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En Cercanías a un pueblo okupa de Madrid


En 1848 eran 84 vecinos. Hoy, 63.000. Dos líneas férreas (la de Ávila y la de Segovia), la autovía A-6 e infinidad de urbanizaciones han convertido Collado Villalba en la capital del Guadarrama, una ciudad satélite de Madrid al pie de la sierra. Escarbando un poco, aún se hallan vestigios de su pasado ganadero, dehesas salpicadas de fabulosos fresnos y encinas, cañadas, viejos puentes y caminos por los que los reyes iban al cercano monasterio de El Escorial. Peor le fue al pueblo de al lado, Navalquejigo, que lo abandonaron y hoy está perdido entre chalés. Descubrimos la villa del escultor Benlliure y otros secretos bien guardados que esperan junto a Collado Villalba.

Mucha dehesa y pocas vacas

Las últimas 150 vacas de Collado Villalba (en 1978 aún había más de 600) pacen en la dehesa boyal, una hermosa pradera que ha resistido el avance del asfalto y el ladrillo y alrededor de la cual corren o se pasean de buena mañana los vecinos. Hay un circuito perimetral señalizado de 3,5 kilómetros y, en la esquina noroeste, un bosque de encinas centenarias. Por allí pasa el arroyo de la Poveda, que es refugio de anfibios, aves y fresnos monumentales.

La Piedra del Concejo

En la esquina contraria de la dehesa se acurruca el viejo Collado Villalba alrededor del Ayuntamiento y de la Piedra del Concejo, un peñasco de granito donde se labraron varias gradas en 1724 y se reunían antaño los ediles al son de una campana. En la grada más alta hay una inscripción que atribuye este salón de plenos rupestre a un tal Sanz, alcalde. Al lado, en la calle de Anacleto López, se conserva un empedrado soberbio, digno de una calzada romana. Y aquí y allá se ven espléndidas casas antiguas, como la modernista Villa Genarito donde veraneaba el escultor Mariano Benlliure, hoy un colegio. Lo del nombre fue porque su esposa, la tiple Lucrecia Arana, se hizo famosa interpretando a Genaro en la zarzuela La cruz blanca. El jardín es un sombrío pinar, pero el zócalo de la casa está sembrado de girasoles de mayólica. Caprichos de artistas. Para acceder a la finca hay que llamar antes al 918 50 01 63.

Waikiki en el parque de Peñalba

Otra reliquia del viejo Collado Villalba es el parque de Peñalba, una finca veraniega de la primera mitad del siglo XX que pueblan altos pinos, cedros, abetos, madroños, setos laberínticos de boj y ciprés y una pajarera llena de jilgueros, verderones, pardillos, perdices, faisanes, patos y gansos. También hay un bar-restaurante con terraza, El Castillo de Peñalba, desde donde contemplar todo lo anterior saboreando unas patatas con patitas de calamar y salsa tamari. Para abreviar, a esto se le llama un Waikiki.

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Iglesia de Navalquejigo (Comunidad de Madrid). A. C.
Navalquejigo resucitado

Cada hora pasa por Collado Villalba un cercanías que se dirige a El Escorial. Cinco minutos después, para en la estación de Las Zorreras, desde donde solo hay que andar otros cinco para plantarse en Navalquejigo, un pueblo que se fue muriendo a lo largo del siglo XX, fagocitado por las urbanizaciones que iban surgiendo entorno a él. En 1997 se instalaron aquí okupas que aún mantienen en pie las viejas casas y labrados los huertos alrededor de la iglesia del siglo XIII y la picota del XVIII. A los dueños de los chalés circundantes no les hace mucha gracia este Navalquejigo resucitado, pero son los jardines bordados de arizónicas, y no los okupas, los que han diezmado las dehesas a medio camino entre Collado Villalba y El Escorial.

El camino de las Ventas del Escorial

En la localidad de Los Negrales, a tres kilómetros de Collado Villalba, junto al puente del Herreño, arranca el camino de las Ventas del Escorial, el mismo que seguían los reyes para ir al monasterio de San Lorenzo. Iremos a pie o en bici por este precioso camino de tierra, admirando las ruinas de Monesterio (un pabellón de caza de Felipe II), los puentes sobre el río Guadarrama y sus afluentes los arroyos Guatel Segundo y Guatel Primero, el embalse que forma este último y las dehesas salpicadas de toros bravos y fresnos centenarios.

Kebabs caseros y cocina rusa

Después de caminar o pedalear, podemos reponer energías en Entrevías Casa Isidro (918 50 14 11), que, como su nombre indica, es un restaurante situado entre las vías férreas de Ávila y Segovia, con gran terraza y rica paella. ¿Algo más exótico que una paella en la sierra? Los kebabs caseros del Sahara (910 86 57 13). ¿Más exótico todavía? Los zakuski, los bitochki y los blinis de Stroganov. Su escueta decoración también es muy rusa, casi soviética. Junto a la dehesa, El Gallinero ofrece los típicos asados, pero también platos como el tronco de rape con risotto de alga nori o el rabo de vaca con vino de Oporto. Más opciones para comer bien en Collado Villalba: todo el mundo sale hablando maravillas del restaurante El Corral de los Vacos, de los ciervos que corretean por su finca y de sus carnes, especialmente el chuletón de vaca vieja. Cocina fusión y a la brasa es lo que espera en El Sueño de Laura, y pucheros y asados en horno de leña, en Kandrak.

Hacia la cascada del Covacho

Al este de Collado Villalba, en las primeras estribaciones de la sierra de Hoyo de Manzanares, se esconde un pedazo de paisaje guadarrameño prácticamente intacto. Si nos echamos a andar desde la urbanización El Mirador de la Sierra, por el camino de la Guija, primero asfaltado y luego de tierra, llegaremos en una hora a la cascada del Covacho, un rincón de inaudito verdor y frescura que forma el arroyo de Peña Herrera en la solana granítica del cerro de la Lechuza. Conviene reservar esta visita para épocas lluviosas, cuando más agua lleva el arroyo. Aunque siempre hay caminantes a los que preguntar, la ruta está claramente descrita en la web de senderismo wikiloc.com.

Al volver de la cascada, casi donde comenzamos a andar, descubriremos Sunset Fontenebro, un fantástico lugar para tomar algo viendo cómo se pone el sol detrás de la sierra. Tampoco es mal plan tomarse unas cervezas artesanas en Leoncia, que es una fábrica de eso mismo, en el polígono P-29.

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