Los belgas dominan el arte de ponerle nombre a sus frágiles, heterogéneas y a veces imposibles coaliciones de Gobierno. La que nace hoy, tras más de 600 días de la ruptura de la anterior coalición (apodada sueca y también kamikaze) y 16 meses de las últimas elecciones, se llamará Vivaldi, en honor a las cuatro estaciones del célebre compositor veneciano del barroco: será roja como el verano, naranja como el otoño, azul como el invierno y verde como la primavera. Aunque en realidad se trata de un heptapartito, un complejísimo equilibrio de funambulismo político que une a las familias flamencas y valonas de los socialistas, los liberales y los ecologistas (seis partidos), a los que se han adherido además los democristianos de Flandes (los séptimos).
Al pacto, que se daba por hecho desde principios de esta semana, solo le faltaba la guinda: acordar el nombre del primer ministro. De este modo, después de 16 meses de conversaciones, 36 audiencias de los equipos negociadores con el rey Felipe de Bélgica y un fin de semana con reuniones inagotables hasta el amanecer, su nombre ha trascendido hoy a la hora del desayuno. El liberal flamenco Alexander de Croo, que ha ejercido como vice primer ministro durante los Gobiernos de Charles Michel (hoy presidente del Consejo Europeo) y también del actual gabinete de emergencia para luchar contra la pandemia, liderado por Sophie Wilmès y cuyo mandato expiraba mañana, será el encargado de pilotar un país de algo más de 11 millones de habitantes fragmentado hasta el tuétano, pero hábil a la hora de tejer alianzas, aunque a veces tarden años en hilarlas.
De Croo se ha acabado imponiendo al socialista valón Paul Magnette. A ambos les había sido encomendada por el monarca la tarea de formar un ejecutivo, por lo que se esperaba que uno de ellos acabara ocupando el cargo. Durante el tira y afloja, las quinielas apuntaban ya desde hace días al liberal. Pero en el momento de hacer pública la decisión, en una comparecencia conjunta de ambos candidatos este mediodía, el socialista ha asegurado entre risas: “Lo hemos echado a cara o cruz, le ha tocado a Alexander [de Croo] y es una excelente elección”. Sea verdad o pura ironía, el comentario demuestra el buen humor del país.
La coalición suma poco más del 53% de los votos (y 87 de los 150 diputados del Parlamento) de las ya lejanas elecciones del 26 de mayo de 2019, y deja fuera a los dos principales partidos del país los cuales fueron, a su vez, las fuerzas que arrasaron en la región flamenca, la más rica, la más poblada y también la más nacionalista. Y este último es precisamente el punto fuerte de ambos partidos. Por un lado se encuentra la Nueva Alianza Flamenca (NV-A), que recogió un 16% de los sufragios en el país (y casi el 25% en Flandes) tras provocar la ruptura de la última coalición de Gobierno. La crisis se desató por la firma de un anodino pacto migratorio con la ONU al que los nacionalistas, cuyo mensaje ha ido radicalizándose en los últimos años hasta bordear la xenofobia, se negaron. El entonces responsable de aquella cartera migratoria, Theo Francken, es un tipo poliédrico que compadrea con viejos colaboracionistas nazis mientras tiende la mano al expresidente catalán Carles Puigdemont para ofrecerle cobijo en Bélgica.
El Vlaams Belang, la segunda fuerza más votada del país, y la gran vencedora en las elecciones de 2019 (pasó de la irrelevancia a rondar el 20% en Flandes), representa el ala más dura de la ultraderecha europea, un cóctel de nacionalismo flamenco, racismo y populismo de derechas que bebe de las fuentes de la francesa Marine Le Pen y del viejo rasputín de Donald Trump, Steve Bannon. Se espera un marcaje implacable al musical y colorido Gobierno vivaldi: para ellos se trata más bien de una cacofonía de ideologías. Este domingo, mientras los sherpas de la negociación escalaban los montes presupuestarios hacia el acuerdo, el Vlaams Belang (Interés Flamenco, en neerlandés) convocó una manifestación en Bruselas que reunió a miles de personas (acudieron en coches, debido al coronavirus) en la que exhibieron músculo, cohesión y también unos pocos símbolos y consignas nazis: en la parte trasera de una pick-up de estilo americano, se podía leer (según ha informado el diario La Libre): “Los ladrones serán abatidos”, eslogan utilizado contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Alexander de Croo, el futuro primer ministro, tendrá que presentar el acuerdo de Gobierno en una sesión extraordinaria del Parlamento belga que se celebrará probablemente a finales de esta semana en la sede bruselense del Parlamento Europeo (para así respetar la distancia de seguridad entre los 150 diputados). Cabeza visible del partido liberal Open VLD, que comenzó a liderar a los 34 años, De Croo tiene ahora 44 años, es economista y proviene de una familia con varias generaciones de políticos: su abuelo era alcalde de la localidad flamenca de Brakel, igual que su padre, el cual llegó a ejercer también como ministro y presidente del mismo partido. Alexander, el eslabón más joven de esta estirpe, ostentaba en el último Gobierno de emergencia el cargo de ministro de Finanzas. Ahora asciende a lo más alto. Pero a pesar del anuncio las negociaciones continúan, pues aún toca afinar los violines con la composición del gabinete al completo. No hay paz para los políticos en Bélgica. En un lapsus, probablemente derivado de la falta de sueño y de los laberínticos quiebros de las coaliciones del país, durante la comparecencia en la que se ha anunciado el acuerdo Vivaldi De Croo le ha agradecido el trabajo a la primera ministra saliente, “Sophie Michel”, uniendo en un solo nombre a los dos últimos dirigentes del país.
Source link