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Federico Martinón-Torres: “No acabaremos con la pandemia hasta que no esté controlada a nivel global”


Federico Martinón-Torres (Ourense, 50 años), miembro del comité asesor sobre vacunas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), tiene claro que el fin de la pandemia solo es posible si la humanidad es capaz de hacer llegar la inmunización contra la covid a todos los rincones del planeta. Ahora ya no se trata de un problema de insuficiencia de dosis, admite el jefe de Pediatría del hospital público de Santiago de Compostela. “La inequidad es una realidad. Teníamos una oportunidad como civilización de hacer las cosas mejor y no se han hecho. Es una cuestión de prioridades y de compromiso político”, lamenta el investigador, encargado de coordinar el único centro colaborador sobre seguridad de vacunas que la OMS tiene en Europa, con sede en la capital de Galicia.

Pregunta. ¿Por qué la alta tasa de vacunación no libra a España de unas navidades parecidas a las del año pasado?

Respuesta. No tienen nada que ver con las del año pasado. Estamos con las mismas tasas de infección, pero entonces los hospitales estaban colapsados y ahora la proporción de ingresados que fallece no tiene nada que ver. Son mayoritariamente personas que no se han vacunado o que tienen mucho riesgo basal. Tu riesgo de partida cuando te vacunas es distinto si tienes 30 años que si tienes 80.

P. ¿Tiene sentido entonces que salten las alarmas?

R. Si la cantidad de infecciones aumenta muy significativamente, aunque la proporción de sujetos que ingresen o mueran sea mucho más baja, en números absolutos puede llegar a colapsarse igualmente el sistema sanitario. Estas vacunas no funcionan para prevenir la infección, no son esterilizantes. Lo que hacen es que, si estás infectado, es mucho menos probable que seas sintomático y que ingreses o mueras. Tampoco evitan que infectes a otros, pero eres infectante durante menos tiempo.

P. Se extendió la sensación de que las vacunas eran la panacea.

R. Todo esto lo sabíamos, no hay ninguna sorpresa. Ha habido a lo mejor un problema de generación de expectativas y de transmisión de la información. Ya en los modelos animales, antes de llegar a humanos, se vio que estas vacunas de primera generación no tenían un impacto significativo sobre la vía aérea superior, que es la puerta de entrada del virus. Se habló de un 60%, de un 70%, de un 80% de cobertura [para la inmunidad de grupo], pero no son números mágicos para transmitir sin más a la población. Dependen de muchos factores, no solo de la tasa de vacunación. Depende de lo que haga el virus y de lo que hagamos las personas. Las nuevas variantes surgen en cada persona que se infecta, da igual que sea en Europa, en África o en cualquier esquina del mundo, y para triunfar tienen que llegar a un terreno abonado, es decir, a una población susceptible y en número suficiente. Hay muchos otros países que no están vacunando y el virus sigue evolucionando.

P. ¿Han funcionado las vacunas como se esperaba?

R. Las vacunas han funcionado muchísimo mejor de lo que nos podíamos imaginar. La efectividad es altísima. La OMS daba por buena una eficacia de un 50% con un límite inferior del 30% para que una vacuna fuera aprobada. Todas la han tenido del 90%. Por eso se empezó a especular con que la capacidad de impacto que pudieran tener en la transmisión iba a ser mayor. Pero con el tiempo se vio que no era así.

P. Es crítico con el hecho de que se vacune en Europa a niños sanos mientras siguen sin ser inmunizadas en el resto del mundo personas de riesgo, incluidos críos. ¿Puede pararse esta pandemia sin un reparto equitativo de inmunizaciones?

R. Ómicron es la prueba de que no. Los países más avanzados en vacunación como España habíamos entrado en una fase de transición, pero otros están en una fase muy distinta. Eso nos ha hecho retroceder a un punto previo, aunque no sea tan malo como el anterior. Es la evolución natural de la epidemiología de las infecciones: las ondas deberían ser cada vez menos intensas y más llevaderas. Hasta que la pandemia no esté controlada a nivel global, no acabaremos con ella. Llegaremos a situaciones de mejor control como las que acabamos de vivir, pero estaremos expuestos a las variaciones que se puedan producir en el virus en contextos que sean más propicios para ello.

P. ¿Qué medidas deberían tomar las autoridades sanitarias con el sector farmacéutico que fabrica las vacunas para evitar el acaparamiento por parte de los países más ricos?

R. No depende solo del sector farmacéutico. Es mucho más complejo y ojalá yo tuviera la respuesta. Además de la voluntad de los laboratorios, tiene que haber voluntad política y social. Hubo planes iniciales como Covax [plataforma mundial para dar acceso igualitario a países ricos y pobres] que no han sido suficientes. La inequidad es una realidad. Teníamos una oportunidad como civilización de hacer las cosas mejor y no se han hecho. Es una cuestión de prioridades y de compromiso político. Si los grandes países del mundo quieren que eso no pase, no pasa.

