Tras una semana “desaconsejando” el uso de mascarillas caseras, el Gobierno francés se aprestaba este viernes a imponer el uso de protecciones más altas a través de un decreto. Las autoridades quieren que los ciudadanos utilicen a partir de ahora en espacios públicos solo tres tipos de mascarillas: las quirúrgicas, las FFP2 y las de tela industriales de categoría 1, que filtran al menos el 90% de las partículas de tres micras. Ya el lunes, el Alto Consejo de Sanidad Pública, la instancia en la que se suele apoyar el Gobierno para tomar sus decisiones políticas respecto a la pandemia, había alertado de que las mascarillas caseras de tela no protegían lo suficiente ante las nuevas variantes de covid-19 como la británica o la sudafricana, mucho más contagiosas. También se deben evitar, según los expertos galos, las mascarillas de tela de categoría 2, que solo filtran hasta el 70% de las partículas.
“El Alto Consejo recomienda a los franceses, y esta es la recomendación que les hago yo también, no usar más la mascarilla artesanal que fabricamos en casa”, dijo el ministro de Sanidad, Olivier Véran, en una entrevista en el informativo nocturno del jueves.
Ante la aguda falta de mascarillas quirúrgicas durante el comienzo de la crisis, la pasada primavera, el Gobierno animó a los ciudadanos a usar mascarillas caseras y varias instituciones sanitarias promovieron diversos modelos que recibieron el visto bueno de la Asociación Francesa de Normalización (Afnor), que dictó especificaciones sobre los modelos y la densidad de los tejidos. Muchas empresas textiles se dedicaron también a esta producción, incluso para profesionales de la salud. Pese a las nuevas directivas, las autoridades han reconocido que será difícil controlar que todos los ciudadanos sigan las nuevas directrices.
El debate también ha llegado a Alemania. El martes pasado la canciller, Angela Merkel, y los líderes de los 16 Estados federados acordaron prolongar las estrictas restricciones que sufre el país hasta el próximo 14 de febrero. El cierre casi total de la vida pública desde principios de noviembre ha permitido en los últimos días reducir el número de contagios, pero el Gobierno cree que no es suficiente. En los próximos días –cada Länder decide cuándo entran en vigor las medidas- será obligatorio el uso de mascarillas médicas en el interior de los comercios y en el transporte público. Ya no se podrá entrar en un supermercado o en una oficina pública con mascarillas de tela o higiénicas. Tampoco cubrirse con una bufanda o un pañuelo, como es muy habitual ver en los supermercados de Berlín. Se exigirá FFP2, KN95 o la mascarilla quirúrgica, más barata que las anteriores pero también homologada y que tiene una capacidad de filtrado superior al 90%. Las mascarillas FFP2 ya son obligatorias en Baviera desde el lunes pasado. Esta región se adelantó al resto como medida preventiva ante las nuevas variantes del coronavirus, más contagiosas. Algunos estados han estado entregando de forma gratuita en farmacias mascarillas FFP2 a personas de alto riesgo.
Como señala la patronal de productores de tecnología sanitaria Fenin las mascarillas de tela “no se consideran un productos sanitarios”. Son las que ofrecen menor protección. Esta va aumentando al pasar a las llamadas quirúrgicas (las que tienen una parte superior ajustable y suelen ser azules y blancas) y de ahí a las FFP2 y las FFP3, que son como cazoletas que tapan boca y nariz (suelen ser blancas) y tienen un tamaño de poro cada vez menor y protegen más.
En España, el Ministerio de Sanidad afirmó el jueves que no va a cambiar sus recomendaciones. Pero el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, además de un genérico “a mayor protección, mejor”, avaló el uso de mascarillas quirúrgicas, FFP2 y FFP3 en determinadas circunstancias, y defendió el uso de mascarillas de tela “que cumplan la especificación UNE”. Esta regulación se adoptó en abril del año pasado, en plena primera ola del coronavirus ante la imposibilidad de conseguir un suministro suficiente de mascarillas para el personal sanitario, y tenía como objetivo que grandes empresas como Inditex o El Corte Inglés fabricaran estos protectores con garantías. Lo que sucedió fue que, además de los productos elaborados según estas normas, proliferaron las de confección casera, sin tejidos adecuados o sin el filtro correspondiente.
