Hace un año, en septiembre de 2020, especialistas registraron un agujero en la capa de ozono sobre la Antártida de casi 25 mil kilómetros cuadrados, el cual se cerró en enero de 2021. Esto, en un tiempo en el que la pandemia disminuyó considerablemente la producción de dióxido de carbono (CO2) proveniente de los coches, aviones o transporte público. ¿Qué pasó?
Aunque parezca de ciencia ficción, Gabriela Jiménez Casas, del Instituto de Ecología, informó que el problema ahora radica en las emisiones derivadas de la pandemia y generadas en casa por utilizar computadoras y un mayor uso de plásticos desechables. Por estar conectados en el hogar con los equipos electrónicos (computadoras, tabletas y celulares), debido, por ejemplo, a la visualización de maratones de series de televisión y largas sesiones de Zoom que también generan CO2. ¿Por qué?
“La producción individual de nosotros de dióxido de carbono se ha incrementado. Está muy bien documentado que los medios electrónicos, un mensaje de WhatsApp o un correo electrónico generan CO2 y entre más pesado sea, entre más destinatarios esté dirigido, más se produce contaminante”, indicó la especialista, de acuerdo con una publicación de Gaceta UNAM.
“No es que el correo sea tangible, pero está guardado en algún lugar, en un servidor enorme que ocupa un cuarto de muchos metros cuadrados que se debe enfriar y, para hacerlo, tiene que emplear cosas como aire acondicionado, enfriamiento por agua subterránea y eso genera más CO2”, comentó la también investigadora.
Estudios realizados por Zoom y Cisco han revelado que un correo electrónico promedio genera unos 50 gramos de CO2. Se calcula que al día en el mundo se generan entre 25 mil y 35 mil toneladas de ese compuesto por los correos electrónicos. Además, una videoconferencia, en promedio, puede generar el equivalente a 12 por ciento del CO2 que produce un pasajero en un vuelo por avión México-Nueva York, es decir, un promedio de 59 kilogramos.
La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica y la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio anunciaron que durante el mes de septiembre de 2020, el agujero de ozono en la Antártida se convirtió en el mayor de los últimos 40 años al alcanzar los 24.8 millones de kilómetros cuadrados, es decir, un tamaño tres veces mayor a Estados Unidos.
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Jiménez Casas recordó que esta es una de las regiones más externas de la atmósfera terrestre, llamada estratósfera. Su grosor es de entre 10 y 20 kilómetros, se encuentra a una altitud de entre 15 y 20 kilómetros del suelo. Es un filtro natural que nos protege de los rayos ultravioleta del Sol, pues los absorbe entre 97 y 99 por ciento.
Su ausencia se encuentra relacionada, principalmente, con problemas dermatológicos, el riesgo de cáncer de piel, quemaduras y otras enfermedades también en plantas y animales. No obstante, al mismo tiempo, sin capa de ozono no habría vida.
El agujero de septiembre de 2020, enfatizó Jiménez Casas, no quiere decir que se estén haciendo mal las cosas, es posible que hayan crecido las sustancias carbonadas que afectan la capa de ozono en algún momento y por eso aumentó.
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La científica dijo que se suele hablar de un hoyo de la capa de ozono; pero, en realidad, se trata de dos que se forman anualmente, y no se presentan al mismo tiempo; son estacionales. Uno está en el Hemisferio Norte y se calcula se cerrará totalmente para 2030 y el otro en el Hemisferio Sur, que podría dejar de formarse hacia 2050.
La también divulgadora precisó que el agujero en la capa de ozono no afecta directamente el deshielo de los polos, lo que genera es el calentamiento global y éste, a su vez, lo generamos nosotros con nuestra contaminación de CO2, por lo que ambos fenómenos están íntimamente ligados.
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