Un enorme grupo de casi un centenar de adolescentes transitan por las calles de Llucmajor bajo el sol del mediodía. Todos llevan la mascarilla puesta y lucen la misma camiseta con la leyenda Enjoy Travel (disfruta el viaje). Van hablando entre sí de la noticia del día: “Estamos en todos los telediarios”. De forma involuntaria. No quieren atención. Ni siquiera mirar al periodista cuando se identifica. “Estamos hartos de mentiras”. En el foco del brote de covid que ha ido corriendo como la pólvora entre estudiantes que estaban de viaje de estudios en Mallorca miran con recelo toda la información que surge alrededor de estos contagios. Los estudiantes se sienten señalados, los monitores temen repercusiones en sus trabajos; las empresas, en su reputación; los hosteleros, en las reservas.
“Lo que hicieron los que vinieron hace una semana nos ha perjudicado. Nos han jodido el viaje”, dice enfadada una estudiante bajo una palmera en la playa de El Arenal que se ha pasado un día entero de su viaje de estudios recluida en su habitación con una compañera por culpa del brote. Han llegado a las islas con una agencia que organiza expediciones de este tipo cada año y lamentan que el comportamiento de los grupos que llegaron hace una semana ha aguado su estancia en la isla.
Hay dos grandes tipos de viajes: los de estudiantes que han terminado la EVAU y se organizan entre ellos, sin adultos responsables a su cargo, y los que van tras finalizar la ESO, acompañados de monitores. Uno de ellos, que como la práctica totalidad de la docena de entrevistados para este reportaje prefiere no identificarse, asegura que ellos no tienen nada que ver con lo sucedido en los últimos días, con las fiestas, los botellones y el brote. “Fueron unos contagios que se dieron en unas circunstancias que no tienen nada que ver con nosotros”, dice mientras los adolescentes a su cargo juegan al fútbol o al voley-playa. “Nosotros hacemos actividades acuáticas, deportivas, esta mañana hemos estado visitando la ciudad”, enumera.
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Entre estos jóvenes, menores de edad, abundan los nervios y las informaciones confusas. Han oído el rumor de que a algunos les están obligando a hacerse pruebas del coronavirus y que quedan encerrados en el hotel puente habilitado para que los turistas pasen la cuarentena. También hablan de la policía entrando en los hoteles de madrugada y dando golpes en las puertas de las habitaciones. La adolescente que se protegía del sol bajo una palmera dice que hace dos semanas ya corrían vídeos en las redes sociales sobre las fiestas en Mallorca “en las que la gente se estaba pasando un montón” y que tras la explosión de contagios son los que están de viaje ahora los que lo están pagando. “En la excursión del barco estuvimos con la mascarilla hasta casi entrar en el agua”, subraya.
Una de las fiestas de estudiantes en Mallorca.
La Consejería de Salud confirma que se ha realizado un rastreo masivo del megabrote, que ya suma más de 700 casos en ocho comunidades autónomas –en Madrid, Galicia, Comunidad Valenciana, País Vasco, Murcia, Castilla-La Mancha, Aragón y Cataluña– con 3.000 personas aisladas. Salud ha localizado a 268 jóvenes que siguen de viaje en la isla y que podrían haber tenido relación directa o indirecta con algunos de los positivos que han aflorado en varias comunidades. Se ha comenzado a trasladar a algunos de ellos al hotel puente Palma Bellver destinado a acoger a turistas que han podido ser contacto estrecho de positivos o han desarrollado la enfermedad aquí y cuyo aislamiento hay que garantizar.
Cuarentenas
Hasta el momento, 33 de los chavales han sido trasladados al hotel puente después de que sus tutores dieran autorización. Allí tendrán que permanecer 10 días hasta que pase el tiempo de cuarentena establecido para los contactos estrechos de los casos positivos. En caso de que los tutores no den su beneplácito, tendrán que garantizar el aislamiento del menor. Los que todavía no han sido trasladados a este hotel permanecen bajo vigilancia de las autoridades sanitarias a la espera de las pruebas diagnósticas que está llevando a cabo la consejería y de determinar el grado de contacto que tuvieron con los positivos. Además, se ha sometido a un cribado con prueba PCR a alrededor de 300 trabajadores de seis hoteles de la zona.