P. ¿Se deben liberar las patentes?

R. Es complicado. Las empresas farmacéuticas no son ONG, buscan hacer negocio y ganar dinero, pero si no fuera por ellas no habría vacunas. Ningún país, ni EEUU, es capaz de fabricarlas por sí mismo.

P. Pero han necesitado fondos públicos y la humanidad vive una situación de emergencia.

R. Sí, pero esto no es una tortilla de patatas que se puede hacer teniendo la receta. Hay muy pocos países preparados para la transferencia de tecnología. Europa no está preparada. Aunque te den la receta y el dinero, tener las personas necesarias para hacerlo con todas las garantías es muy difícil.

P. ¿Y hay ahora dosis suficientes para vacunar a todo el planeta?

R. Ahora mismo, con la capacidad de producción y la aprobación de las nuevas vacunas, sí. Pero hay otros problemas. La distribución de cualquier producto farmacéutico en esos países es complicada. Ahora no es un problema de dosis y creo que tampoco de presupuesto, sino de que haya un empeño político para solventar las trabas burocráticas de la exportación y de la distribución interna y poner los recursos humanos y logísticos para que la vacuna llegue. No quito con esto responsabilidad a los que la tienen, pero es más complejo de lo que pueda parecer.

P. ¿Le ha sorprendido el alto grado de confianza en las vacunas de la población española con respecto a otros países europeos?

R. Muy gratamente. Tiene mucho mérito y debemos estar muy contentos, pero no debemos caer en la autocomplacencia. Debemos cuidar mucho este valor porque no somos impermeables a lo que está pasando en nuestro entorno. Es cuestión de información y educación continuada desde niños. Lo importante no es que las vacunas sean o no obligatorias, sino que tú sepas que si cruzas en rojo y te pasa algo es tu responsabilidad. El problema no son los antivacunas conspiranoicos, que son una fracción muy pequeña y no tienen solución. Hay otros discursos mejor elaborados, que mezclan hechos científicos con pseudologías fantásticas, que generan dudas y desconfianza. La gran mayoría de la gente que se va a vacunar, hasta el más convencido, tiene algo de miedo. Primero al dolor, pero también a no ser ese uno de un millón al que le pase el efecto más raro del mundo. Lo importante es que, a pesar de esas dudas, tomes la decisión correcta porque el balance entre la información que tienes y el beneficio que vas a obtener es el adecuado. Si no tienes voces coherentes que te den la visión correcta y hay gente que te puede convencer de lo contrario, se acabó.

P. El mercadeo de las farmacéuticas con los países ricos y que ahora no lleguen a los pobres también es caldo de cultivo de desconfianza.

R. Totalmente, pero no han hecho nada contrario a las normas que hemos consentido todos. Hay que verle el lado positivo. Son héroes porque nos salvaron gracias a su capacidad para producir las vacunas en masa. Tuvimos mucha suerte por tenerlas muy pronto y con muy alta eficacia. Se quedaron en el camino muchos laboratorios.

P. ¿Percibe más desconfianza en las familias ante la vacuna infantil?

R. No, quizás porque tengo la visión de Galicia, donde las coberturas son altísimas. Lo importante es hacer un ejercicio de información honesta, no generar falsas expectativas. No se puede prometer a la gente que si se pone la vacuna, nunca más va a tener una infección porque es mentira. Generas una decepción y gastas un cartucho para la próxima vez que necesites que confíe en ti. Con los datos que tenemos de ocho millones de niños vacunados, me reafirmo en la tranquilidad de que la vacuna no tiene ningún problema de seguridad en ese grupo de edad. Pero el beneficio que obtienen los niños sanos es marginal porque se defienden bien de la infección. Es pequeño comparado con el que tiene en grupos de riesgo o con el que tienen otras vacunas que no se están utilizando. Me chirría que estén vacunados de covid y no de meningococo o papiloma. Es el momento de que el calendario se actualice y sea tan bueno como el de otros países.

P ¿Debería haber tercera dosis por debajo de los 40 años? Se habla ya hasta de una cuarta.

R. Es probable que la pauta con estas vacunas no sea de dos dosis, sino de tres. Estamos aprendiendo a medida que se ponen las vacunas. ¿Vamos a necesitar dosis anuales? Nadie lo sabe. Creo que los de altísimo riesgo, los inmunodeprimidos, pueden seguir necesitando refuerzos. En el caso del resto dependerá de la estrategia y del beneficio objetivo que se obtenga.

P. ¿Hay ya capacidad para fabricar en poco tiempo vacunas adaptables a las nuevas variantes?

R. Sí. Si fuimos capaces de crear una vacuna en menos de un año, adaptarla y modificar su composición es fácil desde un punto de vista técnico. Luego hay que adaptar el sistema regulatorio para poder validarlas rápidamente. La pregunta es si las necesitamos. Aún no tenemos respuesta porque las vacunas hasta ahora funcionan bien.


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