KABUL – Aviones, drones y helicópteros militares son los dueños del cielo de Afganistán, pero unos deportistas afganos han decidido desafiar ese dominio a bordo de parapentes, un soplo de libertad sobrevolando uno de los peores conflictos del mundo.
Navid Popal, de 33 años, es uno de los primeros parapentistas profesionales de Afganistán. Se enamoró de este deporte en Irán cuando era un adolescente, adonde huyó entre millones de refugiados afganos hace dos décadas empujados por la guerra.
Con su casa situada junto a una colina, veía a menudo los colores brillantes de los parapentes, haciendo que sus pulsaciones se dispararan por poder volar uno de esos aparatos algún día, narra a Efe Popal.
“Desde el primer día, mi única ilusión era traer el parapente a Afganistán y volar en el cielo sobre las hermosas montañas de mi país”, dice el deportista, que voló por primera vez en Irán en 2005.
Así que cuando regresó a Afganistán en 2012, tras obtener un título de monitor en Turquía, Popal formó su propio comando de amantes de este deporte con un único parapente, para salir a surcar los cielos a las afueras de Kabul.
En un país donde un objeto volador es considerado una amenaza y está prohibido el uso de drones con cámara, asegurarse de que los parapentes no serían utilizados por los insurgentes o para fines criminales requirió la intervención de los ministerios de Defensa e Interior y de la Agencia de Inteligencia nacional.
“Me tomó tres años obtener los permisos de los órganos de seguridad y finalmente registrar la práctica de parapente como parte de la Federación de Deportes Aéreos de Afganistán” en febrero de 2018, explica Popal.
Ahora, el grupo de aficionados ha aumentado hasta los 130 miembros, entre ellos 25 mujeres, que comparten equipos y parapente para entrenarse.
“Un planeador cuesta $4,000, un precio casi imposible de pagar para un ciudadano común”, dice el joven, que se queja del rechazo de las autoridades a cubrir los costos de la práctica.
Esta situación lleva a casos como el de un aprendiz que al no poder permitirse la compra de un equipo, voló con un parapente casero y colisionó contra una montaña, quedando inconsciente durante horas.
Otros han tenido más suerte.
Nasim, de 28 años, vio por primera vez el parapente en las redes sociales y después de fabricar uno en casa que nunca llegó a volar, Popal lo llevó a la federación para entrenarlo con un equipo profesional.
“La naturaleza de este país es hermosa, el deporte de vuelo libre hace que te enamores de esa belleza y mientras estás en el cielo puedes dejar los problemas a un lado”, dice a Efe Nasim.
Tras 40 años de guerra casi ininterrumpida, Afganistán sufre los daños de un conflicto que caló en la vida de sus ciudadanos, y donde según datos oficiales casi la mitad de la población sufre traumas debido a la pobreza, los conflictos y el desempleo.
En las zonas de entrenamiento los campesinos confunden los parapentes con paquetes de ayuda o aeronaves de las fuerzas extranjeras y los rodean mientras aterrizan, incluso algunos comienzan a apedrear a los jóvenes deportistas.
La experiencia ha llevado a Popal a alertar a los campesinos cada vez que salen a practicar, para convencerlos así de que no tienen nada que temer.
En ocasiones los avisos no son suficientes, y así en abril del año pasado, cuando participaban en un festival en la provincia oriental de Logar, a Popal y a su equipo les dispararon en pleno vuelo.
“Cuando despegamos y los campesinos vieron los colores de los parapentes en el cielo, comenzaron a dispararnos con kalashnikovs e incluso un aldeano nos disparó un proyectil”, recuerda Popal.
En otras aldeas, donde se han acostumbrado a verles entrenar, los campesinos y sus hijos se ha vuelto fanáticos del deporte y escalan varios cientos de metros en las montañas para disfrutar.
El parapente está sobrevolando incluso las normas de la conservadora sociedad afgana, que aun después del fin del régimen talibán sigue evitando la participación de mujeres en actividades deportivas, especialmente cuando se mezclan con los hombres.
“Hay nuevas emociones, hay amor por la libertad y por el disfrute de la emoción del vuelo, eso es algo especial para las mujeres”, cuenta a Efe Lida Hozoori, de 25 años, la primera mujer piloto de parapente en unirse al equipo de Popal.