Chile debiera, en teoría, gozar de una alta estabilidad social y política en comparación con sus pares en Latinoamérica. A pesar de ser el séptimo país más populoso de la región, su productividad y recursos naturales han hecho de su economía la cuarta más grande. Tiene el segundo ingreso per cápita más alto. Fue el que gastó más en contener el choque por la pandemia y el primero en recuperar su producto interno bruto (PIB). En la década antes de que azotara el coronavirus, Chile creció, en promedio, 3,3% al año, muy por encima del promedio regional.
El país enfrenta ahora su crisis política más dura desde 1990, cuando llegó a su fin la dictadura de Augusto Pinochet. Un violento estallido social en 2019 abrió paso a un proceso constituyente para reescribir su Constitución. Para millones de chilenos, el manejo de la economía ha sido injusto, ha favorecido a un puñado de familias ricas y no ha garantizado un retiro digno. Esto frustra a otros millones de chilenos, quienes observan la situación de pobreza en países vecinos y temen que un cambio radical de Gobierno destruya lo ya ganado.
Las cifras pintan un panorama bueno. La realidad, sin embargo, ha demostrado ser mucho más compleja. El futuro del país se definirá en las elecciones de este domingo, aunque se espera que hará falta una segunda ronda de desempate el 19 de diciembre.
“Nadie logró prever el estallido social en Chile y el que se lo diga está faltando a la verdad, nadie lo predijo”, dice Felipe Larraín, (Santiago de Chile, 63 años) doctor en economía por la Universidad de Harvard y ministro de Hacienda bajo las dos administraciones del presidente Sebastián Piñera. Larraín dejó su puesto en 2019, en medio de la agitación social en las calles y una crisis en el Gabinete. “El tema de la desigualdad puede tener un rol, pero ciertamente no es el elemento central, ya que venía cayendo. Que la desigualdad sigue siendo elevada es consistente con que venía cayendo, pero uno no podría identificar la desigualdad como el elemento que genera esto”.
Bajo su primera gestión, de 2010 a 2014, la economía de Chile creció, en promedio, 5,3%. Desde entonces, y a pesar de que las cifras mostraban que la desigualdad disminuía gradualmente, Larraín reconocía que ésta era persistentemente alta. Ahora, como profesor de Desarrollo Económico y Macroeconomía de la Pontificia Pontificia Universidad Católica (PUC) de Chile, Larraín habla con EL PAÍS, desde su oficina en Santiago, sobre las protestas sociales, las expectativas incumplidas y las elecciones.
Pregunta. ¿Considera que el tema más importante en estas elecciones es el manejo de la economía del país desde 1990?
Respuesta. Es un tema central. Uno de los candidatos con mayores opciones [Gabriel Boric] propone un cambio radical al modelo económico que ha seguido Chile por las últimas cuatro décadas; considera elevar significativamente el rol del Estado, una reforma tributaria que busca elevar los impuestos de forma inédita en el mundo, rigidizar el mercado laboral y poner en revisión los tratados internacionales, entre otras materias. Este es uno de los motivos por los que existe gran incertidumbre respecto de lo que pasará en Chile durante los próximos años. En el otro lado del espectro político hay otro candidato que según las encuestas tiene opciones de pasar a segunda vuelta, con un programa de gobierno diametralmente opuesto, que busca bajar los impuestos y reducir el tamaño del Estado, lo cual parece difícil de materializar, especialmente sin tener mayoría en el Congreso. El centro político ha perdido apoyo de acuerdo con las encuestas, pero esto es algo que sabremos con certeza el próximo domingo.
P. Encuentro registros, por lo menos desde 2013, de que el Gobierno reconoce que la desigualdad es alta. ¿Considera que desde la cartera de Hacienda se pudo haber hecho algo diferente para evitar el descontento en torno, precisamente, a la desigualdad?
