MADRID (AP) — España celebrará el domingo sus cuartas elecciones generales en cuatro años, y las segundas en 2019, en un ambiente marcado por la desconfianza del electorado y una renovada apuesta por el independentismo en Cataluña, que ha impulsado a la ultraderecha.
Las últimas encuestas publicadas en los medios españoles dan indicios de que habrá un final cerrado entre los bloques de derecha e izquierda, lo que deja entrever que la votación del domingo, que se produce en un ambiente fragmentado y polarizado, no ayudará a disipar el estancamiento político del país.
El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), al que pertenece el presidente del gobierno Pedro Sánchez, parece encaminado a volver a obtener la mayor cantidad de escaños en el Parlamento, pero menos de los que logró en abril, cuando no obtuvo el apoyo de sus rivales de la izquierda para mantenerse en el poder.
Repetir unas elecciones hace aún más difícil convencer a nuevos votantes, dijo el analista político Pablo Simón, profesor de la Universidad Carlos III.
“Todo viene dado por una suerte de enfado notable de la opinión pública ante la repetición electoral, con niveles de descontento récord con la clase política y un enorme pesimismo respecto a cuál va a ser la marcha de la economía el año próximo”, manifestó.
Sánchez es uno de los cinco aspirantes a la presidencia del gobierno. En los últimos días, ha tratado de convencer tanto a los indecisos como a los votantes de centro afirmando que su próximo mandato se centrará en cuestiones económicas, y que endurecerá su postura sobre el independentismo catalán.
Ha prometido volver a imponer penas de cárcel a quienes celebren referéndums secesionistas ilegales, anulando la postura previa de los socialistas.
“Si queremos un gobierno fuerte frente a la precariedad y el bloqueo, si queremos un gobierno progresista frente a la ultraderecha, y un gobierno moderado frente a los extremistas, aquí está el partido socialista para votarlo”, dijo Sánchez el viernes, mientras concluía una campaña de ocho días en Barcelona.
La capital catalana se ha visto afectada por una ola de protestas masivas, que en ocasiones se han tornado violentas, luego de que nueve líderes del movimiento independentista de la próspera región fueron sentenciados a varios años en prisión por su intento de separarse de España hace dos años.
La turbulencia ha generado apoyo en el resto de España hacia la oposición de Sánchez: el Partido Popular, de tendencia conservadora, y el ultraderechista Vox, cuyo líder terminó la campaña pidiendo a los votantes respaldar su “alternativa patriótica” para derrocar al mandatario socialista.
Aunque Sánchez logre recabar el apoyo del partido antiausteridad Unidas Podemos y de su nueva escisión, Más País, un gabinete socialista necesitará o bien el respaldo de formaciones regionales más pequeñas o la abstención de la oposición de derechas.
La cuarta economía de la “Eurozona” no tiene un gobierno estable desde mediados de 2018, cuando Sánchez derrocó a los conservadores, marcados por los escándalos de corrupción, en una moción de censura en el Congreso de los Diputados. Su gobierno de centroizquierda en minoría colapsó menos de un año después al perder el respaldo de los regionalistas.
Los socialistas de Sánchez pasaron de 85 a 123 escaños en las elecciones de finales de abril. Pero para gobernar necesitaba una mayoría absoluta, o el voto favorable de 176 de los 350 diputados de la cámara baja, y sus discrepancias con el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, le impidió lograrlos.
Las últimas encuestas muestran que las dos formaciones de izquierda podrían perder terreno.
El Partido Popular, por su parte, se recuperaría tras perder más de la mitad de su representación parlamentaria en abril, cuando sacó apenas 66 diputados. Según las encuestas, los conservadores tendrían un mejor resultado esta vez. Pero las opciones de su candidato, Pablo Casado, de formar gobierno son menores que las de Sánchez, ya que se espera que su aliado natural, la formación de centroderecha Ciudadanos, no logre un buen resultado.
“No podemos dividir esfuerzos, no podemos fragmentar todo el ímpetu de cambio que tiene España”, declaró Casado ante unos 3,000 simpatizantes reunidos para su mitin de cierre de campaña en la plaza de toros de Madrid.
Pero el partido que más se ha beneficiado hasta la fecha de la crisis catalana ha sido Vox, gracias a su mezcla de nacionalismo español y populismo.
Además de pedir la anulación del autogobierno en Cataluña y la ilegalización de los partidos independentistas de la región, Vox reforzó su retórica antiinmigración. Publicó videos electorales en los que relacionó a los migrantes con la delincuencia y celebró mítines en el exterior de albergues para menores no acompañados.
Vox obtuvo 24 escaños en abril, menos de lo que pronosticaban los sondeos entonces, aunque fueron una victoria sin precedentes para la ultraderecha española, que estaba en los márgenes de la política de masas desde el final de la dictadura del general Francisco Franco en 1975. Esta vez, las encuestas indican que Vox podría tener al menos 40 representantes en el Congreso.
La formación respalda coaliciones de gobierno minoritarias entre el Partido Popular y Ciudadanos en las regiones de Madrid, Andalucía y Murcia, y sus votos fueron clave en la formación de muchos gobiernos locales, explicó Bonnie Field, profesora de Estudios Globales en la Universidad de Bentley.
“Si los partidos de derechas logran una sorpresiva victoria el domingo, este acuerdo estará seguramente sobre la mesa”, adelantó.
Se espera que la participación en esta repetición de los comicios sea baja, algo que generalmente beneficia a los partidos de derechas. Según Field, los socialistas lograron movilizar al electorado en abril en base al “miedo a la derecha radical y a la posibilidad de que un gobierno de derechas dependiera de ellos”.
“Veremos si eso funciona de nuevo”, añadió.
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