El presidente de Chile, Gabriel Boric, saluda tras un acto en La Moneda, la sede del Gobierno en Santiago, el 23 de agosto de 2022.Esteban Felix (AP)
Con el amplio rechazo a la nueva Constitución –62,55% contra el 37,45% para el apruebo, con la mitad escrutada–, el Gobierno de Gabriel Boric ha sido uno de los principales derrotados de esta jornada, aunque podría aplacar el impacto con gestos y movimientos políticos de unidad nacional. Primero enlazó su destino a la convención constitucional, al texto que presentó al país y, luego, a una de las opciones del plebiscito de salida, el apruebo. Pese a las recientes declaraciones del mandatario y de sus ministros en que se distanciaban del resultado –”acá no pueden haber vencedores y vencidos”, ha dicho Boric– la unión entre el respaldo al Gobierno y la opción del apruebo era evidente para una buena parte de la ciudadanía. Ante este impacable resultado del referéndum electoral, que se ha vivido como un plebiscito a su gestión, Boric y los suyos están empujados a liderar acuerdos no solo con la oposición, sino con el ala moderada de su propia coalición. Es el precio que deberá pagar para intentar liderar un nuevo proceso constituyente amplio en el Parlamento que, quizá al cabo de un año, termine con un texto respaldado por las grandes mayorías.
Los movimientos políticos empezaron apenas se cerraron los locales de votación esta tarde, cuando se conoció que Boric ha convocado a todos los partidos políticos a una reunión en La Moneda este lunes a las cuatro de la tarde, hora local, para dar “continuidad al proceso constituyente” en un espacio de “diálogo transversal”. Es parte de las negociaciones que el Gobierno ha emprendido en las últimas horas ante la posibilidad cierta de que hoy ganara el rechazo, como finalmente sucedió. No resulta evidente la forma en que continuará el proceso, porque esta amplia ventaja a favor del rechazo deja a sus defensores –la derecha y la centroizquierda, que se ha articulado por fuera de sus partidos– en una inmejorable posición para negociar sus convicciones. Si hace unas semanas el presidente Boric dijo que se debía convocar a un nuevo proceso constitucional, idéntico al primero, esto hoy está en entredicho.
El Parlamento, desde ahora, tendrá especial relevancia en las negociaciones con miras a una nueva Constitución. No resulta evidente, sin embargo, las posiciones que adoptarán los extremos políticos, como el Partido Comunista, por la izquierda, y el Partido Republicano, por la derecha, ambos con representación parlamentaria. Tampoco parece claro si con esta derrota aplastante del rechazo, el presidente Boric tendrá espacio para liderar el proceso.
El Gobierno comenzó a operar políticamente a favor de la moderación solo cuando la convención constitucional había terminado su trabajo, por lo que los críticos no entienden las razones del Ejecutivo para no haber interferido antes a través de sus convencionales, que eran mayoría. El ala izquierda de su bloque político, sin embargo, no podrá cobrarle a Boric no haberse jugado de lleno por la nueva Carta Magna. Este sector, integrado fundamentalmente por el Partido Comunista, ha sido otro de los perdedores de la jornada. Con este resultado sobre la mesa, los socialistas intentarán tener mayor influencia en un Gabinete que cambiará en las próximas horas –presumiblemente el martes–, mientras la derecha pedirá que rectifique en su agenda de cambios.
A la unión entre el Gobierno y el apruebo ayudaron las declaraciones de los ministros políticos: “Con la Constitución actual, muchas de nuestras reformas no se podrían llevar adelante”, aseguró Giorgio Jackson, uno de los más cercanos a Boric, incluso antes de que la convención entregara el texto definitivo un mes después. Lo respaldó el propio presidente: “Es evidente que el actual marco constitucional, de la Constitución de 1980, es un obstáculo para algunas de las reformas que nosotros queremos hacer”. La portavoz, Camila Vallejo, en la misma línea aseguró por aquellos días que “el programa de Gobierno, su profundidad, depende también en gran medida de lo que pase el 4 de septiembre”.
Estas declaraciones fueron matizadas sobre todo cuando La Moneda comenzó a convencerse –para algunos tardíamente– de que no resultaba imposible que ganara el rechazo a la nueva Constitución, algo que no estaba en los planes de la nueva generación de líderes del Gobierno. El 15 de julio –menos de dos semanas después de que se conociera el texto definitivo–, Boric anunció que en caso de ganar el rechazo habría un nuevo proceso constituyente. Era la primera vez que ese escenario era admitido por el mandatario, lo que provocó dos cosas: un enojo en parte de sus bloques políticos –hubo un dirigente comunista que incluso lo calificó de traidor– y la decisión cierta, al mismo tiempo, de apostar por el apruebo desde el Gobierno, en acciones que han sido catalogadas por los no oficialistas como “al límite de lo correcto”.
Pero La Moneda decididamente decidió cambiar de estrategia a fines de julio. El 25 de ese mes Boric señaló: “Todo es perfectible y vamos a llevar adelante ese proceso después del plebiscito”, en referencia a reformas para mejorar la propuesta de la convención. Solo algunos días más tarde, sin embargo, cambió de opinión y comenzó a empujar la batería de compromisos constitucionales para mejorar la propuesta de la convención, los que se hicieron públicos el 11 de agosto. Fue una forma de darle garantías a los electores que tenían dudas sobre apoyar la propuesta.
Ante la derrota de la nueva Constitución, se espera que el presidente chileno intente desde esta misma noche desacoplarse del fracaso y de convocar a una ciudadanía a un nuevo proceso constituyente. Pero hay quienes observan una oportunidad. El economista Andrés Velasco, que estuvo por el rechazo, en una reciente entrevista señalaba este fin de semana que gane quien gane, la mitad del país quedará disconforme con el resultado. “El proceso ha acrecentado las divisiones entre las personas en vez de reducirlas. Esos son mensajes que el Gobierno debe recoger. Parecen una complicación, pero, para el presidente Boric, también resultan ser una oportunidad. Una oportunidad para ayudar a restañar esas heridas, renovar su Gabinete, recalibrar la coalición que lo apoya dando más peso al socialismo democrático y, en caso de que triunfe el rechazo, para liderar junto al Congreso la segunda etapa del proceso constitucional”.
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