La Unión Europea y Rusia tienen subrayado en rojo el próximo jueves 21 de julio, día en el que Moscú se verá obligada a mover pieza en la partida que juegan con el gas. La revisión anual del gasoducto Nord Stream, el paso de un tercio del gas ruso que importa el bloque comunitario, concluye esa fecha y Bruselas teme que el Kremlin justifique la suspensión de su suministro por tiempo indefinido. Sin embargo, la agencia Reuters ha sido categórica y asegura que este jueves volverá a operar con normalidad tras consultar a dos fuentes familiarizadas con la gestión de la infraestructura.
Las tareas de mantenimiento comenzaron el pasado 11 de julio. Una parada programada, pero repleta de incertidumbres tras los boicots vividos en los últimos meses a raíz de la ofensiva sobre Ucrania y las sanciones impuestas por ello. El comisario europeo de Presupuestos, Johannes Hann, advirtió este martes de que el bloque comunitario ha previsto el peor escenario de todos. “Estamos trabajando bajo la premisa de que no volverá a funcionar y en ese caso, se deben tomar ciertas medidas adicionales”, señaló.
La Unión Europea se prepara para el invierno y sus reservas de gas ya superan el 64,4% de su capacidad total, según Gas Infraestructure Europe. Para ello ha compensado la reducción de las importaciones rusas con la compra del caro gas natural licuado y su sustitución progresiva por el gas canalizado desde otros países, desde Noruega al norte de África y Oriente Medio. Todo ello a un alto coste: el precio al contado de este hidrocarburo supera los 1.600 dólares por cada mil metros cúbicos, varias veces más que hace un año.
La Agencia Internacional de la Energía advirtió el lunes de que la Unión Europea deberá hacer un esfuerzo aún mayor para reducir el consumo de electricidad, pues “la situación es especialmente peligrosa porque se encuentra en el epicentro de las turbulencias del mercado energético”, según resaltó su director, Fatih Birol.
El directivo alerta de que las reservas deberían alcanzar el 90% en octubre. La agencia recordó que ya había avisado cinco meses antes de comenzar los ataques de que Rusia había reducido “una cantidad significativa del gas que llegaba a Europa”, y aunque considera que ha habido “avances significativos” en la sustitución de las importaciones, advierte de que los próximos movimientos del Kremlin podrían dejar al bloque “en una situación verdaderamente precaria”. Por ello, ha instado a lanzar campañas de concienciación para que los ciudadanos europeos comprendan la crisis que afronta el continente, y ha pedido recortar el consumo de luz en hogares y empresas.
Bajar la calefacción
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“Reducir en un par de grados la calefacción en Europa puede ahorrar la misma cantidad de gas natural que suministra Nord Stream durante el invierno”, subrayó Birol.
El cierre del gasoducto sería un gran contratiempo para el relleno de los depósitos de combustible. Gazprom redujo al 40% su volumen de suministro a mediados de junio como respuesta al bloqueo por Canadá del motor de una turbina que Siemens reparó en una de sus plantas. El país norteamericano había incluido a Gazprom en su lista de sanciones por el ataque emprendido por el Kremlin, e impidió el retorno a Europa de la pieza que hacía falta en la estación de bombeo de Portovaya.
Así comenzó una batalla legal donde el monopolio ruso ha buscado garantías legales para no pagar indemnizaciones por el recorte. Gazprom envió notificaciones a tres empresas europeas, entre ellas las alemanas RWE y Uniper, donde aseguraba que había reducido el suministro desde el 14 de junio por “causas de fuerza mayor”.
Ante las presiones alemanas, el Gobierno canadiense confirmó a principios de julio que devolvería el motor y haría una excepción con Gazprom en su lista de sanciones a Rusia. El ministro de Recursos Naturales del país norteamericano, Jonathan Wilkinson, anunció un permiso “revocable y por tiempo limitado” para Gazprom con el fin de apoyar a Europa en su búsqueda de energía asequible “a medida que continúa su transición para abandonar el petróleo y gas rusos”.
Pese a que estas promesas fueron hechas en público, Gazprom exigió que este compromiso le llegase por escrito, y el pasado miércoles lanzó un aviso a través de su canal de Telegram: “En estas circunstancias no es posible sacar una conclusión objetiva sobre el desarrollo futuro de la situación y garantizar la operación segura de la estación compresora de Portovaya”, recalcó.
El capítulo de Nord Stream se suma a otros enfrentamientos donde el Kremlin ha utilizado la energía como arma negociadora. A raíz de las sanciones al sistema financiero ruso, el presidente Vladímir Putin decretó que Gazprom debía cobrar sus facturas en rublos, y su Gobierno ideó un mecanismo donde las compañías importadoras han de abrirse una cuenta especial en la filial bancaria de la gasista para abonar allí los pagos en dólares y euros, y esta actúa como intermediadora para enviar el dinero a la gasista. Polonia, Bulgaria y Finlandia han rechazado esta medida porque consideran que, en caso de litigio, Gazprom podría eludir cualquier responsabilidad al no enviar el gas pagado.
Otro país inmerso en la guerra del gas es Ucrania, por cuyo territorio transita otra parte del suministro ruso a la Unión Europea y que se ha visto obligado a cerrar un tramo porque los territorios controlados por Moscú tomaban parte de los envíos que debía garantizar.
Ucrania ha formalizado este martes su adhesión a la Agencia Internacional de la Energía como país asociado. “En estos tiempos desafiantes por la invasión rusa que nadie provocó, fortalecemos aún más esta relación para ayudar en la significativa reconstrucción que necesita Ucrania y construir allí un nuevo futuro energético”, ha resaltado su director este martes en otro comunicado.
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