El clérigo ultraconservador Ebrahim Raisí, exjefe del Poder Judicial de Irán, ha relevado este jueves en la presidencia de la República Islámica al reformista Hasan Rohaní. En un acto televisado desde el Parlamento de Teherán, el nuevo mandatario se comprometió a “defender los derechos” de su país “frente a las sanciones y presiones” externas, según informa France Presse. Su toma de posesión, tras haber recibido el martes la bendición política del líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, se produce en medio de una creciente tensión con Israel.
El Gobierno israelí ha responsabilizado a Irán del ataque con drones suicidas contra un petrolero registrado hace una semana en el golfo de Omán, en el que murieron dos tripulantes. La acusación ha sido secundada por el Reino Unido, que la llevará este viernes ante el Consejo de Seguridad de la ONU, y por Estados Unidos, que mantiene desplegada a su V Flota en el golfo Pérsico. El martes se produjo también el secuestro temporal de un buque cisterna en la entrada del estrecho de Ormuz a manos de un grupo armado. Irán ha negado toda implicación en ambas acciones.
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Con la llegada al poder de Raisí, de 60 años, los conservadores copan todas las parcelas de poder. El moderado Rohaní no ha cumplido la promesa de reactivar al final de su mandato el acuerdo nuclear con EE UU, del que se descolgó el presidente Donald Trump, y lega esa misión a su sucesor. Raisí fue sancionado por Washington en 2019 por su papel en la llamada “comisión de la muerte”, un comité judicial secreto que condenó a la pena capital a miles de presos políticos a finales de los años ochenta.
La reinstauración del acuerdo nuclear, por el que Irán se comprometió en 2015 con EE UU, Rusia, China, Francia, el Reino Unido y Alemania a someter a control de la ONU su programa nuclear a cambio del levantamiento de las sanciones internacionales, es solo uno de los desafíos que afronta el nuevo presidente. La grave crisis económica derivada del aislamiento comercial y las consecuencias de la pandemia han sembrado el descontento entre gran parte de los 85 millones de iraníes.
Raisí fue elegido en junio con el 62% de los sufragios, con una participación inferior al 50% del censo y un 14% de votos nulos, en un mensaje de desobediencia civil enviado por la disidencia al régimen teocrático. El nuevo presidente ha reiterado ahora su promesa de campaña “de mejorar los medios de vida de la gente”. Para ello precisa que el castigo comercial reimpuesto por EE UU en 2018 sea retirado para poder volver a vender petróleo y recuperar sus depósitos en divisas.
El ayatolá Jamenei es quien dice siempre la última palabra en la República Islámica, y ya se ha mostrado a favor de reactivar el acuerdo nuclear. Pero la llegada de Raisí al poder viene acompañada de un endurecimiento de la postura negociadora de Teherán, tras haberse negado a ampliar las conversaciones del pacto atómico a otras cuestiones, como el recorte del apoyo a las milicias que operan en Siria, Líbano y Yemen, y la reducción del programa de misiles.
La tensión se ha incrementado en la guerra naval no declarada que libran Irán e Israel, precisamente en vísperas de la toma de posesión de Raisí. Los incidentes en torno al golfo Pérsico son vistos en Israel como una deliberada escalada dirigida a persuadir a EE UU de que muestre más flexibilidad en la renegociación del acuerdo nuclear. Washington y Londres parecen decididos a dar una respuesta diplomática conjunta respaldada por la comunidad internacional, pero el Gobierno israelí se declara dispuesto a atacar a Irán por su cuenta para poner fin a los ataques navales.
Torpedear la reedición del pacto de 2015
Israel está sacando partido de la crisis marítima para tratar de torpedear una reedición literal del pacto alcanzado en 2015. Bajo la presidencia del republicano Trump, EE UU giró a su favor y se apartó del acuerdo suscrito por Barack Obama. Con otro demócrata en la Casa Blanca, el Gobierno israelí busca influir sobre la Administración de Joe Biden con el propósito de exigir contrapartidas a Teherán. Además de aplazar al máximo las operaciones de enriquecimiento de uranio e impedir que Irán se dote del arma atómica, Israel exige un estricto control internacional sobre el programa de misiles de medio y largo alcance y la salida de Siria de los Guardianes e la Revolución iraní y las milicias libanesas de Hezbolá, que respaldan al régimen del presidente Bachar el Asad.
La tensión con Irán y sus aliados se ha acercado en las últimas horas hasta las mismas fronteras de Israel. La aviación de combate bombardeó en la madrugada del jueves rampas de lanzamiento en el sur de Líbano, desde donde el miércoles fueron disparados tres cohetes, dos de los cuales cayeron sobre territorio de Israel. El Ejército respondió en un primer momento con tres masivas andanadas de artillería.
El ministro de Defensa, Benny Gantz, atribuyó a una facción palestina de la Yihad Islámica el disparo de los proyectiles. “Pero estas milicias no actúan sin el consentimiento de Hezbolá”, que controla el sur de Líbano, puntualizó el exgeneral Gantz ante la prensa hebrea. “Irán representa un problema regional e internacional. Y puede actuar contra cualquiera”, advirtió al referirse al ataque al petrolero en aguas de Omán. En una sesión informativa con representantes diplomáticos de los 15 países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, Gantz identificó el miércoles al comandante de la Guardia Revolucionaria iraní Said Ara Jani como autor directo del ataque con drones cargados con explosivos contra el petrolero operado por una compañía israelí.