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“En los momentos tristes pienso que, sin nuestro trabajo, muchas de las niñas estarían muertas”

“El placer nunca puede salirte gratis”. Esta es una de esas cosas que aprenden las chicas en la sociedad marroquí, en cuanto tienen “edad de merecer”. Se trata de una cláusula tácita que hacen valer al entablar casi cualquier vínculo amoroso y/o sexual con los chicos, y algo que suelen sostener algunas mujeres casadas y divorciadas. En Marruecos, junto con muchas libertades individuales ganadas entre las clases medias urbanas, perviven (y conviven) los matrimonios concertados por padres y madres con la tipificación como delito en el Código Penal del adulterio y las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Hay, en consecuencia, un mercado de la intimidad en el que se negocia el gozo y al que la antropóloga franco-marroquí Mériam Cheikh ha dedicado una tesis doctoral, que acaba de convertirse en un libro (en francés) de recomendable lectura: Las chicas que salen. Juventud, sexualidad y prostitución en Marruecos (Éditions de l’Université de Bruxelles, 2020).

“Las chicas que salen” puede resultar el elegante eufemismo para designar las prácticas de prostitución, tanto las profesionales como las esporádicas o discontinuas de jóvenes que compatibilizan esos ingresos con otros trabajos o estudios. Pero la audacia en la investigación de Cheikh sobre la “economía sexual” es el haberse metido en el epicentro del mercado para concluir que, en realidad, las negociaciones de la sexualidad no son más que una escala en el continuum del vínculo entre hombres y mujeres que también incluye el matrimonio (al menos el “matrimonio frustrado”). Cheikh opta por darles la palabra a ellas, sin juzgar, y ser una “observadora” de esta sociedad, en la que, en su opinión, hay un problema fundamental con la realización (como contracara de la frustración).

“Una etnografía del salir”, llama la investigadora al tipo de trabajo que ella abordó con un grupo de diez chicas de entre 17 y 30 años con las que convivió entre 2008 (cuando ella misma tenía 27 años) y 2015, en pisos compartidos de la ciudad de Tánger. El siguiente es un fragmento del diálogo que mantuvimos con la antropóloga.

Pregunta. “Salir” es una palabra que se asocia al desafío femenino a las normas restrictivas de la sociedad conservadora pero también a la prostitución, ¿cree que se trata de un terreno demasiado ambiguo que podría implicar el riesgo de vincular prostitución con rebeldía?

Respuesta. Lo que me interesaba era ver cómo esas chicas habían llegado al ámbito de la prostitución: en mi análisis, el “salir” mezcla lo de pasárselo bien con ganarse la vida. Eso no quiere decir que, en algún momento, esas chicas no acaben en la prostitución profesionalizada. Encontré a mujeres muy jóvenes que alternaban relaciones únicamente por dinero con relaciones en las que había sentimientos en juego y el dinero se veía solamente como una ayuda. Me interesaba analizar cómo construían su sexualidad en la adolescencia; es decir, cómo una mujer en un momento de su vida aprende a cambiar sexo (o momentos íntimos) por dinero. Entonces fue cuando me fijé en cómo se construían los valores en cuanto a tener novios e ir de fiesta con ellos, en medios populares, donde el dinero hace falta.

P: ¿Cuál es la particularidad de la educación sentimental en la sociedad marroquí?

R: La peculiaridad es que estamos en un país en el que la sexualidad antes del matrimonio está prohibida por la ley y está mal vista por las normas morales. Esto afecta de una manera muy particular a estas chicas que se encuentran frente a este dilema porque, paradójicamente, la sociedad alienta estos valores del salir de fiesta (en tanto hay una industria cultural y de ocio). De hecho, las ciudades más importantes del país han invertido mucho dinero en desarrollar la industria de la noche, que no es únicamente para los turistas. Las chicas que vienen de un ámbito socioeconómico precario ven que está bien ser moderno y parecer alguien que puede participar del entretenimiento y, al mismo tiempo, no tienen dinero.

La antropóloga Mériam Cheikh.

En Marruecos, de prostitución se habla cada día en la prensa; es un tema central en el discurso mediático y, quizá, es porque nos dice mucho de la sociedad. Así, esas chicas no están al margen de su sociedad sino que son la sociedad misma, y están transformando el orden íntimo del país. Aunque la palabra prostitución no dice mucho, y es mejor hablar de prácticas prostitucionales; hay casos en que el intercambio es muy directo y otras en que el dinero entra en forma de regalos o ayudas.

P. ¿Esta manera de relacionarse es transversal a todas las clases sociales?

R. Creo que es un modelo que depende de la clase social, del tipo de hombres que entran en relación con ellas y depende de si ellas están enamoradas o no del hombre con el que salen. Una de las chicas con las que he vivido tuvo una relación con un chico durante muchos años, la ayudaba con el alquiler, en las vacaciones, cuando salían… Como duraba, yo creía que había algo de placer. Pues, no. Ella no lo quería ni había ningún placer. Se había encontrado sola en una situación en la que dependía totalmente de su dinero y no podía alejarse. Por eso no hay que asociar necesariamente el “salir” con algo positivo.

Algunas van a la discoteca a encontrar un cliente, pero esperan poder casarse con alguno de ellos, y a veces acaban totalmente dependientes de hombres que van a forzarlas a quedarse en casa, que van a controlarlas. Estamos en una situación donde la correlación de géneros se está transformando, pero esta transformación no quiere decir que vamos hacia un modelo más positivo o igualitario. También vas a encontrar a chicas que encuentran algún placer con hombres de los que reciben dinero y quizá luego, amor: en algunos casos llegan a casarse.

Ellas tienen miedo de acabar así [prostituyéndose]. Por eso cada día tratan de encontrar a ese hombre que va a permitirles emigrar o salir de esa situación

Este libro trata de la clase social económicamente vulnerable, en la que las familias tienen muy difícil casar a sus hijos e hijas, porque no tienen prestigio ni dote. Algo que quiero transmitir es que tanto mujeres como hombres de las clases populares son individuos responsables de su propia vida, mientras que en la burguesía son las familias las que se casan entre sí. Esto es algo que la sociología ha constatado en todo el mundo: en las clases superiores, no son individuos los que se vinculan en matrimonio.

P. Sostiene que se trata de acceder a un mercado “honorable” o no, en un momento en que muchísimas chicas ya han accedido a la educación y pretenden un lugar en el mercado laboral, pero no hay trabajo suficiente ni digno…

R. Ese es el contexto. La transición demográfica en el Magreb es de las más importantes del mundo (vamos hacia el final de esa transición), pero de momento tenemos un grupo muy importante de jóvenes que llega al mercado de empleo y no hay nada. En el espacio del salir y en el caso de las mujeres, ellas van evolucionando y pueden llegar a las posiciones más altas del mercado (las honorables) o las más bajas, que significa terminar prostituyéndose en la acera de una ciudad. Ellas tienen miedo de acabar así. Por eso cada día tratan de encontrar a ese hombre que va a permitirles emigrar o salir de esa situación (y/o de su clase social, a través de una boda). Es un trabajo de respetabilidad que colisiona con el estigma de ser una chica que sale cuando le da la gana y que vive sola en un piso compartido. Cuando ellas consiguen lo que quieren, cambian sus maneras de transitar la ciudad; es decir que se adaptan a los modos dominantes para vestirse de manera púdica y comportarse como chicas buenas. De ahí el continuum de los intercambios económico-sexuales, donde el marido trae el dinero y la esposa provee otros servicios.

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