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Fallece Españeta, histórico utilero del Valencia

Bernardo España, histórico utillero del Valencia.

Las cenizas de Españeta, se esparcirán por el césped de Mestalla. El Valencia respetará uno de los últimos deseos de su icónico utilero. A los 82 años de edad, Bernardo España Edo, Españeta (Valencia, 1/05/1938), falleció ayer llenando tertulias futboleras y redes sociales con su catálogo de anécdotas dentro del vestuario. Españeta trascendió a su profesión para colocarse en el panteón de los grandes personajes del club. Amigo de una generación de futbolistas y padre de otra, deja un sinfín de recuerdos y un gran corazón al servicio del club de Mestalla. Nunca ha habido otro empleado tan querido.

Su amistad con Kempes, leyenda del equipo del murciélago, lega diferentes historias con las que ambos se tronchaban mientras tomaban una cerveza. “Le gané pasta con diferentes apuestas”, contaba riéndose Bernardo siempre que tenía oportunidad. Como aquella vez en la que firmó un talón imitando la rúbrica de Kempes y entró al banco a cobrarlo. El argentino, divertido, esperaba fuera en la calle. Si Bernardo conseguía cobrar el dinero en ventanilla se lo quedaba, si no lo cobraba perdía y se arriesgaba a que el cajero del banco le llamase la atención. Españeta ganó aquella apuesta pero nunca dijo la cantidad. Su capacidad para imitar la firma de todos los jugadores era asombrosa. A diario, después de hacer su trabajo, se quedaba firmando fotos, camisetas y balones. Tanto a los futbolistas como al club les libró de muchas horas de firmas.

El pique era constante entre El Matador y Españeta. Tanto que inventaron un juego. En Mestalla, antes de cada partido, cuando finalizaba el calentamiento, los jugadores devolvían los balones a la banda para que el utilero los retirase. Entonces, Kempes, desde la portería en la que acababan los tiros a puerta, lanzaba el balón hacía la entrada del túnel de vestuarios donde esperaba Españeta. El juego consistía en controlar el balón. Bernardo ganó muchas veces. “Me devolvía el balón alto y jodido, pero lo pinchaba. Kempes perdió mucho dinero contra mí”, se jactaba.

Desde su domicilio en Estados Unidos, El Matador, que se despertó con la triste noticia, lloró la pérdida del utilero fiel, su amigo. “Tenía un corazón más grande que el Valencia. Era un gran amigo. Siempre predispuesto a ayudar”, comentó el astro argentino.

La técnica de Bernardo llamaba la atención a todo el que pisaba por primera vez el vestuario de Paterna. Otro que se quedó pasmado con sus malabarismos con el balón fue Romario. El brasileño y Españeta se retaban a dar toques al balón cuando finalizaba el entrenamiento en la ciudad deportiva. Al utilero le gustó siempre vacilarles a los futbolistas con su técnica. “Jugaba de delantero en el equipo de mi barrio. No lo hacía mal, pero un accidente con la Vespa me retiró. Iba en moto con mi hermano por la Alameda, resbalamos en una mancha de aceite y en la caída me destrocé la tibia, el peroné y no sé cuántas cosas más”, explicaba.

Españeta entró en el Valencia poco después de aquel accidente. En la temporada 1956-57, con 18 años, se convirtió en el recogepelotas del filial, el Mestalla, que entrenaba Carlos Iturraspe. En poco tiempo subió al primer equipo. Su dedicación y su simpatía le abrieron todas las puertas. En el vestuario los jugadores le apodaron Españeta por su corta estatura. Pronto se los ganaría a todos.

Unos de los más vinculados al utilero fue Ricardo Arias. Vivieron de todo durante 16 temporadas. “Su mujer, Charo, me ha llamado para darme la noticia. Es una pérdida que vamos a sufrir, a sentir y a padecer; si la gente lo quería, nosotros lo adorábamos”, cuenta Arias.

Admirador de Di Stéfano, “porque me hizo un hombre”, y de Fernando Gómez, “el jugador más completo que ha pasado por el Valencia”, Bernardo España se jubiló en 2003 pero siguió yendo a la ciudad deportiva a diario a prestar su ayuda. En 2014 recibió la insignia de oro y brillantes del club. Finalmente se retiró en agosto de 2016, 60 años después de haber entrado en el club. Mestalla siempre le recordará.


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