Comienza un nuevo año y en vez de nuevos propósitos, vamos a plantearnos qué historias de las vividas en el 2021 tendrán recorrido los próximos 363 días. Podríamos comenzar por el sofisticado culebrón protagonizado por nuestro rey emérito, quién algunos esperaban ver llegar por Navidad en un vuelo de Emirates Airlines. Pero no pudo ser y es probable que esa cuarentena tenga que alargarse un poco más hasta conseguir organizar bien ese anhelado regreso.
Un posible giro argumental, siempre de ficción, sería que el monarca se decidiese a permanecer en Abu Dabi de una forma un poco más estable, al menos 183 días al año para así poder disfrutar plenamente de la residencia fiscal en el Emirato y de 182 dichosos días en España. Además, allí ha recuperado amistades, pero con ese cariño extra que da el hallarse fuera de casa. En cierta manera, más que un exilio es una nueva oportunidad, con nuevos cortesanos, una aristocracia a medida y con menor presión fiscal, algo que une y reúne mucho. En ese entorno arenoso y cálido, alguna de esas afortunadas amistades podría susurrarle con buen tino, que un retorno definitivo puede salir caro. No necesariamente como lo imagina antes de irse a dormir en su suite, decorada por los interioristas de los hoteles Four Seasons, soñando con vítores en Las Ventas o con gente de pie aplaudiendo a rabiar en la puerta de Casa Lucio. No es seguro que algo de eso suceda, pero sí lo es que al prolongar su exilio obtenga a cambio un cierto reconocimiento histórico, digno de ser recordado como un servicio final y feliz a la Corona.
Por su parte, la reina emérita, doña Sofía de Grecia, podría pedir el divorcio. Legalizarlo, después de esta prolongada interrupción temporal de la convivencia. Obtenerlo y rehacer su vida. Doña Sofía es también una mujer y como todas tiene derecho a reconducir su destino, recuperar la ilusión. Todavía es joven y no carece de atractivo. Seguro que hay candidatos a acompañarla y ella al fin podría demostrarse que no solo es una profesional, que también tiene sentimientos e inquietudes que compartir y un peinado que ha resistido tendencias y avatares impensables desde 1975. Todo eso puede garantizar una convivencia plena. Por lo que sea, poco de esto lo ha podido demostrar últimamente con su esposo y el 2022 puede ser un buen año para recomenzar. La felicidad no caduca, todo lo demás sí.
La reina Isabel II, en su discurso de Navidad desde el castillo de Windsor. Victoria Jones (AP)
Con una familia real tan extensa y carismática, las subtramas se reproducen felices como setas después de la lluvia. De todos ellos, Corinna es quizás el personaje más polémico del culebrón borbónico pero, como cualquier villana, tiene su público. En 2022 la veo más relajada. Feliz, millonaria y también dispuesta a rehacer su vida. Es la reina del multitasking. De indiscutible pericia financiera, experta en la combinación de cashmere y cash. Independiente e infatigable, dispone del nuevo año para enfrentar asuntos que tuvo que dejar aparcados. Como meterse a saco en la redecoración del casoplón en Belgravia, Londres, que ya es todo suyo. Una impresionante residencia que está ahora manga por hombro. Y eso sí puede poner nerviosa a cualquiera.
Isabel II de Inglaterra despidió el 2021 con un emocional discurso de Navidad con el que nos convenció de que es inmortal, pero no mártir. Este año nos sorprenderá con el anuncio de su merecida jubilación. Sí, marchará a un paraíso fiscal soleado y distribuirá los dichosos 183 días al año (que también le exige la residencia fiscal fuera del Reino Unido), entre su castillo de Balmoral y la finca de Sandringham. ¿Quién la sustituirá en el trono? Sabe, y sospechamos, que, con la sucesión en manos de su hijo Carlos, las cosas pueden torcerse de forma orgánica. Finalmente, serán los duques de Cambridge. Por eso nos han ofrecido como aperitivo a Kate tocando el piano desapasionada pero concentrada. Sus dedos deslizándose sobre las teclas como quien lava la bendita cachemira a mano con Norit. Kate cumplirá 40 años el día 9 y la verdadera celebración será ver cómo consigue arrebatarle a Camilla y a Carlos el trono. El sorpasso. Para los dianistas, y sus hijos, la venganza perfecta.
Bárbara Rey y Bigote Arrocet, quizas no se eternicen como pareja, pero sí lo suficiente como para reverdecer al género “reality show” de amores maduros y disfrutar de unos días de descanso en Abu Dabi, después de su boda en exclusiva. Los debates en torno a los preparativos, la elección de vestidos, invitados y madrina tendrían un éxito mediático abrumador.
¿Qué va a pasar con Bennifer, la pareja formada por Jennifer Lopez y Ben Affleck? Esa formidable carga genética, capaz de un amor que es un bumerán, tendría que reproducirse. Ellos, representantes máximos de que el amor todo lo consigue, merecen ese premio. ¡Que la ciencia les ayude! Y su triunfo también será el nuestro, en 2022.
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