La llegada al poder de la extrema derecha en uno de los países fundadores de la Unión Europea como es Italia va a sacudir con fuerza a Bruselas. Por el momento, las autoridades comunitarias parecen apostar por la cautela y esperar antes de pronunciarse a ver las “acciones” del futuro gabinete, previsiblemente liderado por Giorgia Meloni, como han venido repitiendo estos días algunos de sus altos responsables. Pero eso no quiere decir que no se estén, discretamente, afilando cuchillos. O instrumentos. Porque Italia no es el primer Estado miembro con un Gobierno extremista con el que tiene que lidiar Bruselas ante ataques a sus valores fundamentales. Y su reacción frente a países como Hungría o Polonia ha dejado claro que está dispuesta a sacar los dientes y, si hace falta, morder, como recordó esta misma semana la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
No obstante, la consigna por el momento es intentar no remover más aún unas aguas que ya llegaban agitadas, tras la fuerza lograda en Suecia este mismo mes por los ultras de Demócratas de Suecia (DS). La formación de extrema derecha fue el segundo partido más votado en las elecciones de hace justo dos semanas y será, por tanto, clave para la formación de un Gobierno de derechas en una Suecia que asumirá en enero la presidencia rotatoria de la UE. Los éxitos de la extrema derecha en Italia y Suecia se producen, además, en un momento delicado para una Europa que lidia con la guerra en Ucrania y sus consecuencias en materia de crisis energética y económica (aunque Meloni es una reciente reconvertida al atlantismo, a sus aliados Matteo Salvini y Silvio Berlusconi les cuesta ocultar sus afinidades con el Kremlin, como demostró el ex primer ministro al cierre de campaña al justificar la invasión rusa).
Meloni celebra su triunfo en la sede de Hermanos de Italia.Foto: EFE/EPA/ETTORE FERRARI | Vídeo: EFE / EPV
A ello se une la postura radical de la líder de Hermanos de Italia (y de la ultraderecha sueca) contra la inmigración o los derechos de la comunidad LGTBI. Con la victoria de Meloni, también queda en vilo la cuestión de los fondos europeos y las reformas y proyectos a ellos vinculados y cuestiones estructurales como la reforma de la zona euro. El avance ultra en Italia y Suecia llega tras el impulso logrado, justo antes del verano, por la líder de extrema derecha francesa Marine Le Pen que, aunque fracasó en su nuevo intento de lograr la presidencia, consiguió en las elecciones legislativas de junio pasar de ocho a 89 diputados y convertirse en uno de los principales pesos del hemiciclo galo. Los resultados en Italia, la tercera economía de la eurozona, vienen, pues, a confirmar que la ola ultra está ya en el corazón de Europa.
Ante esta situación, en las primeras horas tras conocerse la gran ventaja de la coalición liderada por Meloni, el silencio fue predominante entre los principales responsables de la UE, esos “burócratas de Bruselas” contra los que la líder de Hermanos de Italia cargó durante un incendiario mitin a favor de la entonces candidata de Vox en Andalucía, Macarena Olona, en junio. De los dirigentes de las principales instituciones europeas —Comisión, Consejo, Parlamento Europeo— no salió ni un comunicado, comentario o tuit en la noche del domingo.
La discreción de las instituciones europeas responde al mantra que Bruselas ha venido repitiendo insistentemente los últimos días: “Vamos a reaccionar a las acciones, a actos concretos, a decisiones que se tomen”, decía en vísperas de los comicios italianos el comisario de Justicia, Didier Reynders, a periodistas en Bruselas. Lo cual no quiere decir, acotó, que la Comisión esté esperando de brazos cruzados. “No es la primera vez que corremos el riesgo de afrontar unas elecciones para formar un Gobierno con participación de movimientos extremistas, ya sean de extrema derecha o de extrema izquierda, no es un fenómeno nuevo en la UE”, recordó. Bruselas “tiene capacidad de reacción, pero en función de las acciones y los actos realizados por los Estados miembros”, insistió. “Nosotros estamos dispuestos a trabajar con cualquier Gobierno democrático, con disponibilidad a trabajar con nosotros”, aseveró por su parte Von der Leyen, que también recordó, no obstante, que Europa dispone de “herramientas” para corregir a los Estados con derivas incompatibles con los principios europeos.
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Una capacidad de reacción que mostró hace solo una semana, cuando el Ejecutivo comunitario propuso la suspensión de 7.500 millones de euros de fondos de cohesión de la UE para Hungría por propiciar la “corrupción sistemática” en la gestión del dinero procedente del presupuesto comunitario.
Frente al silencio institucional, algunos eurodiputados y grupos parlamentarios en Bruselas no ocultaron su alegría o desazón ante los resultados electorales italianos. Mientras que los diputados de Vox en Europa los celebraban retuiteando un mensaje de felicitación a Meloni del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, uno de los primeros en saludar su victoria; la eurodiputada francesa de Francia Insumisa y copresidenta del Grupo de la Izquierda en el Parlamento Europeo, Manon Aubry, lamentaba la “terrible” noticia: “El neofascismo se instala a nuestras puertas”, agregó. Y advirtió de que esto “confirma en toda Europa el impulso del veneno reaccionario, xenófobo y autoritario”.
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