Jürgen Klopp y Pep Guardiola no solo se abrazaron efusivamente cuando acabó el show, este domingo. Klopp —el militante de la asepsia, el promotor de la vacunación contra el Covid-19— estaba tan emocionado que hasta besó a su homólogo en la mejilla barbuda, mientras en el campo los jugadores celebraban haberse encontrado de nuevo ante la hinchada más apasionada de Inglaterra después de un año y medio de pandemia y gradas desiertas. El Manchester City y el Liverpool acababan de empatar en Anfield (2-2) el mejor partido que han visto los aficionados de la Premier en el mes largo que ha recorrido la temporada. Recuperadas poco a poco las castigadas piernas tras un verano extenuante, y excitados todos bajo el aliento redescubierto de las multitudes apiñadas sin límite, la tarde propició maravillas.
Nadie en el mundo juega mejor que estos dos equipos, siempre valientes, resueltos, ordenados, respetuosos de los principios que han hecho del fútbol un juego emocionante que llena estadios y atrae audiencias. El Liverpool y el City han sido la referencia del juego más popular en el último lustro. Sin contar en sus plantillas con ninguno de los aspirantes al Balón de Oro en 2021, este domingo en Anfield demostraron que es imposible comprender el fútbol contemporáneo sin entender a los equipos de Guardiola y Klopp, inspiradores principales de una obra majestuosa en este nuevo clásico de la Premier. Si el fútbol inglés tiene dos grandes aspirantes a conquistar el campeonato de referencia se hace difícil descubrir otra cosa que estos equipazos, autores de una igualada que premia por igual la generación inagotable de jugadas fulgurantes.
Empujado por el ambiente de revuelta, el Liverpool saltó a la cancha a presionar a su rival con sus diez hombres de campo empeñados en una faena de desgaste difícil de igualar. Pero los esfuerzos de Mané, Salah y Jota, puntas de lanza de las maniobras, no rindieron frutos en la arremetida inicial. Lejos de desplegarse con la devoción de otras veces, el City se agrupó en su campo a la mínima que le rompieron la primera presión y al equipo de Klopp, incapaz de encontrar praderas en el chaparral, se le agotó la primera reserva de energía sin lograr una sola ocasión importante en toda la primera parte, después de percutir si éxito ante la valla de Rodri. Escoltado por De Bruyne y un Bernardo Silva, el mediocentro español continuó bordando su mejor inicio de campaña desde que llegó a Inglaterra.
Rota la primera carga red, el City consiguió su propósito: plantear un duelo táctico, intransitable para los velocistas. Resulta insólito que el club de Manchester pusiera en venta a Bernardo Silva este verano, de lejos su futbolista más determinante cuando se trató de imponer un ritmo y una pauta. Gracias al portugués los visitantes pasaron a dominar el partido y a explotar el espacio a la espalda de Millner, que ofició de lateral derecho por la lesión de Alexander-Arnold. Se sucedieron las ocasiones con Foden desbordando por fuera y Bernardo filtrándose por dentro. Alisson hizo tres paradas de mano a mano. De Bruyne y Jesús cabecearon solos por encima del larguero, en el segundo palo, y así llegó el Liverpool intacto a la hora de acción.
El agotamiento físico de los jugadores comenzó a desatar al partido de las ligaduras tácticas cuando en el minuto 59 Salah bajó al medio a jugar a un toque, Fabinho le devolvió la pared, Cancelo perdió la marca y Laporte dudó en tierra de nadie. Mané tiró el desmarque y no le hizo falta controlar la pelota que le envió el egipcio. La dejó correr, ganó tiempo para adelantarse al corte de Dias, y remató el 1-0 como el nueve implacable que siempre fue hasta que le camuflaron de extremo o de interior. La incisión quirúrgica debió recordar a Guardiola que jugar con cinco mediapuntas es garantía de control pero no siempre de definición. Su obsesión por reclutar a Harry Kane nunca tuvo más sentido.
El técnico español respondió quitando a Grealish, desorientado como falso nueve, para meter a Sterling, mucho más hábil en la búsqueda de los lugares desocupados por la defensa contraria. Diez minutos más tarde, Foden, por fin, clavó el tiro cruzado después de su enésimo duelo con Millner: 1-1. Hecha la ignición, el encuentro se inflamó y allá donde antes triunfaba la presión ganaron los pases y los regates. Siempre, claro está, que el árbitro no permitiese las patadas alevosas. Esto hizo Paul Tierney cuando consintió que Millner derribara a Silva sin mostrarle la segunda amarilla. El incidente exasperó a Guardiola. Despojado de su jersey de lana raído, como si quisiera aliviar el sofoco, Guardiola comenzó a encararse con los hinchas, con Paul Tierney, y con Mike Dean, el cuarto árbitro. “¡Cómo es posible!”, gritaba el entrenador. “¡Déjalos!”, le reclamaba Juanma Lillo, su ayudante, desde el banquillo. “¡Déjalos!”.
Klopp: “Pasarán años y este partidon será recordado”
En la apoteosis de la tarde, mientras Guardiola reclamaba justicia para tomar una medida que habría cambiado el partido, la dinámica favoreció a su rival. Ahí surgió la figura de Mo Salah, que se fue de Silva, Foden y Laporte antes de emplear su pierna derecha para cruzar la pelota y grabar para siempre el que será uno de los grandes goles de su carrera. Anfield deliraba con el 2-1, saboreando la victoria, cuando Sterling arrastró a Matip y Van Dijk, y por el hueco que liberaron los centrales se coló De Bruyne para esgrimir un toque sutil con su pierna menos buena y sellar un 2-2 que en los minutos finales, plagados de acción y descontrol, pudo deshacer cualquiera.
“Considerando lo mal que jugamos la primera parte, el punto está bien”, razonó Klopp. “En la primera parte intentamos superar su presión con demasiados pases bombeados al espacio entre sus centrales y su portero, cuando el City juega con el portero más adelantado de la Premier. En la segunda mitad recibimos más balones en espacios reducidos y tuvimos paciencia para dar ese pase de más que a ellos los hizo correr hacia atrás. El gol de Salah es propio de los mejores jugadores del mundo. Pasarán muchos años y los hinchas seguirán recordando este partido”.
“Estoy muy feliz con los tres últimos partidos que ha jugado el equipo, en Stamford Bridge, en París, y aquí en Anfield”, se congratuló Guardiola. “Tuvimos muchas ocasiones que no convertimos. Sabemos que no somos los mejores en este departamento. Pero el modo en que jugamos la primera parte, y el modo en que nos recuperamos del 1-0 y el 2-1 ante un equipo como el Liverpool, en su campo, me da la certeza de que somos un gran equipo”.
El empate deja al Liverpool segundo con 15 puntos y al City tercero con 14, por detrás del Chelsea, que lidera la tabla con 16.
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