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Este es el secreto por el que el Coliseo Romano se mantiene en pie

A pesar de que el Coliseo Romano no se conserva al completo, lo cierto es que hace siglos que perdió parte de su estructura y se ha mantenido tal y como lo podemos observar hoy en día desde hace mucho. Pero ¿de qué está hecho este increíble monumento? Toma nota, porque te explicamos el secreto por el que el Coliseo Romano se mantiene en pie.

Por qué el Coliseo se mantiene en pie

¿De qué está hecho el Coliseo romano para que se mantenga en pie desde que fuera construido en el 72. d.C? Pues de  un singular hormigón que de ser golpeado hoy en día no no desprendería nada de nada y eso que en el año 1349 un catastrófico terremoto, con epicentro en los Apeninos centrales, derrumbó parte de este excepcional monumento romano y luego en 1703, otro terremoto produjo también varios desperfectos.

Sin embargo, el resto se mantiene en pie y lo más curioso de todo es que si al primer golpe antes mencionado, le sumáramos más conseguiríamos una brecha, que lejos de provocar el más mínimo destrozo se cerraría a las dos semanas, explican expertos a El País.

Todo se debe al hormigón romano cuya particularidad se venía estudiando desde los años 60 pero no ha sido hasta ahora que se ha obtenido una respuesta.

El estudio sobre el hormigón del Coliseo Romano

A comienzos de enero, universidades de Italia, Suiza y Estados Unidos publicaron los últimos estudios científicos sobre los secretos del cemento del Coliseo Romano.

Hasta ahora, se sospechaba que su dureza se debía a la naturaleza volcánica de la piedra de ceniza encontrada cerca del pequeño pueblo de Pozzuoli  (rocas puzolanas) en las laderas del Monte Vesubio. Pero hoy se sabe más.

La gran arquitectura romana ha sobrevivido miles de años no solo por la pureza de sus materiales, sino también por un elemento especial: la cal apagada. Un hormigón romano que por lo visto se producía de forma tradicional, mezclando dos ingredientes diferentes: uno sólido y otro de unión, pero a esa mezcla se le suma la cal de una forma especial para lograr una dureza que se mantiene hasta nuestros días.

Hasta la fecha se sabía que los romanos construían muchos de sus monumentos con cal, pero siempre se usaba fría, atemperada con agua. “El mismo Vitruvio, famoso por sus tratados de arquitectura, recomendaba remojar la cal durante al menos seis meses”, recuerda Pablo Guerra, arqueólogo y profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Su tesis versó sobre los materiales de construcción romanos. Según explica, la mezcla de grava y cal apagada provoca una reacción química que une con éxito el hormigón que todos conocemos.

Pero entonces, ¿Qué estudiaron juntas universidades de diferentes partes del mundo para descubrir qué es lo que caracteriza a Roma? Pues el hecho de que además de la preparación tradicional de grava y cal apagada, los romanos también añadían cal viva, que añadían todavía ardiendo porque estaba recién sacado del horno y que finalmente fue la gran causante de que  la gran arquitectura de Roma haya sobrevivido hasta nuestros días.

El subsuelo también tiene que ver

Pero junto a ese hormigón del que está hecho el Coliseo Romano, tenemos que mencionar también al  tipo particular de subsuelo sobre el que descansa la parte que se conserva  y que de hecho, evitó que el edificio entero se viera afectado con los diversos terremotos producidos en la zona durante distintas épocas.

A pesar de no ser considerada una ciudad de alto riesgo sísmico, Roma puede verse afectada por los más violentos terremotos generados incluso a cientos de kilómetros de distancia, ya que las ondas sísmicas, al atravesar suelos sueltos, pueden sufrir un efecto de amplificación.

En el caso del Coliseo, la parte sur es la que está afectada por el derrumbe y la que se asienta precisamente sobre un subsuelo blando, constituido por sedimentos fluviales: el anfiteatro surge de hecho en la depresión de un lago semiartificial que, alimentado por un antiguo afluente del Tíber, se colocó en el centro de los jardines de la Domus Aurea de Nerón.

La parte norte en cambio descansa sobre un suelo mucho más sólido de rocas volcánicas, y es este hecho el que habría propiciado también que el edificio haya permanecido prácticamente intacto ante los terremotos sufridos en el 442, 484, 1231, 1255, así como los mencionados de 1349 y 1703.


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