Elisa Victoria (Sevilla, 36 años) llega de mañana a una cafetería de su ciudad antes de tiempo, pide un café y lo revuelve un poco. Viene de la sierra de Huelva, donde vive ahora tras escapar de un piso caro y sin balcón del Madrid confinado de abril. Sobre la mesa está El Evangelio (Blackie Books), su nueva novela. En 2019 impresionó con Vozdevieja, un libro que funcionó como patada en la puerta para que esta escritora, primero, se encontrase con ese grave eufemismo llamado “gran público” y, segundo, para emprender una novela compleja, cruda y sensible que ha titulado, medio en serio y medio en broma, El Evangelio. En sus páginas, Lali, una joven que va a hacer prácticas de Magisterio, olvida echar la instancia y termina en un colegio de monjas. Desde la primera frase, cuando Lali cuenta que al acercarse su cumpleaños mira en la nevera los productos que van a caducar, la historia echa a rodar como una bola de fuego.
P. El Evangelio.
R. Lo tengo concebido desde 2013, pero entonces no sabía bien cómo abordarlo.
Cuando dejé de creer en los Reyes Magos me esforcé en creer en Dios porque echaba de menos tener fe en algo; no funcionó
P. ¿Qué le faltaba?
R. Dejar de ser joven. Yo tenía 28 años y quería escribir de alguien de 20, necesitaba más perspectiva. Con 34 la tuve. El año pasado me puse a hierro y escribí fuerte mucho tiempo. Estaba en la sierra con una rutina extrema, de muchas horas al día.
P. El mundo se derrumbaba y usted escribía El Evangelio.
R. No veía las noticias, no perdía el hilo nunca de lo que escribía. Eso me salvaba un poco.
P. ¿El título?
R. Está en el origen del libro, cuando no sabía si iba a llegar a puerto. Me pareció arriesgado y simbólico. Mi intención es que te quedes con que ha tenido sentido pero no sabes muy bien por qué.
Niña de periferia
Lea la crítica en Babelia de “Vozdevieja”, la novela con la que la autora irrumpió en 2019
P. Eso está bien porque cada lector es un universo.
R. ¿Conoces la expresión de no sé quién “ha hablado el evangelio”? Aquí también se dice mucho “Ha hablado la vagelio”. La vagelio es en sevillano, y ya para rizarlo es como “la vagelios”. Me hace mucha gracia pensar que he “hablado el evangelio”, que lo he escrito.
P. Lali, la protagonista, y usted.
R. Tenemos en común el sentimiento de extrañeza de la juventud y muchas experiencias que tienen que ver con Magisterio, con los niños.
P. ¿Y la relación con Dios?
R. Cuando dejé de creer en los Reyes Magos me esforcé en creer en Dios porque echaba de menos tener fe en algo; no funcionó.
P. ¿Y ahora a quién le pide?
R. Hay un arroyo al que le pido que me vaya bien. Le pido: “Tú fluyes mucho, tú sabes mucho de la fluidez; por favor, contágiame un poco de lo tuyo”.
P. ¿La redención de Lali es salvar al menos a un niño?
R. Salvar a esos niños no es posible, no está en sus manos, porque el mundo es el que es y ella no puede coger a esos niños y llevárselos a ninguna parte; como dice: “Si me los llevara a una cabaña, tampoco funcionaría”. Pero sí les tiene mucho respeto a esas criaturas que han venido a este mundo, que no es un mundo cómodo ni suave.
P. ¿Al final lo que buscamos todos es que nos hagan un poco la vida más fácil?
R. La gran ambición de ella es hacerles la vida un poco más cálida a esos niños. En el día a día, porque esa felicidad absoluta a la que muchos padres aspiran (“¿tú qué quieres que sea tu hijo?”, “no me importa, que sea feliz”) es muy difícil. Puedes ser feliz en pequeños momentos pero normalmente nadie es totalmente feliz durante mucho tiempo.
P. ¿Le costó despegarse de la voz de Vozdevieja?
R. Es fácil que la representación de la juventud me dé un poco de bochorno, porque son años que muchas veces se representan de una forma no sé si bucólica o muy “ah, qué guapos somos, qué bien lo pasamos”. Ni me identifico con esa representación ni me parece tampoco la más interesante. Creo que era más fácil brindarle dignidad a la infancia que brindarle dignidad a la juventud. Y ensayé bastante cómo era la voz de este personaje. Que estuviese desconcertada pero que también tuviese esa chispa de torpeza, ese anhelo tan grande, esa intensidad de vivir las cosas.
