Existe un mundo paralelo en Italia para los no vacunados que comienza en los chats de Telegram y que puede terminar en la UCI de algún hospital. Un universo compuesto por unos seis millones de personas que han decidido no vacunarse pese a las medidas restrictivas que ha impuesto el Gobierno para quien no esté inmunizado. No pueden ir a trabajar, tampoco viajar en transporte público. Ni siquiera comprarse unos calcetines en un centro comercial, cenar en restaurantes o tomar un café en la barra del bar. Son los irreductibles, los activistas convencidos. Y se están organizando en las redes sociales para poder sobrevivir parapetados en una suerte de Matrix ante la última vuelta de tuerca de las restricciones, que llegará a partir del 15 de febrero con la vacunación obligatoria para todos los mayores de 50 años.
“Buenos días, necesito transporte para Flaminia (Roma norte) hasta el centro. Gracias”. “Hola a todos. Yo me desplazo cada día desde el Ponte Galleria a las 7 hasta la Piazza Quadrata”. “Tenemos que ayudarnos si queremos sobrevivir a esta abominable injusticia”. Estos mensajes son algunos de los cientos que se reproducen en canales de Telegram como Esercenti No Greenpass (direcciones de establecimientos donde se puede entrar sin green pass, la tarjeta verde que se consigue al vacunarse, y que reúne a 22.406 usuarios) o MVA-Trasporti Solidali. Este último, como apuntó por primera vez Niccolò Zancan en La Stampa esta semana, recoge todo tipo de iniciativas ciudadanas de activistas para poder viajar a diario sin el certificado que solo se obtiene estando inmunizado. Coches compartidos que funcionan como autobuses de línea entre dos puntos: autostop digital. En lugares como Venecia es más complicado todavía y algunos ciudadanos han convertido sus barcas en transporte privado para gente sin vacunar que no puede usar los clásicos vaporettos de las islas.
Manifestantes en Roma, este sábado.FILIPPO MONTEFORTE (AFP)
El Ejecutivo de Mario Draghi sigue estrechando el cerco. Ya casi no hay espacio para una vida sin vacuna. La medida que entrará en vigor el próximo 15 de febrero impedirá a los mayores de 50 años casi cualquier actividad social y diaria, incluida el trabajo. Pero el Gobierno calcula que hay unos dos millones de personas entre este grupo de afectados que pretende mantenerse firme y que deberá buscar un modo de vida distinto. Bordeando o saltándose la ley. Obviando, a menudo, que han muerto ya 140.000 personas en Italia a causa de la covid-19.
Stefano Puzzer, trabajador portuario de Trieste, es uno de los líderes italianos del movimiento contra el certificado de vacunación obligatorio. La capital de Friuli Venezia Giulia, confín adriático italiano con los países del este de Europa, se convirtió hace unos meses en epicentro de la corriente antivacunas cuando los estibadores del puerto se enfrentaron a la policía al negarse a exhibir el certificado verde para trabajar. Él está ahora pasando la covid encerrado en su casa, pero está suspendido del trabajo desde el 15 de octubre, y cuenta al teléfono: “Vivimos un régimen totalitario. Nos están empujando a un mundo paralelo. Y lo de las redes sociales sirve para unir a las personas. En este momento es importante que no se sientan solas. Estamos creando también curas domiciliarias. Son médicos que se dan cuenta de que este virus puede ser curado con otros protocolos y funcionan. Si se hubieran usado desde el principio… Los encuentras en todos lados, basta organizarse”.
Más allá del transporte compartido, de estos servicios sanitarios pirata que describe Puzzer, o de certificados de vacunación falsos en la web, en la región de Alto Adigio, que linda con el Tirol austriaco, han surgido también escuelas de padres que no quieren que sus hijos lleven mascarilla en las aulas o se sometan a las medidas contra los contagios. La fiscalía de Bolzano investiga esta especie de colegios improvisados en el bosque y gestionados por padres. De momento se han localizado diez.
El 67% de los ingresados no se habían vacunado
Mientras tanto, las UCI de Italia vuelven a llenarse. Pero esta vez la fotografía de los pacientes es muy clara. El 67% de los enfermos ingresados no se habían vacunado. Los inmunizados son el 33%, pero dos de cada tres sufrían patologías graves. El presidente, Mario Draghi, apuntó contra ellos en la última rueda de prensa: “Gran parte del problema de Italia con la covid lo están causando hoy los antivacunas”. Más contundente fue Mario Riccio, responsable de la UCI de Casalmaggiore (Cremona), una de las zonas con más muertos en la primera ola. “Hoy en Italia solo muere de covid quien quiere morir”. Pero hay un grupo de gente que todavía niega esa evidencia.
Davide Tutino es profesor del colegio público Teresa Gullace en Roma. Lleva desde el 31 de enero en huelga de hambre para protestar por las medidas del Ejecutivo. Toma tres tazas de caldo al día y no ha recibido la vacuna, aunque él lo llama “fármaco”. “Si alguien tiene fe en un instrumento, no te obliga a tomarlo. La obligación no es científica”, protesta al teléfono. Él considera que se están violando los derechos fundamentales de los ciudadanos y las convenciones internacionales. También que Italia es ahora un Estado dictatorial. Y está dispuesto a seguir todo el tiempo que haga falta con su lucha. Aunque sea en el universo paralelo a base de tazas de caldo. “Hay que organizarse, desobedecer conjuntamente. En redes sociales, sí. Pero también a través de activistas. Si cojo un autobús y no puedo por esa normativa, hay otras según las cuales el estado de necesidad no pueden condenarme. Para ir a ver a mi madre, para comprar… Hay redes de abogados que nos defienden. Debemos gastar nuestro dinero, claro. Pero estamos en guerra. Y no es contra el virus, es contra nosotros”.
Los contagios siguen creciendo (186.000 el pasado viernes). Y algunos son ahora intencionados. Entre los no vacunados que quieren acceder al green pass también circulan invitaciones a participar en cenas o encuentros con positivos. Fiestas covid, lo llaman algunos. Una práctica que nace de la premisa de que el contagio es menos peligroso que la inyección. Y, una vez superada la infección, se considera que la persona está inmunizada durante algunos meses e Italia entrega el certificado que permite recuperar parte de la vida normal durante medio año. Federico (no quiere dar el apellido), hostelero del centro de Roma, ha sobrevivido sin vacunarse hasta este fin de año, cuando toda su familia contrajo el virus. Ahora, explica en su local, ya tiene el green pass. Un salvoconducto que ahora también sirve para salir del universo paralelo.
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