Si hay un escritor que ha demostrado sobradamente un virtuosismo espectacular con las letras de la lengua castellana, ese es Francisco de Quevedo. Célebre por su famosa rivalidad con otro poeta y escritor, Luis de Góngora, su obra y su vida demuestran que fue mucho más que eso, fue un enorme literato.
Quevedo vivió en un país que comenzaba a degenerar. El español era un imperio que se desquebrajaba tras muchos años de esplendor y conquista. Tal vez eso influyó en su carácter sarcástico y en su obra.
Nacido en 1580 en el seno de una familia que desempeñaban altos cargos en la Corte, desde niño tuvo contacto con la vida cortesana. A eso hemos de unir una excelente educación, culminada en las Universidades de Alcalá de Henares y Valladolid, ciudad esta última donde destacó su fama de poeta.
Si conocimiento de la política le llevó a ser secretado de estado acompañando en Sicilia al duque de Osuna, con quien tuvo una gran relación. Es más, una parte de su vida que no es tan conocida nos lleva a descubrir a un hombre que no solo fue un gran diplomático, también actuó como agente secreto en las intrigas políticas de las repúblicas italianas.
Por su trabajo en Italia recibió el hábito de Caballero de la Orden de Santiago. Sin embargo, pocos años después fue acusado de haber participado en la conjura de Venecia, por lo que cae en desgracia junto al duque de Osuna, y es desterrado a Torre de Juan Abad, en Ciudad Real.
Pero al ascender al poder el conde-duque de Olivares, que lo protege, asciende nuevamente al poder como secretario real. Aun así, su carácter le lleva a ser contrario a la posición oficial en la elección de Santa Teresa como patrona de España, apostando por Santiago Apóstol, y es nuevamente desterrado, esta vez a San Marcos de León.
La obra de Francisco de Quevedo
Todavía quedan muchas andanzas de Quevedo, que acaban con su salud muy quebrantada al salir de una celda en la que estuvo 4 años tras perder la confianza del conde-duque de Olivares en un ambiente de extensa corrupción.
Sin embargo, con una vida tan atribulada (hasta Arturo Pérez-Reverte usó su figura para sus novelas históricas sobre el Capitán Alatriste), tuvo tiempo de dejar grandes obras para la posteridad. La más conocida, Historia de la vida del Buscón, llamado Don Pablos, escrita en su juventud con el mismo ingenio e ironía que le acompañarían siempre. Pero también caben destacar otras como La cuna y la sepultura o Aguja de navegar cultos con la receta para hacer Soledades en un día.
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