P. Lali se ve de repente dando clases en un colegio de monjas. Algo que no esperaba ni deseaba. ¿Se sintió usted alguna vez en un escenario que no era suyo?
R. Yo no me he sentido nunca en mi escenario, pero sí esperaba que hubiese una inauguración de la juventud. Un: “Venga, la infancia y la adolescencia han sido terreno pantanoso, adaptándome a todo, y ya va a llegar un momento en que voy a tener mi cuerpo definitivo”. Que es una idea absurda, porque el cuerpo nunca es definitivo.
P. Cuando eres niño no estás pensando en la relación que tienes con tu cuerpo, ¿no?
R. Porque la sientes muy efímera y estás siempre anhelando que llegue el cuerpo adulto, para saber cómo es; yo al menos lo recuerdo así.
Los niños cada vez quieren subirse a un columpio más alto
P. Su niñez.
R. En Sevilla. Nos mudamos muchas veces. Me resultó bastante aterrador hacerme a la existencia, tenía mucha esperanza en que al crecer se pasaría el terror pero no se pasó.
P. ¿Curiosa?
R. Entre Akira y Bola de dragón, Akira. En Bola de dragón hay un montón de chistes arriesgados y eso, pero Akira era un tema como mucho más oscuro y serio: era como “oh, esto es lo que a mí más me mueve, lo que más me atrae”.
P. Sus protagonistas tienen un pie en un mundo que dejan atrás.
R. Me interesan los períodos de tránsito, cómo se ajusta una a las nuevas situaciones, cómo cambia una y cómo cambia el entorno, cuáles son los conflictos que surgen. Yo no soy consciente cuando escribo, pero está ahí.
P. Estudió Magisterio y Filosofía compaginándolas con trabajos en un Telepizza y en un McDonalds.
R. Fui una estudiante irregular, me quedé sin terminar las carreras por poco. Y aprecio muchísimo haber pasado por esos sitios de comida rápida: he aprendido un montón sobre la condición humana.
P. Y dependienta de una tienda de ropa.
R. Se aprende mucho observando al personal, y viendo también cómo eres tú percibida por ellos. Mucha gente te trata como una especie de robot y no se pregunta cómo te sienta estar trabajando un sábado noche; tú estás en tu sábado, y yo tengo mi sábado jodido para estar aquí poniéndote la pizza, y me pagan muy poco, y encima tú no me estás tratando con mucha educación. Todas esas cosas te afilan la mirada.
No voy a escribir más suave cuando la intuición o el cuerpo me pide otro estilo sólo por que mi madre no se incomode
P. Y ese lema destructivo, el cliente siempre tiene razón.
R. Hay servicios buenos y servicios malos, pero los malos casi siempre tienen una razón detrás. Si tú eres benévolo y comprensivo con esa clase de servicio, casi siempre tienes razón; casi siempre los empleados han tenido un día de mierda, casi siempre están saturados o han tenido cualquier tipo de accidente. A veces tienen a un encargado que les está fustigando desde primera hora, o que no les está tratando bien detrás de la barra, y no es fácil llegar con la sonrisa. Y hay muchos clientes también que son muy duros contigo y eso te va minando. Hay que ser siempre muy amable, hay que ser siempre el cliente favorito, hay que intentar eso.
P. Vozdevieja fue importante.
R. Hubo un salto grande, sí.
P. Pero El Evangelio es otra cosa. ¿Más ambiciosa?
R. Vozdevieja quizá es más marginal que esta, porque la infancia es un periodo que está apartado de lo oficial. La niña protagonista se pregunta desde fuera: “¿Cómo será? Me imagino esto y esto”. Aquí hay un personaje adulto que sí está dentro del sistema y sus reflexiones son mucho más complejas y duras, su tipo de pensamiento es más intrincado, y las historias más enrevesadas. Los niños cada vez quieren subirse a un columpio más alto.
P. Las que escriben con todo, como usted, suelen tener conflictos con el mundo real. Porque lo saquean sin preguntar.
R. A veces hay quien cree reconocerse y tú no lo estabas pensando así; a veces está claro, como cuando retraté a mi abuela en Vozdevieja: para mi madre era evidentísimo. Mi escritura es muy arriesgada respecto a algunos temas. Yo sé que a mi madre no le resulta fácil leer algunos pasajes que son escabrosos; ya está acostumbrada y en general lo aprecia. Es literatura, no es algo personal. No voy a escribir más suave cuando la intuición o el cuerpo me pide otro estilo solo para que mi madre no se incomode, no es un motivo suficiente. Así que tiro palante. Si se folla, se folla así y estos son los detalles; si vas al baño, así es cómo te afecta. A veces es un poco crudo.
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