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Erdogan se asoma al vértigo de perder 20 años de poder ante una oposición más unida que nunca

EL PAÍS


Un cartel de propaganda electoral con la imagen de Kemal Kiliçdaroglu, este sábado en Estambul.DYLAN MARTINEZ (REUTERS)

La polarizada sociedad turca está llamada a las urnas este domingo en unos comicios presidenciales y legislativos que decidirán si el polémico presidente, Recep Tayyip Erdogan, y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) continúa al frente del país otros cinco años o si, por el contrario, deben abandonar el poder tras dos décadas de gobierno. La oposición, más unida que nunca pese a sus diferencias ideológicas y étnicas, ha cerrado filas en torno al centroizquierdista Kemal Kiliçdaroglu, líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP), al que la mayoría de sondeos otorgan una ligera ventaja sobre el mandatario islamista tras una campaña caracterizada por una tensión creciente y el juego sucio.

En las parlamentarias, las encuestas esperan una dura pugna por el control del hemiciclo, que se podría decantar por la alianza gubernamental o por la oposición dependiendo del reparto de una decena de escaños.

Estimación de escaños

600 diputados

YSP: Izquierda prokurda; CHP: Centroizquierda; IYI: Derecha nacionalista; AKP: Derecha islamista; MHP: Ultraderecha nacionalista

“Si me dices hace 20 años que voy a votar por alguien como Kiliçdaroglu, te habría pegado una paliza y quizás te mataría. Pero, mira, esta vez lo voy a votar”. Las palabras son de Ahmet Öztürk, un vecino de Kahramanmaras —ciudad devastada por el terremoto del pasado 6 de febrero— y orgulloso militante del movimiento ülkücü (ultraderecha nacionalista). En esta misma ciudad, en 1978, cuando Öztürk tenía dos años, sus correligionarios persiguieron y asesinaron a más de un centenar de izquierdistas de fe aleví —una corriente islámica heterodoxa a la que pertenecen el 20% de los turcos—, en una masacre que se prolongó durante varios días.

Eran los años de plomo en Turquía y la izquierda y la ultraderecha —esta mucho mejor armada y con apoyo de ciertos estamentos del Estado— se enfrentaban a tiros por las calles. Pero Kiliçdaroglu ha logrado lo que hasta hace apenas unos años parecía impensable: la unión de nacionalistas turcos y kurdos, derechistas e izquierdistas, laicos e islamistas contrarios a Erdogan. “Yo ya no miro la ideología del candidato, basta que gane alguien mejor”, asegura Öztürk: “La gente está emigrando fuera de Turquía, incluso amigos míos con buenos salarios. Dicen que no es por el dinero, sino por el futuro de sus hijos. Aquí ya no se da valor a las personas”.

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A Kiliçdaroglu se le acusa, no sin razón, de falta de carisma y de ser un eterno perdedor. No ha ganado una sola elección frente al partido de Erdogan desde que accedió a la presidencia del partido en 2010 (aunque, a decir verdad, el CHP no ha gobernado Turquía desde la década de 1970). Sin embargo, sus dotes para la negociación y la búsqueda de consensos le han permitido forjar la Alianza de la Nación con el partido de derecha nacionalista IYI, el islamista Saadet, otra formación de centroderecha y dos pequeñas escisiones del AKP de Erdogan. Y, además, convencer a la principal formación kurda de que no presentase candidato a las presidenciales y le apoyase. La estrategia es la misma que la utilizada en las municipales de 2019 en las que, si bien el AKP logró más votos a nivel nacional, la oposición le arrancó las principales alcaldías (Estambul y Ankara).

Deshacer el presidencialismo

El programa conjunto de la oposición promete deshacer el sistema presidencialista construido por Erdogan y que ha centralizado gran poder en las manos de una sola persona. Para ello, han diseñado una hoja de ruta en la que la mayoría de decisiones se tomarán por consenso entre los líderes de los diferentes partidos de la coalición, cada uno de los cuales tendrá una vicepresidencia.

El bloque progubernamental critica que eso llevará al país a un caos similar al vivido durante los años noventa, caracterizado por inestables coaliciones. Sin embargo, la oposición justifica que el personalismo de Erdogan ha llevado a la desinstitucionalización de la Administración al querer tomar él todas las decisiones, lo que se ha traducido en un peor funcionamiento del Estado y en la crisis económica que vive buena parte de la población.

El mensaje a favor de la unidad y la reconciliación nacional ha calado entre cierta parte del electorado, cansada del autoritarismo de Erdogan. Y en especial entre los jóvenes, donde la ventaja de Kiliçdaroglu es mayor. Un 30% de la población no ha conocido otra Turquía que la gobernada por Erdogan.

Las últimas encuestas otorgan a Kiliçdaroglu entre el 46% y el 50% de la intención de voto, frente a entre el 44% y el 47% de Erdogan. Un tercer candidato, el ultranacionalista Sinan Ogan, recibiría el 3%-5% de los votos, mientras que el cuarto, el populista de centroizquierda Muharrem Ince, anunció el jueves su retirada, si bien su nombre seguirá en las papeletas, pues ya han sido impresas (los sondeos le daban ya menos del 2%). Si ningún candidato recibe más del 50% de los sufragios —la opción más probable, según los sondeos— habrá una segunda vuelta entre los dos más votados el próximo 28 de mayo.

Erdogan saludaba a unos simpatizantes, este sábado en el barrio de Beyoglu, en Estambul.OZAN KOSE (AFP)

La campaña, desde luego, ha sido de todo menos equilibrada. El Gobierno aprobó hace meses una ley que permite al presidente y sus ministros utilizar todos los recursos del Estado en mítines y actos políticos, además de contar con el apoyo de la mayoría de medios de comunicación. Pese a ello, la alianza que comanda Erdogan —que incluye, además del AKP, al partido ultraderechista MHP, otras tres formaciones aún más a la derecha y una pequeña de centroizquierda— no parece tenerlas todas consigo.

Las elecciones del 14 de mayo “son un intento de golpe de Estado político por parte de Occidente”, dijo el ministro de Interior, Süleyman Soylu, a finales de abril. Y el líder del MHP, Devlet Bahçeli, advirtió a “los traidores” de la oposición que su futuro es “la cadena perpetua o una bala en el cuerpo”. Con las tintas tan cargadas no extraña que, el pasado domingo, un grupo de simpatizantes del Gobierno apedrease un mitin de la oposición en la localidad oriental de Erzurum, que hubo de suspenderse ante la pasividad policial. Otros partidos —incluidos los progubernamentales— también han denunciado ataques a sus comitivas y sus puestos de propaganda.

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