Francia condenó este miércoles a penas de entre dos años de prisión y la cadena perpetua a los acusados por los atentados islamistas del 13 de noviembre de 2015 en París y Saint-Denis. Salah Abdeslam, principal acusado y único superviviente de los comandos que asesinaron a 130 personas y dejaron centenares de heridos, fue sentenciado, como solicitaba la Fiscalía, a la reclusión perpetua irreductible, la pena máxima prevista el Código penal francés, y raramente aplicada.
Los jueces determinaron, tras 10 meses de proceso y dos días y medio de deliberaciones en un cuartel militar de localización secreta, que Abdeslam fue el coautor de asesinatos terroristas contra civiles y fuerzas de seguridad. El tribunal descartó que, al no estar presente él en algunas de las escenas del crimen como la sala de fiestas Bataclan, no se le pudiera considerar tan responsable de los atentados como los que directamente dispararon o hicieron estallar sus cinturones explosivos. Consideró que el conjunto de objetivos debía considerarse como uno solo, y que hubo una sola escena del crimen. Tampoco creyó su versión, según la cual el terrorista renunció a última hora por humanidad a activar su cinturón explosivo. Según los jueces, se trató de un fallo técnico.
La sala del Tribunal de Justicia estaba a rebosar desde horas antes de que el juez Jean-Louis Périès empezase la lectura de las motivaciones y las penas. Había expectación después de tantos meses en un juicio que ha colocado a Francia ante el peor atentado de una década en la que el yihadismo golpeó a este país como a ningún otro en Occidente en estos años. Y quizá permitirá a algunas víctimas, y al país, franquear una nueva etapa en el duelo. Se había anunciado que el fallo llegaría a partir de las 17.30 horas, pero no fue hasta pasadas las 20.23 que el juez entró en la sala y pronunció las condenas. Algunos de los 14 acusados presentes escuchaban con inquietud.
Las condenas fueron lo más duras posibles —cadenas perpetuas irreductibles— para los máximos responsables: Abdeslam y los cinco terroristas del Estado Islámico en rebeldía (posiblemente muertos en Irak o Siria). También para Mohammed Abrini, el terrorista que acompañó a la célula a París pero la noche anterior al atentado regresó en taxi a Bruselas, fue condenado a cadena perpetua, pero revisable a partir de los 22 años de prisión. Fueron algo más suaves de lo que pedía la Fiscalía para el resto: los implicados en la célula franco-belga que preparó los atentados; los integrantes de la red logística que facilitó el atentado; los falsos refugiados pakistaní y argelino que no llegaron para participar; y los tres hombres que ayudaron a Abdeslam a regresar de París a Bruselas, que era su lugar de residencia y la base de la célula yihadista. Estos tres comparecían en libertad y, aunque recibieron penas de entre cuatro y ocho años, al haber pasado por prisión y recibir penas con un periodo de libertad vigilada, podrán seguir libres.
Otros cómplices recibieron condenas de 30 años de prisión, revisables cuando hayan cumplido dos tercios. Los jueces solo recalificaron los cargos iniciales para uno los acusados, Farid Kharkhach: de asociación de malhechores terroristas a asociación de malhechores para cometer estafa al suministrar pasaportes falsos a los terroristas. Kharkhach fue condenado a dos años de prisión. Los condenados tienen 10 días para recurrir.
El mayor juicio antiterrorista
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“Del juicio no esperaba más que la sentencia porque a nivel personal no hay ninguna reparación y porque Juan Alberto no vuelve hoy y el dolor y el vacío que tengo lo tengo todos días”, declaró a la prensa, al salir de la sala, la española Cristina Garrido, madre de Juan Alberto González Garrido, que tenía 29 años cuando fue asesinado en el Bataclan. “¡La perpetua es para mí, no para ellos!”, dijo en referencia a los condenados Nancy Valle, madre de Luis Felipe Zschoche Valle, también asesinado durante el concierto del grupo Eagles of Death Metal en el Bataclan. “La llevo yo desde hace seis años y la voy a llevar hasta que desaparezca”.
La sentencia marca el punto final al mayor juicio antiterrorista en Francia de la historia. Se juzgaba el mayor atentado en una década en que el terrorismo islamista golpeó Francia. Duró todo un curso escolar, en una sala construida para la ocasión en el interior del Palacio de Justicia de París y con centenares de víctimas, abogados, periodistas, además de cinco magistrados y tres fiscales, los acusados en el banquillo (y seis juzgados en rebeldía), e incluso uno de los escritores franceses contemporáneos de mayor renombre, Emmanuel Carrère, que lo ha cubierto para L’Obs y y lo convertirá en obra literaria en un libro titulado V13. Todo ha quedado filmado para la historia, igual que el juicio en otoño de 2020 por los atentados de enero de 2015 contra el semanario satírico Charlie Hebdo y el supermercado judío Hyper-Cacher, y que el juicio al nazi Klaus Barbie en 1987.
Para las víctimas, y para Francia, el juicio ha representado un momento terapéutico. Pero ha sido mucho más que eso. Ha permitido entender mejor la planificación y la ejecución de los atentados, y asomarse a las mentes de los terroristas y sus cómplices. También hablar y escuchar: si ha habido un protagonista colectivo de este proceso, han sido los supervivientes y los familiares de los asesinados en la sala de conciertos Bataclan, en las terrazas de los cafés del este de París y en los aledaños del estadio de Saint-Denis. Al testimoniar, algunos han avanzado en el proceso de duelo. Han aportado, a través de una multitud de perspectivas diferentes, información detallada sobre aquellas horas trágicas y sobre la experiencia del terrorismo y sus efectos devastadores.
El otro protagonista ha sido el principal acusado presente, Abdeslam, de 32 años, francés nacido y criado en Bélgica, y hermano de uno de los kamikazes. Su argumento para defenderse, y el de sus abogados, era que él no disparó a nadie y que en todo caso él no era un primer espada del Estado Islámico. Sus abogados le han descrito como un joven influenciable que canalizó su rebeldía e indignación por las injusticias del mundo (en concreto la guerra en Siria a partir de 2011) hacia el islamismo radical. Han alegado que, al estar muertos todos los miembros del comando que dispararon, se ha querido convertir a su cliente en un símbolo y darle un castigo ejemplar.
Con el fin del macroproceso, se cierra un capítulo, pero no el libro. En otoño, otros dos procesos se ocuparán de los atentados islamistas de la década pasada. El 15 de septiembre se abrirá en París el juicio por el atentado del 14 de julio de 2016 en Niza, cuando un terrorista, al volante de un camión, mató a 86 personas en el paseo marítimo. Y el 10 de octubre se abrirá en Bruselas el juicio por los atentados del 22 de marzo del mismo año en el aeropuerto bruselense de Zaventem y en la estación de metro de Maelbeek, en los que murieron 32 personas. Varios de los condenados este miércoles en París, entre ellos Abdeslam, también se sentarán en el banquillo en Bruselas.
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