Lor Sabourin en uno de los pasos clave de la vía ‘Cousin of death’, en Arizona. / Blake McCord.
Cuando en 2011 el francés Arnaud Petit escaló una vía deportiva de dificultad (8b) prescindiendo de los seguros de expansión, fijos, y protegiéndose únicamente con seguros de quita y pon, la comunidad escaladora aplaudió, asombrada, la osadía. En septiembre de 2021, Lor Sabourin escaló una dificultad de 8b+ (la complejidad se mide con una escala que usa números y letras de forma ascendente) usando únicamente seguros de quita y pon, pero en su caso, la noticia, publicada por una revista especializada estadounidense, trajo una violenta reacción de odio: el titular celebraba que Lor Sabourin era la primera persona no binaria —no se define ni como hombre ni como mujer— en escalar semejante dificultad. El texto podría haber especificado también que, en realidad, muy pocas personas en el mundo son capaces de escalar esta dificultad autoprotegiéndose, pero al destacar el género de Sabourin estalló la violencia en las redes sociales.
Nacida mujer hace 28 años en Estados Unidos, Lor Sabourin descubrió camino de la adolescencia que no se identificaba ni con el género de su nacimiento ni con el masculino. Ahí mismo arrancó un doloroso proceso de descubrimiento, aceptación y búsqueda de un espacio en una sociedad demasiado acostumbrada a las relaciones binarias. Sabourin no es ni un escalador de élite ni una escaladora de élite: simplemente escala, de manera sobresaliente, mientras sufre un calvario para encontrar un lugar en el mundo en el que nadie juzgue qué necesita ser. “Cuando no sabemos cómo nombrar a alguien, lo más respetuoso es preguntar a esa persona qué pronombre quiere que se use: ella, él o elle. Se buscó una vocal neutra y por eso Lor sabourin es un escaladore”, comenta Uge Sangil, Presidenta de la Federación Estatal LGTBI+.
Lor Sabourin se declara trans, pero no aclara si esa transformación tiene que ver con algún tipo de intervención médica. Lo que no esconde es su miedo. Alarmada por el comportamiento violento de una parte de la comunidad escaladora, la firma Patagonia decidió aparcar su cruzada medioambiental para acelerar el desenlace de un documental en el que trabajaba desde tiempo atrás para contar quién es Sabourin. “Esta película, y las transformaciones que inspiró, requirió de un equipo de personas comprometidas con el lío absoluto de aprender y crecer”, recuerda Lor Sabourin. El “lío” fue dramático: a los 17 años flirteó con el suicidio y sobrevivió in extremis a una sobredosis; sufrió una violación, trastornos de la alimentación y, siempre, miedo. El miedo a no tener seguridad en ninguna parte.
Esa inseguridad es habitual en el mundo de la escalada, especialmente cuando se escala en grandes paredes prescindiendo de los seguros fijos de expansión. Una caída puede tener consecuencias nulas, muy graves o fatales. Normalmente, los escaladores no hablan de sus accidentes, ni del miedo que sienten. En las redes sociales, nadie parece tener jamás dudas, ansiedades o temores. El documental de Patagonia, titulado They/Them (los pronombres preferidos de Lor Sabourin, documental que puede verse en Youtube) recoge la valentía de su protagonista: no es valiente por afrontar una escalada severa y comprometida, sino por ser capaz de mirar a cámara y confesar un miedo tan incómodo como impúdico. Hace falta ser valiente para fallar una y otra vez delante del objetivo, para desear no estar ahí, enfrentado a un movimiento resbaladizo, para confesar que no quiere caer.
Para una persona acostumbrada a esconderse durante toda su vida, a pasar de puntillas por su identidad de género tratando de complacer al resto, dibujando equilibrios para tranquilizar a la parroquia, el documental supuso una inmersión brutal en un escaparate inesperado. “Mi estrategia de supervivencia, hasta que llegó la oportunidad de rodar mi historia, era agotadora”, confiesa Lor. Había pasado años huyendo de su identidad sin saber lo que realmente significaba. Sigue sin tener todas las respuestas, pero ahora sabe que no debía haber quitado importancia a su identidad por la comodidad de sus interlocutores. También cree que el documental refleja la historia de una persona menos interesada en una carrera en la escalada de élite que en la búsqueda de empatía y dignidad.
El hilo conductor del documental es la lucha de Lor por escalar en libre una pared de arenisca, en Arizona, que se encuentra muy cerca de su límite físico y mental. Ni siquiera se menciona la dificultad (elevada) de los largos para no desviar la atención de lo esencial: no es la enésima historia de escalada, sino el testimonio directo de una persona que solo pide comprensión, aceptación y no temer la reacción de su comunidad cuando acude a un sector de escalada. No es casualidad que los momentos más emocionantes, la sinceridad más genuina en el discurso de Lor, fuesen filmados en la pared, donde estaba a solas con el realizador.
La cinta supone un viaje tanto pedagógico como introspectivo. Un viaje que Lor nunca tuvo claro que sería capaz de emprender: “No se trata solo de mi experiencia como persona trans, sino de algo mucho más universal como el deseo de pertenecer a algo y cuidar nuestra salud mental”.
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