, generalmente acompañada de una nutrida delegación de empresas exportadoras. Los anteriores gobiernos consideraban a China un socio estratégico mientras que el nuevo la califica de “rival sistémico”. El acuerdo de coalición menciona explícitamente las violaciones de derechos humanos en Xinjiang, el retroceso democrático en Hong Kong y las amenazas de Pekín a la soberanía de Taiwán, cuestiones en las que los verdes solían criticar a Merkel y que ahora sitúan a Alemania mucho más claramente en sintonía con Estados Unidos.
El tripartito quiere que Bruselas lidere un enfoque común europeo sobre China, una “europeización” de las relaciones bilaterales alemanas que Blockmans considera muy positivo: “Pekín es experto en dividir y debilitar a la UE, y la decidida persecución de Alemania de sus intereses comerciales a menudo le ha ayudado en ese propósito”, asegura el politólogo.
Sin nombrarlos, el tripartito también ha fijado su posición sobre los países de la UE donde no se respeta la independencia judicial ni se combate la corrupción: Polonia y Hungría. El contrato de coalición pide mano dura a Bruselas contra los Estados miembros que violen el Estado de Derecho. Tanto Scholz como Baerbock ya han viajado a Varsovia, su primer destino tras pasar, como manda la tradición, por París y Bruselas en el viaje inaugural. “Ambos caminaron con pies de plomo. Subrayaron la amistad cercana, pero también quisieron ser claros sobre los problemas actuales”, asegura Kuchenbecker.
Los líderes de los dos Estados han manifestado su falta de sintonía con el tripartito alemán, especialmente porque aboga por el “desarrollo de un Estado europeo federal”, en palabras del contrato de Gobierno. Esta semana el viceprimer ministro del Gobierno nacionalista polaco, Jaroslaw Kaczynski, acusó a Alemania de querer transformar la UE en “un IV Reich” federalista.
Quién manda en política exterior
¿Cuánto protagonismo ejercerá Olaf Scholz en la escena internacional? ¿Hará como Merkel, que se ocupaba personalmente de muchos asuntos relevantes de política exterior eclipsando a sus ministros de Exteriores? Está por ver cuánto querrá marcar la agenda el canciller, y también cómo van a conjugar Scholz y Baerbock dos visiones distintas y dos estilos también divergentes de manejarse con los socios extranjeros. Ya se ha producido algún roce que evidencia la pelea interna por el control del relato internacional. Rolf Mützenich, experto en asuntos exteriores del SPD, aseguró en una entrevista que en Alemania la política exterior se controla esencialmente “desde la Cancillería”. Enseguida saltó Omid Nouripour, también experto en el área pero de Los Verdes, que le respondió en sus redes sociales que esa es competencia del Ministerio de Exteriores. Expertos como Kuchenbecker consideran una “clara señal hacia Baerbock” el hecho de que Scholz haya nombrado al diplomático Jens Plötner, un peso pesado, como su asesor de política exterior y de seguridad. “Está por ver cómo se resolverá este conflicto, pero Baerbock sin duda aprovechará para centrarse en la política climática para presentarse como una ministra de exteriores del clima”, afirma la politóloga. Mientras tanto, Plötner empieza a tomar la iniciativa. Según la agencia alemana DPA, representantes de alto rango de Alemania y Rusia planean reunirse a principios de enero para hablar del conflicto de Ucrania. Del lado alemán, será Plötner el encargado de sentarse con el negociador ruso para Ucrania, Dmitri Kosak.
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