Francia asesta un golpe al yihadismo en el Sahel con la muerte de un líder de Al Qaeda en Malí

Abdelmalek Droukdel, líder de AQMI, graba un vídeo en una ubicación desconocida en una imagen tomada en 2010.
Abdelmalek Droukdel, líder de AQMI, graba un vídeo en una ubicación desconocida en una imagen tomada en 2010.– / AFP

Si por algo será recordado el argelino Abdelmalek Drukdel es por haber sentado las bases de la extensión del yihadismo en el Sahel. Islamista ortodoxo, con un fuerte poder de convicción y responsable de decenas de atentados mortales, el gran emir de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) que Francia asegura haber matado este miércoles en el norte de Malí se había convertido, sin embargo, más en un referente simbólico que en un líder operativo. Por ello, su muerte será más un golpe de efecto necesario para la desgastada imagen de Francia en África que un paso decisivo en la lucha contra una insurgencia terrorista que ha demostrado su resiliencia.

Poco a poco se van desvelando algunos detalles de la operación militar francesa que condujo a la muerte de Droukdel y la de “muchos de sus colaboradores”, según informó este viernes Florence Parly, la ministra gala de Defensa. “Desde hace tiempo, se movía entre Argelia y el norte de Malí”, asegura Bakary Sambe, director del Instituto Timbuktú y experto en yihadismo en el Sahel. Drukdel habría sido interceptado y asesinado al norte de Tessalit, precisamente cerca de la frontera entre ambos países, y en el dispositivo participó Estados Unidos facilitando información y apoyo militar “para bloquear al objetivo”, dijo a la cadena CNN el coronel Chirs Karns, portavoz del Mando África (Africom). “[Drukdel] Debió cometer alguna imprudencia”, asegura Sambe.

Nacido en 1970 en el extrarradio de Argel, en el seno de una familia humilde, desde su adolescencia quedó fascinado por la lucha de los numerosos grupos armados que iban surgiendo en una Argelia sumida en una grave crisis. Cuando el Frente Islámico de Salvación (FIS) fue autorizado a presentarse a las elecciones a finales de los años 80, Drukdel ya formaba parte de este movimiento. Sin embargo, cuando tuvieron la victoria electoral al alcance de su mano, un golpe de Estado militar frustró sus aspiraciones y empujó a muchos de ellos a la clandestinidad y la radicalización.

Aquel joven estudiante de la Universidad de Blida esperó a terminar sus estudios de Químicas para ponerlos al servicio de la yihad: en 1994 se convirtió en uno de los mejores artificieros del Grupo Islámico Armado (GIA), tras adoptar el nombre de guerra de Abdu Mussab Abdelwadud. Cuatro años más tarde emerge como uno de los fundadores del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), del que se convierte en emir principal en 2004. Para ese entonces, Drukdel ya barrunta convertirse en el Bin Laden africano y, tras declarar lealtad al saudí, funda en 2007 Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) con la intención de extender el combate más allá de las fronteras de Argelia.

La lista de acciones terroristas bajo su mando es impresionante: decenas de secuestros en toda la región, ataques a puestos militares en Argelia y Mauritania y atentados en Argel, Bamako, Casablanca o Uagadugú. Por ejemplo, uno de los principales lugartenientes de Drukdel con quien ha mantenido una tormentosa relación en los últimos años, Mojtar Belmojtar alias El Tuerto o Mr. Marlboro, fue el responsable del secuestro de los tres cooperantes españoles de la ONG Acció Solidària en Mauritania en 2009, o de la muerte de 19 rehenes en el hotel Radisson Blue de Bamako en 2015.

En este sentido, la figura de Drukdel pasará a la historia por ser el artífice de la extensión del terrorismo islamista por toda la región desde su embrión argelino, lo que Bakary Sambe llama “la sahelización de la yihad”. Cuando la enésima rebelión tuareg estalla en el noreste de Malí en enero de 2012, AQMI ya está perfectamente instalado en la zona y se convierte en un aliado que contribuye con armas, logística y muyahidines a la ocupación de todo el norte del país. El sueño de crear un Afganistán en el Sahel, o un califato africano bajo su mando, parecía más cerca que nunca.

Debilitamiento

Aquellas fueron las últimas apariciones públicas del emir de emires. La contundente respuesta militar liderada por Francia desalojó a los radicales en 2013 y les puso en fuga. Drukdel escapó a los bombardeos y el yihadismo se atomizó en una miriada de grupos dispuestos a resistir y reorganizar la lucha armada hacia una guerra de guerrillas. Aunque siguió siendo un símbolo respetado, su luz comenzaba a desvanecerse. Asediado por los servicios de espionaje de Argelia, Estados Unidos y Francia, escondido en el sur argelino donde se sentía a salvo, viajando de vez en cuando al norte de Malí apoyado en la porosidad de la frontera y su conocimiento del terreno, Drukdel mantenía a duras penas el liderazgo que tanto le costó consolidar.

Surgieron nuevos emires que empezaban a hacerle sombra. Su compañero y al mismo tiempo rival, Belmojtar, fundaba un nuevo grupo, Al Murabitun, sin atreverse a contestar la influencia de Drukdel apuntalada por la central de Al Qaeda; Iyad Ag Ghali y Amadu Kuffa emergían como figuras del yihadismo maliense y, más al sur, Malam Dicko y Al Saharaui, convertido en competencia como referente de Estado Islámico (ISIS) en la región, hacían la guerra por su cuenta en Burkina Faso y Níger. El sueño de Drukdel de expandir la yihad por África se iba haciendo realidad, pero sin él. Cuando las principales katibas afiliadas a Al Qaeda de Malí crean en 2017 el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), Drukdel ni siquiera sale en la foto y envía a uno de sus oficiales a firmar el acuerdo.

Pese a todo, su muerte es una magnífica operación de propaganda para el Elíseo. Desgastada por un creciente rechazo entre las sociedades civiles africanas y por el constante goteo de bajas -34 soldados muertos y 60 heridos en cinco años- la Operación Barkhane (la intervención militar liderada por Francia en el Sahel para luchar contra el terrorismo) se anota un tanto cuando más lo necesita. Sin embargo, los grupos armados sahelianos han demostrado una gran capacidad de reinventarse que se cimienta en la autonomía de las diferentes katibas, en las complicidades locales y en la emergencia de una generación de yihadistas autóctonos capaces de asumir el mando y suplir a un Drukdel convertido en los últimos años en una referencia más simbólica que operacional.


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