Frases del Conde de Rivarol en el día de su muerte

Un 11 de abril de 1801 muere el escritor y periodista Antoine de Rivarol, más conocido como Conde de Rivarol. Fue el traductor de El Infierno de Dante. Hoy le recordamos con las frases del Conde de Rivarol en el día de su muerte.

Entre sus hitos, fue premiado por Discours sur l’universalité de la langue française, y en 1785 fue nombrado socio de la misma. Luego escribió Petit almanach de nos grands hommes y colaboró con el Journal politique et national del abate S. de Castres.

Los hombres de corte nunca han sido otra cosa más que fastidiosos libertinos, o pordioseros con hebillas de oro.

El hombre modesto tiene a su alcance ganarlo todo; porque la modestia va unida a la generosidad y el orgullo a la envidia.

Los poetas han logrado cautivarnos mucho más atribuyendo a los dioses las mismas debilidades que a los hombres, que si hubieran concedido a los hombres las perfecciones de los dioses.

Hay personas a las que la fortuna no les procura más que miedo de perderla. frases del Conde de Rivarol en el día de su muerte

No hay más que una sola moral, como no existe sino una sola geometría: son dos palabras que no tienen plural.

Lo horrible de este mundo es que buscamos con el mismo ardor el hacernos felices y el impedir que los demás lo sean.

La moral erige un tribunal mucho más alto y temible que el de las leyes. Sus órdenes no se satisfacen con sólo que evitemos el mal, sino que prescriben que obremos el bien; no solo que parezcamos buenos, sino que lo Seamos. Porque ella, la moral, no se funda en la opinión pública, a la que es posible engañar, sino en nuestra propia estimación,…

Los necios, los campesinos y los salvajes se creen mucho más lejos de la bestia que el mismo filósofo.

Por cada diez personas que hablan de nosotros, nueve lo hacen desfavorablemente, y, con frecuencia, la única persona que habla bien lo dice mal.

En el mundo, aquel es verdadero filósofo que perdona a la sociedad el haberle privado de riquezas, con la misma calma con que, por ejemplo, un banquero perdona a la Naturaleza el no haberle hecho más ingenioso.

Por el dinero se es capaz de todo, hasta de una buena acción.

Todo el mundo se agita con el fin de conseguir más tarde el reposo, pero hay hombres tan perezosos que ya se instalan en el reposo desde el principio.


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