R. De acuerdo con los datos oficiales, la desigualdad venía bajando en Chile desde alrededor del cambio de milenio hasta las últimas dos mediciones en que aumenta, el año 2017 y en 2020 (en medio de la pandemia). El crecimiento económico de las últimas décadas se tradujo en mejores condiciones de vida para los chilenos, generó un aumento de la clase media y redujo la desigualdad, aunque hubiese sido deseable un ritmo mayor de reducción del que efectivamente existió. Uno de los grandes problemas que ha tenido el país es la reducción de su capacidad de crecimiento durante los últimos años. Eso genera expectativas no cumplidas. Esto es complejo, porque el bajo crecimiento no es acorde con el nivel de desarrollo del país, limita la creación de oportunidades para los hogares, así como también el avance más decidido en medidas que permitan mejorar las condiciones de vida de la población más vulnerable. La capacidad del Estado es limitada y el financiamiento de la política social debe ser sostenible en el tiempo, porque esta tiene una clara dimensión intergeneracional. Haber usado más recursos, por ejemplo, endeudando al país, pondría en riesgo el financiamiento de la política social de las futuras generaciones. Por otro lado, el país ha tenido déficit fiscales de manera casi ininterrumpida desde la crisis financiera internacional de 2008-2009, lo que deja de manifiesto una conducción fiscal que ha sido prudente la mayor parte del tiempo, pero que ha estado lejos de haber sido restrictiva. Por último, gracias al manejo fiscal responsable de las últimas décadas es que el país pudo reaccionar con fuerza para enfrentar la crisis ocasionada por la pandemia y salir muy rápido y con mucha fuerza de ella.
P. ¿Cuáles serán las consecuencias de los altos montos que se retiraron de los fondos de pensión para paliar la crisis económica por la pandemia?
R. El primero y más importante es que tendremos generaciones con pensiones más bajas de lo que ya eran. Ahora, si el Estado asume una parte del costo de estos retiros -unos 50.000 millones con los tres primeros retiros, que podrían aumentar si se aprueba el cuarto retiro de fondos-, el peso recaerá sobre todos los contribuyentes, que deberán pagar más impuestos en el futuro. Al final, será una combinación de menores pensiones, mayor deficit fiscal y mayores impuestos. Pero también hay un daño muy significativo al mercado de capitales, que hasta ahora ha sido un pilar de la estrategia de desarrollo de nuestro país. Los ahorros acumulados en los fondos de pensiones han sido fundamentales para permitir el financiamiento interno de largo plazo en condiciones favorables.
P. ¿Cuál es su perspectiva para la economía y la inflación chilena para 2022? ¿Y para dentro de 5 años?
R. Luego de un gran crecimiento en 2021, el próximo año será complejo. Enfrentamos un nivel de incertidumbre inédito, tanto en materia política como económica y, en ese contexto, las proyecciones de crecimiento de consenso no superan el 2%. Se retirará el fuerte impulso fiscal inyectado este año y la política monetaria continuará con el proceso de normalización iniciado recientemente a un ritmo muy acelerado, dado el incremento de la inflación cercano al 6%, el doble de la meta del Banco Central. Es decir, tendremos menos estímulo fiscal, menos estímulo monetario, la llegada de un nuevo Gobierno que podría eventualmente elevar los impuestos de forma sustantiva y un debate constitucional en curso. La proyección a cinco años plazo depende en buena medida del desenlace del debate constituyente, así como del desempeño del próximo Gobierno y del Congreso.
P. Como chileno, ¿cómo se siente usted ante los movimientos sociales y políticos que se están gestando en Chile?
R. El surgimiento de movimientos sociales y políticos pacíficos es sano en una democracia plena como la que existe en Chile. Lo que preocupa es el surgimiento de grupos más extremos que incluso están dispuestos a usar la violencia para conseguir sus objetivos. Si a esto sumamos un incipiente aumento del populismo y la falta de rigor técnico en la discusión en el Congreso, la situación se complica. En Chile avanzamos durante las últimas décadas en base a fundamentos técnicos, búsqueda de acuerdos y moderación. Para la mayoría, esa estrategia fue exitosa y espero que esa siga siendo la visión.
P. Usted tiene cinco hijos y el futuro de su país depende, en gran parte, de estas elecciones. ¿Qué es lo que usted quiere para ellos?
R. Me gustaría ver paz social, seguridad, un crecimiento inclusivo que genera oportunidades para todos y una reducción de los nieveles de desigualdad, que se da en el tiempo.
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