Las imágenes de las cámaras corporales que llevan los agentes en Estados Unidos han vuelto a poner el foco sobre el racismo policial. Esta vez ha sido por la muerte de un negro desarmado a manos de un oficial blanco tras una discusión por una parada de tráfico en una zona residencial de Grand Rapids (Míchigan). La víctima, Patrick Lyoya, de 26 años y originario de la República Democrática del Congo, falleció el pasado 4 de abril por un disparo en la cabeza con una pistola Taser.
En el vídeo, divulgado este miércoles, se ve cómo, tras un forcejeo entre ambos, Lyoya trata de escaparse y acaba siendo atrapado por el agente que lo inmoviliza en el suelo. El policía, cuya identidad no ha sido divulgada, dispara en varias ocasiones con el arma Taser al africano durante la persecución. Tras la última descarga eléctrica, en la cabeza y a muy corta distancia mientras le colocaba la rodilla sobre la espalda, se ve cómo el hombre ya no responde.
El agente ha sido suspendido de sus funciones y se encuentra de baja remunerada, a la espera de que el resultado de que la investigación abierta por la policía del Estado de Míchigan determine su imputación. Pero la divulgación de las imágenes ha reavivado una vez más el debate sobre la brutalidad y el racismo policial, un abuso que muchos estadounidenses consideran sistémico y que en la primavera de 2020 sacó a millones de ciudadanos a las calles en plena pandemia tras ver en un vídeo la agonía y muerte de un afroamericano desarmado, George Floyd, en Minneapolis, bajo la rodilla de un policía blanco.
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