Los intentos del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, por exportar su modelo religioso han provocado serias divisiones en la política del norte de Chipre. La izquierda acusa a Ankara de “islamizar” a la laica sociedad turcochipriota, mientras la oposición derechista teme que la postura del Gobierno de la República Turca del Norte de Chipre (RTNC) dañe los lazos con Turquía, de la que este Estado no reconocido internacionalmente depende para su supervivencia económica.
“La sociedad turcochipriota es tradicionalmente laica. Los turcochipriotas no acuden asiduamente a la mezquita, sólo en las fiestas de guardar y en ocasiones especiales. Es raro el turcochipriota que reza cinco veces al día”, explica el secretario general del sindicato de maestros turcochipriotas, Sener Elçil. Entonces, ¿qué necesidad había de construir la mezquita Hala Sultan? “Chipre Norte es un país turco y musulmán, debemos estar orgullosos de ello. Igual que los grecochipriotas muestran devoción por su Iglesia, nosotros debemos defender nuestra identidad cultural construyendo más mezquitas y reforzando la educación religiosa”, dijo Erdogan al inicio de las obras.
Eso es lo que lleva a Elçil a denunciar que Hala Sultan es parte de un “proceso de evangelización islámica del Gobierno de Turquía hacia la población turcochipriota (…). Erdogan dedica mucho dinero a ello y lo coordina todo la Embajada de Turquía en Nicosia”, añade. El Gran Muftí de Chipre, Talip Atalay, en cambio, desmiente estas acusaciones. “No se trata de un proceso de islamización, sino de normalización. Al inicio del conflicto de Chipre teníamos 300 mezquitas, hoy sólo hay 192 y los pueblos nos escriben pidiendo que les construyamos una, para lo que no tenemos presupuesto. Tampoco tenemos imanes lo suficientemente formados para hacernos cargo de ellas”, afirma en respuesta escrita. Hala Sultan ha costado unos 30 millones de dólares (casi 26 millones de euros), lo que representa más del 1% del PIB turcochipriota, y que han sido financiados íntegramente por Ankara.
Pese a los sucesivos y frustrados intentos de reunificación, la isla mediterránea sigue dividida en un sur griego —que conserva el estatus oficial de República de Chipre— y un norte turco donde rige la RTNC. Pero las relaciones de la RTNC con Turquía, que mantiene un contingente de unos 30.000 soldados en la isla, no son siempre fáciles. Cuando el pasado enero, el diario Afrika tildó al Ejército turco de “invasor”, Erdogan cargó contra la publicación turcochipriota e instó a que se diese “respuesta adecuada a su insolencia”. La respuesta fue que un grupo de 200 personas se congregó ante las oficinas del diario y lo apedreó. Pero a ello le sucedió otra respuesta aún mayor: miles de turcochipriotas se echaron a la calle en defensa de Afrika, por la independencia de la RTNC y contra Erdogan.
También ha habido protestas contra la religiosización impuesta desde Ankara. “En el pasado, nos sometían a la propaganda nacionalista porque no nos consideraban lo suficientemente turcos. Ahora nos imponen su versión conservadora del islam porque no nos consideran lo suficientemente musulmanes. No es una cuestión religiosa, sino política. Como en Turquía, en Chipre también intentan crear una generación más religiosa para controlarla más fácilmente”, denuncia Elçil citando como ejemplo el envío de 400 imanes procedentes de Turquía “con afán misionero”, la construcción de nuevas mezquitas, la apertura de cursos de Corán y árabe para los niños y la inauguración de una escuela de Teología. “Lo más peligroso es que se ha permitido a cofradías religiosas fundamentalistas venidas de Turquía controlar ciertas mezquitas y no las utilizan sólo para rezar, sino para hacer proselitismo”, añade Basaran Düzgün, director del diario Havadis.
Pero más que hacia los turcochipriotas, explica el periodista, estos esfuerzos de evangelización se dirigen a los “colonos” (turcos de Anatolia enviados por Ankara para aumentar la población de la RTNC), especialmente a los de familias más pobres. Según datos oficiales, el Estado turcochipriota tiene 350.000 habitantes, de los que poco más de un tercio son autóctonos: hay más turcochipriotas en el exterior que en la propia Chipre (sólo en Reino Unido viven unos 200.000). Ante la falta de expectativas, muchos jóvenes turcochipriotas emigran a Inglaterra o Turquía, mientras no dejan de llegar nuevos colonos que reciben la nacionalidad de la RTNC. “No todos ellos son religiosos. Pero ahora hay una parte que obedece a una mentalidad de rebaño y sólo opinan lo que dice Erdogan”, sostiene un turcochipriota que pide el anonimato.
En las elecciones parlamentarias de febrero, el Partido del Renacer (YDP), fundado con la idea de representar a los colonos y defender “la lealtad a la madre patria” —es decir, a Turquía—, dio la sorpresa al lograr el 7% de los votos. En esos comicios, el partido UBP, de derecha nacionalista y tradicional aliado de Ankara, obtuvo también muy buenos resultados, el 35% de los votos. Pero las demás formaciones, desde la izquierda al centroderecha, maniobraron para arrebatarle el poder mediante una coalición cuatripartita. El líder del izquierdista Partido de la Democracia Comunal, Cemal Özyigit, uno de los más fieros críticos respecto a la “islamización” de Erdogan, se hizo con la cartera de Educación.
Desde entonces se han sucedido las polémicas. Özyigit se negó a firmar los diplomas de 50 graduadas de la nueva escuela de Teología porque en las fotografías suministradas aparecían con la cabeza cubierta por el velo islámico, algo prohibido por la normativa turcochipriota. La oposición lo tachó de islamófobo y, finalmente, intervino el Gobierno de Turquía que presionó al primer ministro turcochipriota para que obligase a Özyigit a firmar los diplomas.
Ankara, que a duras penas esconde su voluntad de ver caer al ministro, ha bloqueado el presupuesto de Educación para nuevas inversiones, según han confirmado tres fuentes a EL PAÍS. El ministro trata de contemporizar: “Sí, es cierto que ha habido ciertos recortes pero no sé si se deben a ese problema o a la situación económica de Turquía. Lo que sí estamos haciendo es incrementar los controles para asegurarnos de que en las clases de religión de las escuelas y en los cursos de Corán se respete el valor del laicismo y la democracia”, afirma a este diario.
“Somos un Estado laico y aquí no se fuerza a nadie a ayunar o a ir a la mezquita. Pero también somos un Estado musulmán y hay que respetar las creencias”, responde Ersin Tatar, diputado del UBP, en declaraciones a EL PAÍS: “El 90% de los turcochipriotas cree en el islam y defiende a Turquía, que gasta mucho dinero en nuestro bienestar. La idea de que nos quieren islamizar, a nosotros que ya somos musulmanes, es una tontería. Es un infundio de esos izquierdistas que no creen en Dios, ni creen en nada”.
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