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El Vaticano desgrana sus números rojos


Un nuevo seísmo ha vuelto a hacer temblar los muros del Vaticano. El jueves por la tarde, en una inesperada audiencia de alto voltaje que duró 20 minutos, el papa Francisco desposeyó de todos sus derechos como cardenal a Angelo Becciu, un influyente prelado que había ejercido importantes papeles en los pontificados de Benedicto XVI y del propio Francisco, quien le entregó la birreta púrpura en 2018. La medida, de una violencia inusual, es una tremenda deshonra e implica, entre otras cosas, su exclusión del cónclave que elegirá al próximo Papa. Becciu fue obligado a dimitir también de su cargo como prefecto de su ministerio, la Congregación para las Causas de los Santos. El Vaticano lo comunicó en dos escuetas líneas sin explicaciones, pero la decisión del Papa se tomó tras conocer detalles de un supuesto uso de fondos destinados a la caridad para sufragar una cooperativa familiar. “No sé si soy objeto de una vendetta, pero soy inocente. Al Papa le han dado información errónea”, ha defendido este viernes ante un grupo de periodistas en una comparecencia.

El Papa acusa al cardenal, de 72 años, de malversar fondos del Vaticano favoreciendo a varios familiares. Según la investigación de la Guardia Di Finanza italiana –no hay ningún proceso abierto ni acusación formal por el momento– y la información adelantada por el semanario L’Espresso primero dio 100.000 euros a la diócesis de Cerdeña a la que pertenece, que a su vez los habría destinado a las cooperativas que dirige uno de sus hermanos. Él está convencido de que eso no es un delito y no ve conflicto de intereses. “Es verdad que he destinado dinero a Cáritas. Estos 100.000 euros. Es algo que es función del sustituto de la Secretaria de Estado. En siete u ocho años nunca había realizado ninguna obra de apoyo a Cerdeña. Sé que mi diócesis está en emergencia sobre todo por el desempleo y quise destinar ese dinero. Ese dinero está aún allí”, ha aclarado Becciu, quien ha asegurado que nunca llegó a la cooperativa del hermano que colabora con Cáritas. Además, encargó también trabajos de carpintería a otro de sus hermanos cuando era nuncio de Angola y de Cuba por valor de unos 150.000 euros. “Fue aprobado por altas instancias”, se ha defendido.

Becciu ha convocado una rueda de prensa por la mañana. Se ha presentado solo, aparentemente sereno. La reunión con el Papa, ha admitido, fue tensa. “Es todo extraño. Me siento perdido. Ayer hasta las 18.02 me sentía amigo del Papa, fiel a él. Después me dice que ya no tiene confianza en mí porque los magistrados le han indicado que habría cometido un acto de malversación”, ha señalado. El castigo del Papa, que siempre actuó de forma extremadamente prudente con otros cardenales u obispos implicados en asuntos de apariencia más grave, ha sido sorprendente. El propio cardenal australiano George Pell, por ejemplo, fue arrestado, condenado y encarcelado por abusos –finalmente fue absuelto por un jurado– y nunca se le relevó de su puesto. Desposeer de los derechos cardenalicios o retirar de facto el cardenalato solo tiene dos antecedentes en el siglo XXI y otro en el siglo XX. En este caso ni siquiera ha mediado un proceso. Por eso el purpurado sardo sospecha ahora que puede haber otros motivos más allá de los que le fueron expuestos. “Espero que antes o después, el Papa se dé cuenta de que es una equivocación”, dijo el cardenal que agregó: “Espero que no haya sido manipulado”.

Becciu no es un cardenal cualquiera. La ironía de su exclusión del próximo cónclave es que su nombre figuraba en casi todas las quinielas que especulaban con el nombre del siguiente Papa. El influyente sector italiano en el colegio cardenalicio considera desde hace tiempo que, después de tres pontífices no transalpinos –Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco– ha llegado la hora de recuperar esa vieja tradición y poner orden en la casa. Becciu, sin duda, era uno de los mejor situados en ese grupo antes de que comenzaran a desvelarse algunos de los escándalos en los que ha estado implicado (también le ha salpicado la compraventa de un inmueble en Londres con fondos reservados de la Secretaría de Estado). Durante años fue el principal consejero del papa Benedicto XVI y logró ganarse la confianza de Francisco cuando este llegó a la silla de San Pedro. Algo insólito, teniendo en cuenta la ruptura que el nuevo pontífice se propuso llevar a cabo con el pasado, y en especial con los responsables de la sala de máquinas del pontificado de Ratzinger. Pero Becciu, un sardo con un fuerte carácter y una enorme inteligencia política, se impuso. “Era una de las pocas personas que le decían siempre al Papa las cosas tal y como eran. Aunque pudieran ser desagradables”, señala alguien que compartió decenas de viajes papales a su lado.

Becciu tiene una larga carrera al servicio de la Santa Sede. Fue nuncio apostólico en Angola y Cuba, donde aprendió las sutilezas de la diplomacia vaticana. En 2011 Benedicto XVI lo convirtió en sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, algo así como el jefe de la fontanería vaticana, que desempeñó hasta 2018. Durante esos siete años tuvo acceso a absolutamente todos los asuntos de la Santa Sede y acumuló un enorme poder. Su fuerte carácter le granjeó enfrentamientos con otros miembros de la curia, como con el propio cardenal George Pell, que había sido elegido por el Papa para reformar las finanzas vaticanas y siempre le responsabilizó de haber cortado la cabeza del auditor que había contratado para revisar las cuentas. También a eso se refirió Becciu ayer cuando le preguntaron por posibles conspiraciones. “[Libero] Milone sabía que no podía meter… que tenía un límite en su investigación, y ese límite era el dinero de la Secretaría de Estado”, ha recordado justificando el proceso que abrió contra el revisor de las cuentas, que terminó con su despido. Ayer, pocas horas después de ser castigado, sus viejos enemigos, como el propio Pell o el prefecto del Dicasterio de la Comunicacion, Dario Edoardo Viganó, hurgaron en la herida con sendos comunicados.

El cardenal no sabía este viernes si la decisión del Papa sería reversible en caso de que se demostrase su inocencia. También aseguró que no tenía miedo a ser detenido. Pero por el cariz toman los acontecimientos últimamente, no se le veía completamente convencido. “El castigo ha sido durísimo. Pero un Papa no toma una decisión así a la ligera. O no debería…”, señala un obispo que desempeña un papel de alto cargo de la curia romana. Becciu, el hombre que durante dos años se ha encargado de decidir sobre la canonización y beatificación de futuros santos, conoce también la vida y milagros de cada miembro de la curia. “Si él hablase, temblaría la Santa Sede”, señala este mismo obispo. Pero el cardenal, o lo que sea ahora que Francisco le ha desposeído de sus funciones y derechos, conoce bien cómo funciona el juego de espejos vaticano. “No traicionaré jamás la confianza del Papa. Le seré fiel, incluso con la vida”, ha dicho antes de levantarse y marcharse solo hasta el apartamento en el palacio del Santo Oficio que el Papa le ha permitido conservar por los servicios prestados.


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