“El Amazonas alberga el 15% de la diversidad biológica del mundo, especies de flora y fauna que en gran medida solo se encuentran en esa región”, escribe Leticia Merino.
Por Leticia Merino*
¿Qué implica para nosotros que la Amazonia, el bosque tropical más grande del mundo, se esté consumiendo por incendios descontrolados en estos momentos y desde hace varios meses? ¿Por qué preocuparnos de su destrucción quienes nos encontramos a miles de kilómetros de distancia? La respuesta es que la región amazónica es uno de los pilares ecológicos de la tierra. Ese bosque remoto y sus grandes ríos tienen funciones ecológicas fundamentales para el sistema tierra (es decir el sistema que vincula atmósfera, hidrosfera, geosfera y biosfera). Su deterioro pone en un grave riesgo las condiciones de vida de millones de especies de seres vivos, entre ellas los humanos.
El río Amazonas y sus cientos de ríos tributarios, fluyen a lo largo de 6,600 km, descargando 225,000 m3 de agua dulce por segundo en el Océano Atlántico y aportan 21% del agua dulce del mundo. El vapor de agua de los miles de billones de árboles en los 6.7 millones de km2 de la región amazónica genera “ríos voladores” que promueven lluvias en la Tierra, contribuyendo a mantener agua en los ecosistemas, “agua verde”. Con la pérdida de la cobertura forestal se pierde agua, se pierde suelo y se altera drásticamente el ambiente de miles de especies de plantas y animales.
Tanto en el dosel del bosque como en sus suelos, la cuenca del Amazonas almacena el 10% del carbono del planeta. La protección de los bosques, junto con la reducción drástica del uso de combustibles fósiles y el desarrollo de economías y sociedades bajas en emisiones de carbono son vitales para reducir la emisión de gases de invernadero y para detener el avance del peligroso proceso de cambio climático. Detener este cambio es hoy urgente, ya que de continuar las tendencias actuales de producción y consumo más allá de 2030 (1), ocasionará, la desaparición de todos los arrecifes coralinos, que producen el 50% del oxígeno del mundo, el incremento del nivel del mar que enfrentará a 10 millones de personas a riesgos de inundaciones y la reducción drástica de la capacidad de producir cereales y otros alimentos.
El Amazonas alberga el 15% de la diversidad biológica del mundo, especies de flora y fauna que en gran medida solo se encuentran en esa región. Amazonas es también hogar de más de 34 millones de personas, 9% de los cuales son miembros de 350 grupos indígenas, cuya vida depende estrechamente de la selva y el río.
En los últimos 20 años se ha quemado cerca del 17% de la extensión de la selva para dedicar la tierra a la cría de ganado, la plantación de soya y palma de aceite, que se destinan en su mayoría a los mercados chino, norteamericano y europeo. A la fecha, los 73,000 fuegos detectados por la Agencia Espacial Brasileña afectan millones de hectáreas y representan un aumento de 88% respecto al conjunto de la estación seca de 2018. Se estima que estos fuegos son provocados intencionalmente en, al menos el 90% de los casos. La Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica culpa directamente al discurso y a las políticas del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, y del boliviano, Evo Morales.
El incendio de la Amazonia acelera drásticamente la destrucción planetaria, representa un crimen contra la naturaleza y la humanidad. La respuesta internacional, hasta ahora incipiente, tibia y dispersa, habla de la necesidad de instituciones globales de gobernanza ambiental con capacidades efectivas de vigilancia y sanción, y de cambios profundos en los patrones de producción y consumo, para asegurar las condiciones de vida, de las generaciones futuras y de quienes ahora somos testigos de esta catástrofe.
1) Cuando la temperatura se incrementará en 1.5 grados centígrados, más allá de este umbral se producirán los cambios señalados.
*Coordinadora del Observatorio Académico de Sociedad, Medio Ambiente e Instituciones de la UNAM.