España no fue el único país que tuvo que acelerar el sistema para poder ofrecer algo a la población. En Estados Unidos, siempre más pragmáticos, el centro de Control de Enfermedades (CDC), que sería el equivalente al Instituto de Salud Carlos III, publicó, y aún mantiene en su web, un tutorial para fabricar mascarillas a partir de una camiseta vieja. El principal requisito es que sean de doble capa, pero que permitan respirar.
Manuel Pastor, director ejecutivo de Efficold, una empresa que acaba de sacar al mercado una mascarilla quirúrgica señala que, por tanto, se puede hablar de hasta siete niveles de protección: desde la que ofrecen mascarillas caseras que no están acreditadas ni testadas, y que hay que evitar, a las de tela reguladas (las higiénicas), tres niveles dentro de las quirúrgicas (1, 2, y 2R que es una de las que ellos fabrican y tiene una cobertura antisalpicaduras), y las FFP2 y FFP3. “Las quirúrgicas sirven sobre todo para evitar contagiar. A partir de ahí también se protege el ser contagiado”, resume. Eso hace que las de mayor estanqueidad, que son las FFP2 y 3, sean las que ofrecen mayor protección en sitios cerrados y concurridos, como los transportes públicos.
Esa posible variedad en las higiénicas hace que, por ejemplo, en muchos hospitales españoles ya no se permita entrar con ellas. Los controles facilitan una quirúrgica, y recomiendan que se ponga sobre la otra. “Es que no se sabe cómo son”, justifica Julio García, de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica y especialista en el hospital de La Paz de Madrid, quien, sin embargo, señala que “no hay una postura oficial de la sociedad” sobre si deben permitirse o si se debe exigir una mascarilla de protección mayor. Admite el médico que “hemos tenido una curva de aprendizaje” que puede llevar a plantear cuestiones que ahora se hacen, como pasó en el momento en que se decidió pasar a recomendar primero y a exigir después el uso de mascarillas. La aparición de nuevas cepas, “aparentemente más contagiosas” puede ser uno de esos momentos, pero, en el fondo, “estas variantes se contienen igual, extremando las medidas de seguridad, que son las de barrera”.
Tampoco la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas) tiene una postura oficial sobre los tipos de mascarillas que pueden usarse, pero su portavoz insiste en un aspecto: se opte por las que se opte, “tienen que ser asequibles”. “Y no se puede poner todo el peso en los ciudadanos. no tiene sentido exigirles mascarilla en la calle y que luego, cuando entran en un bar abarrotado, se la puedan quitar” .
Las nuevas cepas más contagiosas que se han detectado del coronavirus, y que se espera que sean las mayoritarias en Europa en un par de meses, son una de las causas que pueden llevar a retirar las mascarillas menos eficaces. Pero hay otra razón, señala Javier Gastaminza, de la empresa de productos sanitarios Starcare: desde el momento en que se acreditó el contagio por aerosoles, partículas que quedan flotando y mucho mas pequeñas que las gotas que se expulsan al hablar o estornudar, se vio que hacía falta mayor protección. “Las higiénicas no se pueden ajustar”, apunta, y “las quirúrgicas tienen efecto de filtración de las partículas grandes, pero están pensadas más para bacterias, que son mucho más grandes que los virus y que los aerosoles”, explica.
“Teniendo en cuenta que las mascarillas de tela homologada se consideran mascarillas higiénicas reutilizables estarían en uno de los escalones mas bajos de nivel de protección”, explica la enfermera especialista en administración sanitaria Guadalupe Fontán. Y “desde que se reconoció la vía de transmisión por aerosoles, en sitios donde el riesgo de exposición es elevado sería recomendable aumentar el nivel de protección de las mascarillas a una autofiltrante en espacios cerrados sin ventilación”.
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