Hubo un programa divertido, agudísimo, ganso también, llamado Sé lo que hicisteis. Lo presentaban Ángel Martín y Patricia Conde, y a la gente le gustaba mucho aunque su share estaba en torno al 7%. A raíz del éxito de su primera versión (media hora los miércoles) se amplió a media hora de lunes a viernes. Luego fue una hora. Luego, hora y media. Poco a poco la duración se fue aproximando a los 450 minutos de Sátántangó con más tías buenas que la habitación prohibida de Barbazul. Poco antes del desmadre, Ángel Martín ejecutó un sketch dedicado a “los señores de La Sexta”. Cogía una naranja. “Esto es el Sé lo que hicisteis”, un exprimidor manual, y exprimía la naranja: “…Y esto es lo que hacen los señores de La Sexta”, hasta romper la cáscara. Y eso pasó. Que el mejor programa de La Sexta, el más creativo, el más fresco, se convirtió en pulpa y fermento.
Hablamos mucho de la guerra de audiencias y de la inmediatez de las decisiones de los grandes grupos, pero no usamos la palabra avaricia, que es lo que hace que los buenos programas languidezcan. Los buenos programas y las buenas series. De estas últimas todos podemos pensar, al menos, en seis ejemplos uno detrás de otro. Y llegaríamos a los 20 sin dificultad. Esto está pasando también con el formato La isla de las tentaciones. Era una vuelta de tuerca al agotado mundo del reality, género que, como ya vaticinó Lorenzo Milá allá por el 2001, “es el fracaso de los guionistas, de los actores, de los directores…”. La isla de las tentaciones no es como Sé lo que hicisteis; ojalá lo fuera. La isla de las tentaciones no ganará un Ondas, ni siquiera un TP, pero podría perpetuarse como lo han hecho otros formatos menos sensacionalistas (La ruleta de la suerte, Zapeando). Solo habría que dejarle su ritmo natural. Miren: entre los foodies se ha puesto de moda el slow cooking, que viene a ser comer sano. A ver si tenemos suerte y llega el slow tv. Imaginen qué tranquilidad.
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