A los alemanes no vamos a darles lecciones desde España sobre cómo enfrentarse a un pasado traumático. El documental La dura verdad sobre la dictadura de Franco, de la televisión pública ZDF y disponible en Netflix, llama la atención por su estilo directo, porque no titubea al retratar al caudillo español como un criminal despiadado, aunque no elude la complejidad del personaje.
En cuatro capítulos (más un quinto de refritos que no hacía ninguna falta), se repasa más de un siglo en España, desde la derrota en Cuba, que conoce ya el niño Francisco Franco, hasta más allá de su muerte, cuando Juan Carlos I desmonta su régimen; incluso se proyecta su sombra sobre el procés. Todo eso en 176 minutos; era inevitable algún trazo grueso.
El peso del relato lo llevan los historiadores —Paul Preston, Ángel Viñas, Antony Beevor— que sientan al dictador en el diván para analizar por qué era insensible al dolor de sus semejantes: venía de un entorno beato y conservador, no tenía vicios ni le interesaba el sexo. Ya fue feroz en la represión de la revuelta de Asturias y en el frente de Marruecos; escala en la camarilla militar que da el golpe en 1936 gracias a una serie de sospechosos accidentes, los de Balmes, Mola y Sanjurjo.
Era cruel, de acuerdo, y también astuto y oportunista. El programa se detiene en su relación con Hitler, a quien debe su victoria en la Guerra Civil, pero a quien luego torea en Hendaya, aunque le envía a 45.000 voluntarios de la División Azul. Vemos cómo se va alejando de los nazis —y de su cuñado, el germanófilo Ramón Serrano Suñer— según sufren derrotas; cómo atraviesa el desierto de la autarquía; cómo termina abrazado a Eisenhower y celebra como un triunfo sentirse rehalibitado por Occidente; cómo suelta lastre falangista para apoyarse en los tecnócratas del Opus Dei; cómo el turismo transforma las costumbres; cómo el asesinato de Carrero Blanco sume en el desconcierto a un régimen muy desgastado.
La narración busca esclarecer detalles de la vida privada de Franco que tuvieron impacto político, lo que incluye algunas especulaciones sobre su (pobre) vida íntima y sobre cuál sería la paternidad real de su única hija. Esa parte resulta la menos convincente del programa. Se señalan, en todo caso, la gran influencia de Carmen Polo, además de su afición a salir de compras a joyerías sin dejar un duro; la infidelidad del Cuñadísimo, que le hizo caer en desgracia; los celos de la esposa del dictador con Evita Perón cuando fue recibida por todo lo alto. Y la confianza del tirano en el joven Juan Carlos, puesto que lo estaban educando a su medida, pese a las advertencias de buena parte de su entorno.
Nada que no sepamos, en realidad. Nada que no esté en los libros de los historiadores que participan. No hay más que un afán de divulgación histórica para los alemanes, aconsejable también para cualquier joven español que sienta ese tiempo como muy lejano. Lo único que sorprende del documental es que a los españoles nos haya sorprendido. Es raro que hayamos visto pocos así.
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