Gabriel Boric lidera la generación de izquierda que irrumpió en la política chilena en la última década, dando vuelta el tablero y prácticamente extinguiendo a la Concertación de centroizquierda que gobernó Chile entre 1990 y 2010. Nacido hace 35 años en Punta Arenas –en el extremo sur de Chile–, como estudiante de Derecho de la Universidad de Chile fue parte de los que lideraron las movilizaciones estudiantiles en 2011 que pusieron contra las cuerdas al primer Gobierno de Sebastián Piñera. Pero fue en 2012 cuando alcanzó protagonismo al arrebatarle la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh) a la comunista Camila Vallejo, uno de los principales rostros de la protesta, con la que se postularon al Congreso en 2013.
En marzo de 2014 –sin corbata ni traje y de pelo largo– Boric debutó en la Cámara de Diputados, junto a la propia Vallejo y otros dos jóvenes líderes estudiantiles que no sobrepasaban los 30 años. Líder del partido Convergencia Social, una de las formaciones que conforman el Frente Amplio, a comienzos de este año aceptó una candidatura a La Moneda, en una carrera que hoy lo tiene como uno de los favoritos, según diversas encuestas. Si los sondeos tienen razón, este domingo se ganará su paso al balotaje del 19 de diciembre, donde medirá fuerzas con el candidato conservador, José Antonio Kast.
Ha sido un ascenso rápido y sus críticos se lo han hecho notar. “Pasó por la universidad entre paros y asambleas, no ha terminado su carrera y de la mesada paterna saltó a la parlamentaria”, aseguró hace unos meses el que fue ministro de Educación de Piñera, Gerardo Varela. También es frecuente que se le enrostre que no se ha titulado de abogado, porque de la dirigencia estudiantil pasó al Congreso. “El Frente Amplio es, en algún sentido, un remedo de Podemos, aunque su líder Gabriel Boric no lleva coleta ni enseña en la universidad puesto que aún no se gradúa”, escribió el influyente columnista Carlos Peña en un análisis de EL PAÍS. De una familia acomodada de la región de Magallanes, nació en 1986, por lo que no vivió en carne propia la dictadura, que terminó en 1990. Es la que ha sido retratada como la generación sin miedo, porque conoció el horror de la represión por relatos y escritos, no en primera persona como los mayores, ante los que se rebelan políticamente.
Con un padre que militó por años en la Democracia Cristiana –uno de las columnas vertebrales de la coalición de centroizquierda Concertación–, Boric forma parte de esa generación de militantes del Frente Amplio que se sitúan por debajo de los 40 años y que se han instalado en la política con un juicio crítico de la transición. En 2016, siendo diputado, analizaba los elementos comunes entre Podemos de España y el Frente Amplio en Chile, por los procesos vividos por ambos países: “Bipartidismo, consenso neoliberal, escaso recambio generacional, desmovilización de la sociedad, progresiva privatización de servicios básicos y derechos sociales”, aseguraba en una entrevista con EL PAÍS. Boric contaba que seguía de cerca la irrupción de Podemos desde el punto de vista electoral, su despliegue territorial y sus discusiones teóricas, porque ambas formaciones se inspiran en escritos políticos de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe acerca de los populismos de izquierda. A diferencia de los españoles, sin embargo, el Frente Amplio chileno estaría dando el sorpasso a la centroizquierda convencional.
Esta nueva alternativa de izquierda en Chile esconde paradojas importantes, como que están a centímetros de llegar al Gobierno de la mano del Partido Comunista, que mantiene su plena adhesión a la doctrina marxista-leninista, aunque se hable de movimientos intestinos encabezados por la dirigencia joven, como la propia Vallejo. Ambas formaciones –una que en 2022 cumple 100 años y la otra que todavía no llega al lustro–, comparten la mirada crítica hacia los años de gobiernos de la Concertación, que califican de neoliberales, aunque fue desde sectores de la propia centroizquierda que se les fue abriendo paso. “Los jóvenes del Frente Amplio son hijos de militantes de partidos tradicionales”, recordó Michelle Bachelet hace unos años, en referencia a varios de los liderazgos de ese sector cuyos padres tuvieron papeles importantes en los gobiernos entre 1990 y 2010.
En el Congreso, Boric llegó con altos porcentajes de votaciones –postula por Magallanes, su tierra, y en marzo termina su segundo período–, pero ha enfrentado momentos complejos, sobre todo una cierta volatilidad que le critican en su relación con la extrema izquierda. En 2018, por ejemplo, se reunió en París con uno de los condenados por el asesinato en democracia del senador de derecha Jaime Guzmán, lo que lo obligó a afirmar que no relativizaba el crimen de Guzmán y pedirle disculpas en persona a la familia del parlamentario asesinado. Luego lo puso en aprietos la circulación de un vídeo donde recibió de regalo una camiseta con Guzmán con una bala en la frente. “¡Buena! ¡Aguante!”, dijo Boric al recibirla. El partido de derecha UDI, en el que militaba Guzmán, lo acusó de “apología a la violencia” y Boric el diputado pidió nuevamente disculpas: “Revisé el video y me dio vergüenza”.
Su liderazgo comenzó a florecer por sobre el resto de su generación luego del estallido social de hace dos años. Aunque llegó al epicentro de las protestas en Santiago para increpar a los militares que resguardaban el lugar, en medio de una ola de violencia inédita, Boric cumplió un papel central en el acuerdo político del 15 de noviembre de 2019, que dio origen al camino constituyente. No solo logró que se plegara el Frente Amplio –a diferencia del Partido Comunista, que se restó del acuerdo transversal–, sino que pagó altos costos políticos con su propio sector por llegar a acuerdos. A fines de ese convulsionado 2019, lo increparon y agredieron en plena vía pública, en el centro de Santiago: “Vendiste al pueblo, traicionero”, le dijeron, mientras lo mojaban con cerveza.
Al igual que Kast en su propio sector, Boric ha sido un candidato impensado de la izquierda. Aunque hace un año señalaba en la televisión que no tenía “experiencia suficiente” –en una frase que lo ha perseguido en la campaña–, en las primarias de julio pasado de la alianza Apruebo Dignidad se impuso sorpresivamente al candidato comunista Daniel Jadue, que era el favorito de acuerdo a los sondeos. En la carrera a La Moneda, ha levantado la bandera del cambio y ha llevado a su molino a buena parte de la militancia socialista, que formalmente apoya a la candidatura de la democristiana Yasna Provoste. La nieta de Salvador Allende, la diputada Maya Fernández Allende, ha sido parte de los que se han volcado a arropar al postulante más izquierdista a la presidencia de Chile, desde que en los setenta gobernó su propio abuelo.
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