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Evo Morales juega al todo o nada tras 14 años en el poder

LA PAZ — Aquel pastor de llamas del altiplano de Bolivia es casi un lejano recuerdo.

El niño creció y se convirtió en cocalero. Creció aún más e incursionó en la política. Ahora, con casi 60 años, Evo Morales podría estar a punto de darle un giro más a su vida y despedirse del periodo de casi tres lustros que lo llevó a dejar huella en los libros de historia como el primer presidente indígena del país.

Con la popularidad mermada, Morales afronta las elecciones más reñidas de su carrera en los comicios del 20 de octubre, pero aún puede dar sorpresas. Para ganar en primera vuelta debe obtener el 50% más un voto o ganar con al menos 40% de los sufragios, pero con una diferencia de diez puntos porcentuales frente al segundo lugar.

La impronta de Morales ha estado marcada por contrastes que irónicamente son visibles en su natal Orinoca, un pueblo remoto y pobre de poco más de 700 habitantes donde el mandatario mandó a construir un museo de siete millones de dólares para mostrar los aspectos positivos de su legado como parte de una exhibición que rescata la liberación de los indígenas del país.

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Nacido en 1959 en el seno de una familia de indígenas aymaras, Morales emergió al ojo público de los bolivianos defendiendo la coca como sindicalista para después saltar a la política a finales de los 90 como diputado.

En su gestión de casi 14 años –de 2006 a la fecha– redujo la pobreza y modernizó el país, pero también se vio salpicado por escándalos de corrupción, acusaciones de abuso de poder, despilfarro y ambiciones de poder. Actualmente, cuando la mayoría de los presidentes de la región llegaron al poder al frente de partidos de derecha –Sebastián Piñera en Chile, Jair Bolsonaro en Brasil, Mario Abdo Benítez en Paraguay– Evo Morales es un sobreviviente de una generación de líderes de la izquierda latinoamericana.

De cara a los próximos comicios presidenciales, el futuro del mandatario es difícil de anticipar. Las encuestas proyectan que podría lograr un margen insuficiente para ganar en primera vuelta y que en un eventual balotaje el triunfo sería más complicado debido a que en ese escenario se unirían los votos de los opositores contra él.

Las opiniones contrastantes que genera podrían obedecer a ciertas contradicciones de su gestión. Tras asumir el poder se redujo el salario y prometió austeridad, pero tiempo después compró un avión y construyó un nuevo palacio presidencial de 26 pisos que llamó “Casa grande del pueblo” y aún utiliza para que aterrice el helicóptero que lo transporta.

A pesar de las críticas, el mandatario se ha justificado. “El helicóptero y el avión ya no son un lujo; son instrumentos de trabajo. Es como para ustedes la yunta y el arado”, dijo Morales a los agricultores a finales el año pasado.

Durante su gobierno sus decisiones afectaron todos los sectores del país. Favorecido por el boom de buenos precios de las materias primas hasta 2012, Morales asfaltó carreteras, envió al espacio el primer satélite de Bolivia y mantuvo una economía con baja inflación y tasas de crecimiento promedio anual de 4,9%.

“Morales marcó presencia del Estado hasta en el último rincón. Ha penetrado la base social y ha revalorizado la autoestima del boliviano. Marcó un antes y un después”, dice Franklin Pareja, profesor universitario de ciencia política en La Paz.

Morales tiene gran capacidad de sintonía con gente de sectores populares, bromea en sus apariciones públicas y hasta lanza algunos chistes sexistas que le han ganado críticas. Un libro recopila sus frases más polémicas.

Sus críticos dicen que a pesar de la bonanza, el país no pudo diversificar su economía y sigue anclado a la exportación de materia prima: gas natural y minerales.

En su pueblo, la percepción sobre él cambió con los años y ya no es visto como el joven sencillo que alguna vez fue. “Era mi amigo. Jugábamos al fútbol y era buen alumno… Ahora lo veo cambiado, pero cuando llega me reconoce”, dice el maestro rural jubilado de Orinoca, Moisés Alvarado.

“Antes lo veía más preocupado por el pueblo, ahora no tanto. Si sale o no sale (reelegido) es igual para mí”, dice María, propietaria de una pequeña tienda en el pueblo natal de Morales.

Lejos de Orinoca, señalamientos más serios salpicaron al gobernante.

Aunque sobre su gobierno cayeron dichos de corrupción, logró eludir las investigaciones gracias a que su partido –el Movimiento al Socialismo (MAS)– domina el Congreso.

Por otra parte, Human Rights Watch (HRW) lo acusó de “debilitar seriamente la independencia judicial” e influir en la designación de jueces. Al respecto destaca el polémico fallo judicial que lo habilitó para la reelección a pesar de haber perdido un referendo en el que los bolivianos dijeron “no” a un periodo más. Con su nueva postulación, el mandatario además transgredió la Constitución que él aprobó en 2009 y sólo permite una “reelección de manera continua”.

En el tiempo que lleva de gobierno, Morales ha trabajado en cultivar su imagen. Con 1,75 es más alto que el promedio de sus compatriotas. Nunca se casó, pero tiene dos hijos y le han achacado un amorío que desató un escándalo.

A principios de año surgieron rumores sobre su estado salud, pero él se mostró en público haciendo una rutina de ejercicios y aseguró hacer 2.000 abdominales diarias, lo que disparó memes.

“La derecha no cree, los abdominales son de Evo”, replicó.

El presidente es un fanático del fútbol. Sembró canchas de pasto sintético por todo el país, que inauguró con un partido, y tiene poleras autografiadas, entre ellas, la de Leonel Messi con la selección argentina.

Quienes lo rodean tratan de mantener su aura de infalibilidad y el culto a su personalidad.

“El presidente Evo es un enviado de Dios”, llego a decir un alcalde.

Otro gobernador oficialista dijo que Morales y su gobierno “siguen el camino de Jesús”.

Lo que pocos ponen en duda es su capacidad de trabajo: arriba a su despacho alrededor de las cinco de la mañana, viaja todos los días y concluye su jornada pasadas las nueve de la noche, dicen sus colaboradores.

Hábil diplomático, algunos lo ven como defensor de la Pachamama –Madre Tierra en Bolivia– y otros toleran que les llame “hermano”, como ha hecho al referirse al presidente ruso, Vladimir Putin, y al francés, Emmanuel Macron.

“Hay una visión romántica de Morales afuera, sobre todo en Europa. Lo ven como el indígena que asumió el poder, pero acá vemos a un gobernante contradictorio en su discurso, sobre todo respecto a la Madre Tierra”, dice Pareja.

Precisamente los incendios que arrasaron bosques bolivianos en septiembre podrían cambiar el curso de los comicios en momentos en que Morales remontaba en las encuestas: sectores ciudadanos en protesta culpan al gobernante de alentar la expansión agrícola y los agronegocios a costa de los bosques.




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