La fiesta en las inmediaciones del circo de invierno en París, el lugar elegido por Jean-Luc Mélenchon, el candidato de izquierdas más exitoso en las elecciones del domingo, para seguir los resultados de la primera vuelta, se prolongó más de lo esperado. Nunca antes se había celebrado una derrota —por tercera vez en tres presidenciales, el líder de Francia Insumisa no logró pasar a la segunda vuelta— con tanta alegría. Pero nunca antes, tampoco, había estado tan cerca de clasificarse la izquierda populista (durante unas horas pareció incluso que Mélenchon alcanzaría a la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen) y, sobre todo, nunca antes había dejado tan atrás, prácticamente en la irrelevancia, a los demás partidos progresistas con los que este último quinquenio se ha disputado el liderazgo de la oposición desde la izquierda al presidente Emmanuel Macron.
Debería ser un cálculo sencillo: Mélenchon ha obtenido 21,9% de los votos, frente al 1,7% de la candidata socialista, Anne Hidalgo, el 2,3% del comunista Fabien Roussel y el 4,5% del ecologista Yannick Jadot. Por lo tanto, el líder de Francia Insumisa aparece como la referencia ineludible para reconfigurar el abatido campo de la izquierda francesa, que por segunda vez consecutiva no logra llegar a la final presidencial y que, en el camino, ha dejado los antiguos partidos de referencia, especialmente el socialista, como un campo quemado.
Pero nada es sencillo en una izquierda en la que el único partido que ha ocupado el poder en lo que va de siglo, el socialista, está al borde de la extinción y en la que la otra otrora esperanza, los ecologistas, también han constatado, una vez más, su incapacidad de romper un techo de votos. Ambas formaciones, al no llegar al 5% de los sufragios, ni siquiera podrán recuperar lo gastado en la campaña. Los ecologistas ya han reconocido que esto va a ser un problema, igual que le pasa a los comunistas de Fabien Roussel y, en el campo de la derecha, a Los Republicanos.
Si solo fuera un problema de egos —¿quién debe liderar la izquierda?—, como se ha discutido durante los últimos cinco años en los diversos y frustrados intentos de recomponer la izquierda, la fuerza electoral que ha demostrado el melénchonismo en esta ocasión debería zanjar la cuestión.
Pero las diferencias van más allá de las figuras, sobre todo en vista de que Mélenchon había asegurado que esta era su última campaña y que en la próxima cita presidencial tendría 75 años cumplidos. Candidatos a sucederle hay varios, pero ninguno puede considerarse un delfín designado seguro y ninguno, tampoco, tiene el carisma de este avezado político, durante décadas senador socialista antes de iniciar su propia andadura política más a la izquierda.
Hay también una profunda desconfianza. Varios altos representantes de Francia Insumisa acusaron el domingo a los líderes socialistas, ecologistas y comunistas (el PCF, que en 2017 concurrió con Mélenchon, se desligó en esta ocasión y presentó candidato propio) de no haber querido aceptar el liderazgo de Mélenchon. Pero los otros también reprochan al líder insumiso no haber sido capaz de ceder un paso (ni siquiera participó personalmente en los encuentros de la pasada primavera para intentar buscar una candidatura común) ni de haber hecho reales esfuerzos aglutinadores tras quedar por primera vez como primera fuerza de la izquierda, en 2017. “Mélenchon perdió el tren en 2017. Podría haber sido el Mitterrand de los años 2020. Prefirió descartar a todo el mundo”, citaba el Journal du Dimanche al senador socialista Jean-Marc Todeschini el domingo. Hace cinco años también, el ecologista Jadot, aseguraba también que “Mélenchon tiene el mismo objetivo que Macron, matar todo lo que existe a la izquierda entre ellos”.
Cuestionamiento de la OTAN
Sobre todo hay un problema de fondo, de principios, que parece más difícil de superar, especialmente en materia de política exterior. El cuestionamiento por parte de Francia Insumisa —el partido más próximo al Podemos de España— a la Unión Europea, cuyos tratados quiere revisar, así como de la OTAN, de la que propone salir incluso tras el comienzo de la guerra de Ucrania, son líneas rojas para otras formaciones más moderadas de la izquierda, especialmente unos socialistas y ecologistas que defienden con fuerza el europeísmo. Mientras que Hidalgo y Jadot además llamaron de inmediato a votar por Macron para frenar a Le Pen, Mélenchon repitió hasta tres veces en su discurso que “no hay que dar un solo voto” a la extrema derecha. Pero no pidió el sufragio para el presidente saliente.
En el restaurante parisiense donde el Partido Socialista (PS) escuchó lo que muchos consideran su sentencia de muerte, rápidamente los militantes llamaron a ponerse manos a la obra para reconstruir la izquierda. Primera fase: las legislativas de junio, donde buscarán unir fuerzas para no quedar cinco años más inoperativos ante una aplastante mayoría macronista. Los contactos ya habían empezado, aseguraban varios altos cargos socialistas, con los comunistas y los ecologistas con los que el PS logró importantes resultados en las regionales de 2021, muestra, aseguran, de que la alianza de la izquierda es posible y puede gobernar.
Lo que faltaba en la lista de todos esos responsables era mencionar a Francia Insumisa. Tampoco aparece citado en el comunicado conjunto que el primer secretario del PS, Olivier Faure, y figuras clave en el futuro del socialismo (o como se llame tras la necesaria refundación después de esta última debacle) como Carole Delga o Johanna Rolland emitieron tras la derrota de Hidalgo llamando a una “unión de la izquierda y los ecologistas”.
No todos parecen estar de acuerdo. El antiguo primer secretario del PS, Jean-Christophe Cambadélis, llamó este lunes a sus compañeros de filas a “despertar” y a dejar de pensar en las legislativas como “una revancha contra Francia Insumisa”. La diputada insumisa Clémentine Autin, mientras tanto, recordaba también este lunes los “largos meses durante los cuales los otros candidatos [de izquierda] han pasado mucho tiempo hablando mal de Mélenchon, incluso con mentiras”. La reconciliación sigue pareciendo difícil.
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