Nunca olvidaré el primer control antidopaje del ajedrez en España. Fue en el campeonato nacional de 1999 en Cala Galdana (Menorca). Como la mayoría de los ajedrecistas orinan mucho durante las partidas de alta competición, por la tensión nerviosa, casi todos los designados por sorteo para el control tenían problemas aquel día para depositar la muestra correspondiente al final de la jornada. Y así se llegó a la escena surrealista de una fila de jugadores ante la barra del bar, esperando que les sirvieran una generosa jarra de cerveza para aprovechar sus efectos diuréticos.
Desde entonces no se conoce un solo caso positivo entre jugadores de élite, aunque sí ha habido algún sancionado por negarse a pasar el control como una forma de protesta. Los jugadores se toman esa formalidad como un engorro inútil. Y con buenos motivos: los médicos consultados por este periódico en varios reportajes coincidían siempre: existen sustancias, como las anfetaminas o los betabloqueantes, que pueden mejorar el rendimiento de un ajedrecista en momentos concretos pero, además de sus peligrosos efectos secundarios, es probable que resulten contraproducentes. Por ejemplo, un betabloqueante puede ayudar a planear mejor a un jugador muy nervioso en las primeras horas de una partida decisiva. Pero si ese mismo jugador se apura de tiempo, el betabloqueante le hundirá en la miseria cuando necesite su capacidad de reflejos al 100% para realizar, por ejemplo, seis buenas jugadas en un minuto. Y viceversa en cuanto a las anfetaminas.
Pero era de esperar que los importantes adelantos en el conocimiento del cerebro y la tecnología aplicada acabasen encontrando sustancias específicas para mejorar el rendimiento de los ajedrecistas. De hecho, un documento de la FIDE de 2013 ya alertaba sobre la posibilidad de utilizar modafinil o metilfenidato en sus diferentes presentaciones comerciales, y advertía que ambas están incluidas en la lista de sustancias prohibidas por el COI. Las dos se utilizan médicamente para otros usos: el modafinil, para las personas que trabajan en turnos de día y noche alternativamente y tienen problemas para dormir, por ejemplo; y el metilfenidato para el TDAH (síndrome de déficit de atención e hiperactividad).
El estudio que motiva este artículo, de los doctores Franke, Andreas, Lieb y otros, consistió en que 39 ajedrecistas jugasen 20 partidas semirrápidas (15 minutos por bando para toda la partida) contra programas informáticos. Divididos en cuatro grupos, tomaron modafinil, metilfenidato, cafeína o un placebo. La mejora de los resultados con las tres primeras sustancias fue del 15, 13 y 9%, respectivamente.
Los autores del estudio advierten que habrá que hacer más para confirmar o no esos resultados. Y aventuran que el efecto puede ser aún más positivo en partidas lentas, de cuatro o cinco horas. Sin embargo, el doctor Klaus Lieb, catedrático de psiquiatría y psicoterapia de la Universidad de Mainz (Alemania), advierte: “Estas sustancias pueden causar efectos secundarios graves, además de crear dependencia”. En el citado documento de la FIDE, la doctora Jana Bellin, presidenta de su Comisión Médica, advierte de que el metilfenidato (comercializado como Ritalin) “tiene una estructura y farmacología similares a la cocaína”. Y la Fundación por un Mundo sin Drogas asegura que el Ritalin puede producir “nerviosismo, insomnio, anorexia, pérdida del apetito, cambios en el pulso, problemas de corazón y pérdida de peso”.
Jesús de la Gándara, jefe de servicio en el Hospital Universitario de Burgos, es uno de los más prestigiosos psiquiatras españoles, a quien ya consulté para un reportaje sobre este asunto el pasado septiembre. Ahora introduce importantes matices: “Ante todo, debe tenerse en cuenta que estas sustancias no mejoran el rendimiento cognitivo, no nos hacen más inteligentes. Donde inciden es en que nos sintamos más despiertos, aguantemos mejor la fatiga o nos concentremos mejor. Pero además hay que tener en cuenta que los efectos no son los mismos en todas las personas; las reacciones pueden ser muy distintas de una a otra”.
Dejando aparte que esas sustancias están incluidas en la lista de prohibidas por el COI, ¿recomendaría su utilización? “Sólo en circunstancias muy específicas y para un uso muy limitado, tras estudiar seriamente el perfil del paciente en cuestión. Hay que tener muy en cuenta que pueden producir ansiedad y dependencia, entre otros efectos secundarios. En ningún caso recomendaría su consumo frecuente”.
Aunque las conclusiones científicas son provisionales, la deducción principal que ya puede hacerse es que hablar de dopaje en ajedrez no es tan absurdo como creíamos hasta ahora. El doctor Lieb lo tiene claro: “Recomendamos que los controles antidopaje en torneos de ajedrez sean rigurosos”.
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