Hace dos décadas, Albin Kurti (Prístina, 45 años) lideraba manifestaciones estudiantiles contra la represión de la minoría albanesa por parte del Gobierno de Slobodan Milosevic. Pasó dos años en la cárcel por “poner en riesgo la integridad territorial de Yugoslavia”. Su movimiento protestaba más tarde contra la misión de la Unión Europea y llenaba de grafitis las instalaciones de la misión de la ONU con la frase “Jo negociata” (No a las negociaciones). Le apodaban entonces el Che Guevara de Kosovo.
Este martes, dos días después de que el partido nacionalista de izquierdas que lidera, Vetevendosje, barriese en las elecciones legislativas, con casi la mitad de los votos, y ya como más que probable próximo primer ministro de Kosovo, recibe de chaqueta y corbata a EL PAÍS en la nueva sede de su formación en Prístina, donde el libro de visitas está que arde. Consciente de su pasado y de su nueva responsabilidad, evita sonar tajante y relativiza sus declaraciones más radicales con la facilidad de palabra y el carisma sobre los que coinciden quienes le han conocido en distintas épocas. Se le nota cansado: su vida ha sido un tiovivo desde las elecciones de 2019, cuando su partido ya fue el más votado y ocupó por primera vez la jefatura de Gobierno. Solo 51 días, los que su socio de coalición tardó en arrepentirse y presentar una moción de censura, en una maniobra que los seguidores de Vetevendosje atribuyen a presiones de la Administración de Estados Unidos. En la entrevista, manifiesta su voluntad de “revisar” los acuerdos parciales ya firmados entre Kosovo y Serbia en el marco del diálogo que mantienen desde 2011 con la mediación de la UE. También la “importancia” de que España reconozca a Kosovo, objetivo que se marca como prioridad personal.
“Estoy muy deseoso de explicar tanto a la élite política como a la gente de España que no tienen nada que temer de la independencia de Kosovo. Reconocernos no supone ninguna injusticia para nadie; al contrario, es unirse a la mayoría de países de la ONU. Kosovo no debe ser comparado con ninguna región de España. Es absurdo tratar de poner a España en la misma categoría que Serbia porque Serbia estaba implementando un apartheid en los años noventa que culminó en un genocidio en 1999. No es una situación con la que a nadie le pueda gustar ser comparado o identificarse, menos aún España. En tanto que país de la UE y de la OTAN, este reconocimiento es importante para nosotros y va a ser una gran prioridad para el Ministerio de Exteriores y para mí, como primer ministro”.
Considera una “ventaja” que el PSOE lidere el Ejecutivo en España y sea, además, el partido del Alto Representante de la UE, Josep Borrell, quien precisamente eligió Prístina como su primera visita exterior tras ser nombrado responsable de la diplomacia comunitaria en diciembre de 2019. “Debería haber alguna cooperación y solidaridad entre los socialdemócratas de Europa”, señala antes de destacar las “muy buenas relaciones” que tiene su formación tanto en la Internacional Socialista como en la Alianza Progresista, a las que pertenece el partido que encabeza Pedro Sánchez.
Kurti utiliza un símil automovilístico para explicar su posición ante las negociaciones con Serbia, con las que se ha mostrado muy crítico –de obra y palabra– en el pasado. Tanto que se ha quedado sin escaño en estos comicios porque está condenado por lanzar en 2015 un bote de gas lacrimógeno en el Parlamento cuando se votaban dos acuerdos, uno de los cuales incrementaba la autonomía de los municipios kosovares de mayoría serbia. “Antes de arrancar el motor, hay que mirar el retrovisor”, ilustra para defender la necesidad de “revisar” –”no con la idea de revisionismo”, matiza– los acuerdos alcanzados con Belgrado para “descubrir cuáles han sido implementados, cuáles no, dónde estamos… Cerrar ese capítulo y empezar otro, que sería el reconocimiento mutuo”. Bruselas se opone a deshacer lo andado.
El líder de Vetevendosje ha venido poniendo estos años tres condiciones para sentarse a la mesa de negociaciones que Serbia jamás aceptará como punto de partida: que admita su responsabilidad en la guerra de 1998-99, repare a Kosovo por ella y se implique en resolver los casos de miles de desaparecidos del conflicto.
Pregunta. ¿Siguen en pie esas condiciones?
Respuesta. Una vez que se establezca el marco del futuro diálogo, las pasaremos a través de mediadores.
P. ¿Y si Serbia no las acepta?
R. Supongo que tendremos que involucrar a la comunidad internacional para ver por qué no las acepta, lo que ya es un diálogo. Consideramos que Serbia está en deuda con nosotros.
Kurti acusa a Serbia de haber utilizado “la táctica del salami para ir consiguiendo lo que puede” sin pagar el precio del reconocimiento de Kosovo, y de “no afrontar su propio pasado” tras haber “causado cuatro guerras en la antigua Yugoslavia”. “Nunca hemos estado en contra del diálogo, sino de negociaciones que eran como: ‘Hay que dar algo a Serbia’, y en las que no se nos trataba como socios en pie de igualdad. Ahora, es necesario algo de igualdad en este diálogo”, añade.
“En vez de un diálogo cerrado, diplomático, autoritario entre líderes, estoy a favor de un diálogo abierto, democrático, social, totalmente transparente” en el que “los ciudadanos sean los últimos beneficiarios, y no políticos autoritarios” y en el que tanto Bruselas y Washington como Berlín y París vayan de la mano. “El diálogo con Bruselas no tiene que estar enmarcado de una forma en la que se piense cómo líderes fuertes pueden vender el acuerdo a su gente o cómo podemos salvar el pellejo a este político”, resume. “Si preguntas a la gente en Kosovo cuál es su prioridad, el diálogo con Serbia sería la sexta o séptima. Yo puedo hacer una concesión y colocarla la cuarta, pero las dos prioridades principales son empleo y justicia. Es por lo que ganamos y es como ganamos”.
Asimismo, quiere evaluar la decisión del anterior Ejecutivo de establecer una Embajada en Jerusalén, afeada por la UE. Aunque Estados Unidos trasladó allí la legación durante la etapa de Donald Trump, el abrumador consenso internacional es mantenerla en Tel Aviv hasta que el estatus definitivo de la ciudad se decida en unas negociaciones de paz. Israel la considera su capital y los palestinos aspiran a convertir la parte oriental de la ciudad, bajo ocupación israelí, en la capital de su futuro Estado. La decisión kosovar se tomó a raíz de un acuerdo, fundamentalmente económico, firmado el pasado septiembre en la Casa Blanca por el presidente serbio, Aleksandar Vucic, y el entonces primer ministro de Kosovo, Avdullah Hoti. En contrapartida, Israel reconoció a Kosovo. “El acuerdo de Washington no dice dónde debe estar la embajada. Tengo curiosidad por ver en los dosieres de la oficina del primer ministro y del Ministerio de Exteriores cómo se discutió esta cosa. Tampoco está claro en qué lugar de Jerusalén, porque es un asunto importante también. Estamos ante una suerte de hecho consumado y queremos tomar las decisiones adecuadas junto con la Administración [del presidente estadounidense, Joe] Biden”, explica.
Source link