El director de uno de ellos, que también prefiere no identificarse, cuenta que en general “no son unos descerebrados”. “Siempre hay excepciones, pero la mayoría han terminado la EVAU y quiere pasárselo bien, lo normal a esa edad. Lo que sucede este año es que no tienen dónde. Las discotecas y los bares están cerrados, así que van a botellones donde pueden”, explica. En las habitaciones de su recinto tienen prohibido que se junten a hacer fiestas o a beber. “Es imposible controlarlo todo, estamos todo el día como el perro y el gato. Luego siempre piden perdón. He dado más perdones que el Papa”, ríe.
En otro de los hoteles de tres estrellas en el epicentro del ocio de El Arenal, el recepcionista cuenta que en los últimos días solo tuvieron alojados a dos grupos de viaje de estudios. 60 jóvenes de Madrid, y otro grupo más reducido de estudiantes de Euskadi “que no dieron problemas” y llegaron con monitores que se encargaban de organizar el grupo. El encargado asegura que una noche tuvieron que llamar a la Policía Local porque había un grupo de chavales con megáfonos que estaban armando mucho ruido en la calle y que parecía que estaban casi dentro del hotel. “Aquí todavía no han venido inspectores, pero seguro que aparecen porque hemos leído que están haciendo investigaciones en todos los hoteles de la zona”.
La presencia policial es patente. “Anoche [la del viernes] había un helicóptero y patrullas. El problema es que es muy difícil de controlar qué hacen 300 jóvenes que van repartiéndose por todo el pueblo”, lamenta Guy Steffen, luxemburgués y presidente de la asociación ciudadana de Ciutat de S’Arenal. Las playas están más vigiladas y buena parte de la fiesta se trasladó a las afueras, a una carretera apartada que la policía también acotó el viernes.
En Llucmajor todos parecen perder con esta situación, a la que le quedan los días contados. El director de hotel dice que la temporada de viajes de estudios, “un balón de oxígeno”, finaliza la semana que viene. Los estudiantes que no tuvieron que ver con el brote tratan de apurar sus días de viaje lejos de los focos e indignados por pagar los platos rotos.
Del viaje a Mallorca al confinamiento en Elche
Cristina está encerrada en su casa de Elche con su hija. Ambas se han contagiado de coronavirus tras el viaje de fin de curso de la joven a Mallorca la pasada semana. En la Comunidad Valenciana se han detectado al menos 67 casos positivos, la mayoría en estudiantes de varios institutos de la ciudad alicantina. “Ella y sus amigas piensan que tal vez se han contagiado en las habitaciones del hotel, donde se reunían cuando cerraban los locales”, explica la madre por teléfono. La hija y sus compañeras no quieren hablar con los medios de comunicación. Ella está dolida por el contagio, por todo lo que está pasando y también por algunas falsedades que se han publicado. El grueso del grupo de estudiantes ilicitanos viajó a la isla en avión desde el aeropuerto alicantino Miguel Hernández y no en ferry y, por tanto, no pudieron participar en fiestas multitudinarias ya en el barco, por ejemplo. “Sí fue al festival de ‘reggeaton’, guardando las normas, pero no al macrobotellón del que se habla en el Arenal, según aseguran ella y sus amigas. Se sienten criminalizadas y no han hecho nada fuera de lo normal en este tipo de viajes, aunque ahora con el coronavirus todo es distinto, claro”, señala la madre. Cuando bajaron del avión el jueves de la pasada semana, los estudiantes estaban afónicos y tenían aspecto de estar agotados tras seis días intensos. Al poco, la joven empezó a tener síntomas similares a los de un constipado.
La madre cree que se contagió cuando fue a consolar a su hija, de 18 años, por no haber obtenido la nota tan alta como esperaba en la Evaluación para el Acceso a la Universidad (Evau). De hecho, el viaje, organizado por la agencia Xcape, celebraba también el fin del examen de la antigua selectividad, como han hecho generaciones precedentes. Los estudiantes ilicitanos se hospedaron en el hotel de tres estrellas Whala! Beach, en la playa del Arenal, zona de ocio típica de Mallorca. Allí coincidieron con estudiantes de otras comunidades autónomas. “La situación es difícil, pero tampoco creo que debamos criminalizar a los jóvenes. He visto en alguna boda a gente mayor con comportamientos mucho peores que los que ven en las imágenes de jóvenes por ahí”, apunta la madre que no padece síntomas graves de la enfermedad. Están analizando el genoma para detectar la variante de los contagios. La última PCR de su hija ya revela una carga vírica débil. / FERRAN BONO
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