De un partido que demandó más de una camisa de fuerza salió España disparada a los cuartos de final, donde se medirá el viernes, a las 18.00 en San Petersburgo, a Suiza, sorprendente verdugo de Francia. La Roja vivió una tarde de locos en Copenhague, después de un encuentro jugado en una montaña rusa. Un duelo resuelto en una prórroga en la que la selección desató su última carga. Antes hizo lo bueno, lo regular y lo peor. Es un equipo a tirones, inconsistente e impredecible. Lo mismo falla dos penaltis en la fase de grupos que su portero tiene la desdicha de obsequiar a Croacia con un gol de traca. España, lo mismo remonta con aplomo (1-3) que se deja remontar sin aplomo (3-3). La gente la había tomado con Morata y resulta que define un gol para enmarcar (3-4). Sobre Unai ya se discurrían monólogos, memes y demás cuando el del Athletic socorrió a los suyos recién iniciada la prórroga. En esta España nada es lo que parece. Tan distante estaba del gol que lleva 10 en dos partidos.
De entrada todo fue asunto de España. Croacia le brindó la pelota y la Roja lo aceptó de buen grado. Con su adversario abrochado en las mazmorras de su área, el partido era un monocultivo español. Solo había pisadas en territorio croata. Los camaradas de Modric no querían lo que él más estima. A pies croatas la pelota solo era un artefacto incómodo.
Al equipo de Luis Enrique le bastaba con la voluntad gregaria para encontrar refugio en el balón y, a partir de ahí, articular el juego. Una partida al solitario de la que casi saca provecho Koke. Pedri, clínico, peritó de maravilla un pase filtrado y citó al capitán colchonero a un duelo esgrimista con Livakovic. Koke llegó al asalto al punto de penalti, con el gol de par en par. Pero el portero del Dinamo de Zagreb rebañó la pelota con los pies. Poco después fue Vida el que frustró un cabezazo de Morata. España tenía el partido que hubiera firmado: una mesa redonda en torno al balón y el rival embridado en su rancho, a varias cuadras de Unai Simón. Lo único que molestaba al meta del Athletic era el sol. Por entonces…
El fútbol tiene momentos súbitos. Instantáneas que nadie es capaz de presagiar. Ahí andaba Unai trasteando con el molesto sol cuando Pedri le cedió el balón desde medio campo. La jugada requería un control parvulario del guardameta. El hombre perdió de vista la pelota y los pies le hicieron una moña. Qué desalmado puede llegar a ser el fútbol cuando saca la lengua. Y máxime con el más ermitaño de los futbolistas, el portero. Aislado en lo que de repente le parece un zulo, sin subsidio de abandono, rumia que rumia una cantada que sin remedio quedará como una tacha para la eternidad. Tal fue la chapuza que la UEFA atribuyó el gol a Pedri en su único disparo a portería en todo el torneo. El colmo.
La mala pata de Unai dio un segundo aire a Croacia, por unos momentos algo más expansiva. Turbada por el enorme chasco del gol, la selección de Luis Enrique aguantó sonada pero sin irse a la lona. Un disparo de Kovacic y una aventura de Vlasic parecieron anunciar un cambio de agujas en el devenir del encuentro. Pero a esta Croacia le cuesta un mundo el juego ofensivo. De hecho, se lo mejoraron con creces los suplentes, Orsic y Pasalic.
España encontró alivio cuando de nuevo dio un paso al frente. Cuando otra vez gravitó sobre la pelota y Pedri recuperó la gobernanza. El canario, que llegó a su primera gran convocatoria internacional como becario, hoy ya es un ponente. Le falta familiaridad con el área rival, pero es un reloj con botas: fino, astuto para dar y quitar, con recursos para sacudirse rivales y con observatorio panorámico para asistir. 18 años le han valido para escudriñar todos los intríngulis del fútbol.
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Iba y venía Pedri con ese aire simulado de chiquillo a punto de rajarse en un partido de adultos, cuando tras un ataque con varios embrollos Gayà enganchó un zurdazo, Livakovic desvió la pelota como pudo y Sarabia embocó un zurriagazo. Una dedicatoria unánime para Unai, retirado al descanso con el consuelo de De Gea.
De regreso del intermedio, el equipo español partió con la firmeza del inicio. Y Unai, tan marcado para mal, acabó marcado para bien. El 1-2 partió de los mismos pies que en el 1-0 se le hicieron un ovillo. Sin titubeo alguno, el vasco pisó con temple varias veces la pelota, visto que los croatas querían presionarle por ver si se repetía el fallo verbenero. Unai atrajo a varios rivales, Croacia se agrietó y puso en ruta a Azpilicueta. El mismo que cabecearía el 1-2 tras derivar la jugada por el otro costado y centrar Ferran. Mérito tuvo Unai. Lo mismo que ante Gvardiol, a cuyo disparo respondió con manos de acero.
Angustias y más angustias
Descamisada Croacia, Ferran selló el 1-3 en una contra. Todo parecía liquidado, pero tras una incesante ruleta de cambios a la Roja se le fueron las riendas. Un barullo en el área no lo pudo evitar el portero vasco cuando bajo palos quiso sacar el remate de Orsic. La pelota ya estaba dentro. Minutos de angustia para España. De nuevo debía manejarse ante otra situación que podía ser crítica tras una remontada tan airosa. Al equipo le faltó cuerpo, empaque, tablas. Pasalic cazó el 3-3 a cuatro minutos del final. Laporte no llegó, Pau se demoró y Croacia se vio ante su patio particular: las prórrogas. Tres superó en Rusia 2018 para ser subcampeón.
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En Copenhague la única lógica era la ilógica. Dos equipos con el corazón deshuesado ante un tercer tiempo de sacudidas por aquí y por allá. Unai le hizo un paradón a Kramaric justo después de que a Orsic se le fuera un zapatazo por un dedo. Como era un partido del revés, crecida Croacia irrumpió Olmo, diablillo por la banda derecha. Su centro a Morata se lo tragó Brekalo y el de la Juve, tan crucificado, certificó un golazo. Amortiguó el balón con la derecha y zurdazo a la red. Como todo estaba fuera de control, Oyarzabal, que llevaba un rato de espantos, se apuntó el 3-5 tras otro chispazo de Olmo. De locos.
Luis Enrique, durante el partido. En vídeo, declaraciones del seleccionador nacional tras el encuentro.
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