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Éric-Emmanuel Schmitt se sumerge en la formidable aventura de novelar la historia de la humanidad


Noam, el protagonista de Paraísos perdidos, la novela del escritor francés Éric-Emmanuel Schmitt (Sainte-Foy-les-Lyon, 61 años) que acaba de ser publicada por la editorial AdN en español, es ucranio. “Hace unos quince días que he tomado conciencia de que mi novela está ocurriendo en las llanuras de Ucrania, pero no ahora cuando Putin está invadiendo con sus tropas esta tierra, sino en el momento en el que hace 8.000 años fue anegada por el diluvio que desbordó el Bósforo y los Dardanelos y convirtió un pequeño lago en el mar Negro”. No pudo, pues, el autor francés encontrar un título más certero, dramáticamente profético, para la primera entrega de los ocho volúmenes con los que Schmitt se ha embarcado en la tarea formidable de novelar la historia de la humanidad a través de los ojos de Noam, trasunto del bíblico Noé. “Noam es ucranio. Lo es porque quise empezar esta historia de la humanidad precisamente ahí, de pronto en el mismo lugar donde se concentra hoy toda la tragedia contemporánea. Y no sé, me ha conmovido, he sentido una empatía superior, sincera y paralizante”. Así lo explica en una entrevista que concedió a EL PAÍS este martes en Sevilla este catedrático de filosofía, novelista, dramaturgo y poeta, uno de los autores francófonos más leídos en el mundo.

El autor de El señor Ibrahim y las flores del Corán y Cartas a Dios (ambas llevadas al cine) ha sido hasta ahora un escritor de pequeñas historias sencillas, de hondo pero de corto aliento. Sin embargo, después de treinta años de lenta cocina interior, Éric-Emmanuel Schmitt regresa al panorama editorial embarcado en su aventura más ambiciosa. “Cierto es que me consideran un maestro de lo corto. Pero desde que cumplí 25 años me he estado preparando, de forma secreta, para escribir esta gran obra. Con esa edad era incapaz de realizarla, así que me construí un programa de vida. Me di dos tareas: adquirir los conocimientos históricos, filosóficos, espirituales, enciclopédicos y científicos para llevarla a cabo; y por otro lado, hacerme con los medios novelescos y el aliento de escribir una novela que pudiera llegar hasta las 5.000 páginas. Durante varias décadas he estado furioso conmigo mismo porque jamás me sentía preparado. Lo intentaba y me daba cuenta de que era demasiado pronto. Pero hace tres años, de repente cogí la pluma y la novela salió muy fácil”, explica Schmitt.

Me consideran un maestro de lo corto. Pero desde que cumplí 25 años me he estado preparando, de forma secreta, para escribir esta gran obra

En esta primera entrega de la serie ―compuesta por ocho volúmenes y que lleva por título La travesía de los tiempos― cuenta la historia de Noam, nacido hace ocho mil años en un poblado lacustre en medio de una naturaleza paradisiaca. El protagonista tendrá que medirse con la primera gran catástrofe natural conocida: el diluvio, “que no solo hará entrar a Noam en la historia, sino que determina su destino”. “Mi personaje es un héroe a pesar de sí mismo. No es alguien que busca la grandeza, ni la gloria”, desgrana el autor, que ha recurrido a uno de los temas más universales de la literatura para dotar de complejidad a Noam: entregarle el don de la inmortalidad: “Pero he querido distinguirme completamente de los personajes inmortales habituales en la historia de la literatura, que a menudo son seres maléficos, vampiros, demonios… Noam es un hombre corriente”. “Mi héroe es animista, un asunto ecológicamente muy eficaz. Porque Noam aún no se cree por encima de la naturaleza, sino que forma parte de ella”.

En Paraísos perdidos, donde no existe aún el supremacismo humano, Éric-Emmanuel Schmitt ha trazado “una historia mediterránea” como tercera vía a los dos grandes libros que, de manera opuesta, parecían tener condensada hasta la fecha la historia de la humanidad y el conocimiento: la Biblia y, con la llegada de la Ilustración, la Enciclopedia. “Yo no quería hacer una historia de los hechos sino más bien una historia de ficciones, apoyado en los grandes libros que han creado las religiones y sobre los que se han construido nuestras civilizaciones. Cuando terminé la carrera, le dediqué mi tesis a Diderot, el autor de la primera enciclopedia del mundo. Me gusta el saber enciclopédico porque es un conocimiento sin jerarquías. En una enciclopedia es tan importante explicar cómo se hace el pan como la metafísica de Aristóteles. Y esto es lo que yo he intentado hacer en mi obra”, reflexiona.

Estoy escribiendo el tomo de Egipto y he encontrado ahí el transhumanismo de Silicon Valley

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Este primer volumen, publicado en España desde el pasado 17 de marzo, levanta, por tanto, el decorado: un contexto neolítico. “Es la última vez que la naturaleza tiene el control; después, el ser humano es quien dominará. Noam está en el momento de transición. Nosotros vivimos hoy en una naturaleza totalmente hominizada, desequilibrada por la actividad humana”, protesta el autor, que posee la teoría de que “muchas depresiones contemporáneas tienen su origen en esto: la pérdida de ese paraíso y la añoranza de un mundo animista, alejado del universo materialista que tenemos hoy”.

Con la segunda entrega ya publicada en Francia (La puerta del cielo) y ubicada en la ciudad de Babel y la cultura mesopotámica, el autor es consciente de que su “inmenso proyecto” no es una obra cerrada. “Hice un plan estricto para esta novela de 5.000 páginas con acontecimientos, emociones, con sorpresas que sí que he previsto, pero ahora sé que es un plan dinámico, podrá cambiar a lo largo del camino como yo voy cambiando con mis personajes. Sé cómo termina, eso sí”. A ese respecto, el último libro previsto en La travesía de los tiempos se para en las grandes revoluciones ―industriales, políticas, económicas― del siglo XX. ¿No le interesa el mundo digital? ¿Llegará al metaverso? “Voy a confrontar siempre el pasado y el presente en todas las novelas. Ahora estoy escribiendo el tomo de Egipto, y he encontrado ahí el transhumanismo de Silicon Valley”, asegura.

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