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Un paréntesis obligado en la marcha del mundo da título a una serie de reflexiones y propuestas artísticas que, afortunadamente, sortean las fronteras nacionales, las cuales parecen, por ahora, las únicas en salir reforzadas de la pandemia de covid-19. Paréntesis. Relatos desde la incertidumbre fue el nombre del llamamiento que, unos meses atrás, hizo la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) a artistas y creadores activos en los países en los que está implantada su red de centros culturales.
De las 1.500 ideas que acudieron a la convocatoria, desde 18 países, se han seleccionado 52 obras que integrarán una exposición itinerante, cuya primera estación será, en septiembre, en el Centro Cultural de España en El Salvador. La segunda escala se prevé en Santiago de Chile, para enero de 2022.
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Entre ese medio centenar de piezas escogidas hay arte escénico, performances plásticas, paisajes sonoros, obras audiovisuales, además de aproximaciones a la novela gráfica y a la fotografía documental, que procuran plasmar parte de este lapso de vida mundial de encierro intermitente, distancias, preocupaciones, duelos y algún grato descubrimiento. Nunca antes, el cuerpo —cada uno de nuestros cuerpos— y las subjetividades confinadas habían tenido semejante protagonismo, simultáneo, a nivel global. De ahí que tanta energía acumulada empiece a alimentar la recuperación de agendas olvidadas de regiones, movimientos sociales y cuerpos.
Ha llegado la hora de sobreponerse a la inercia de la pasividad y el miedo instalado, tal es el mensaje de los pensadores que advierten sobre los “daños colaterales” de la quietud y la incertidumbre. Sin ir más lejos, a poco de finalizar el primer estadio de confinamiento, la filósofa Marina Garcés invitaba a hacerse la pregunta: “¿Qué estaba pasando cuando se paró el mundo?”
La filósofa lanzaba esta cuestión al aire del debate público para recordar las revueltas mundiales del otoño de 2019 (de Santiago de Chile a Beirut, pasando por Argel y Teherán): “Lo que estaba pasando era muy importante, porque muchas calles del mundo estaban en llamas, tomadas por coreografías feministas, manifestaciones de estudiantes, que reclamaban justamente ante ese futuro devastado por el extractivismo, también por movimientos contra el autoritarismo de los Estados, incluso los aparente o formalmente democráticos. Se estaban manifestando cuerpos muy jóvenes, como pudimos comprobar con la acción de los niños del cambio climático (en referencia a Greta Thunberg y el movimiento Fridays for Future)”. Garcés alentaba, pues, a recuperar las “llamas de la insurrección”, que estaban por doquier, también en los cuerpos que bailaban contra la violencia machista, primero en Santiago de Chile y luego en las principales ciudades del hemisferio norte, e incluso dentro del parlamento turco.
Las 52 obras seleccionadas integrarán una exposición itinerante, cuya primera estación será en septiembre, en el Centro Cultural de España en El Salvador. La segunda escala se prevé en Santiago de Chile, para enero de 2022
Quizá porque aquellos fuegos arden aún, a la convocatoria de AECID, respondieron muchísimas creadoras que pudieron hacer fructificar el impasse en proyectos que plasman la solidaridad femenina en las políticas de los cuidados y los afectos y en trabajos sobre educación, comunicación intergeneracional e interespecies, o sobre la desaceleración de la vida cotidiana y los modos alternativos de existir en el entorno doméstico.
En cuanto al incremento de casos de violencia de género, producto del aislamiento de las familias dentro de la casa, las artistas han querido mostrar a mujeres que no han querido replegarse en el papel de víctimas, aunque sí continuar con las acciones de denuncia, para lo cual han elaborado un registro de feminicidios, que también recogerá la exposición.
Horizontes nuevos para la salud mental
Otras propuestas que componen el Paréntesis de AECID —nacido en el marco del proyecto Archivos de una pandemia— dan cuenta, efectivamente, de la continuidad de aquellas luchas y reivindicaciones políticas históricas que, ante la imposibilidad de manifestarse en la calle, han redefinido las formas de expresión del activismo político y los movimientos sociales, desarrollando nuevas estrategias visuales de comunicación y concienciación sobre la pobreza, la desigualdad creciente y la vulnerabilidad de las poblaciones desplazadas.
Entre los temas urgentes que han concitado especial atención figuran, además, el impacto físico y en la salud mental del aislamiento social, el colapso sanitario y la percepción diferenciada de las prioridades de la época, según distintos colectivos, estados y organismos internacionales. Además, se abordan también los estragos que han provocado en el sector cultural los cierres de salas de teatro, cines, la suspensión de conciertos o exposiciones presenciales y la cancelación de actuaciones en otros espacios públicos.
El equipo curatorial de la exposición, integrado por la gestora cubana Suset Sánchez y las españolas Nur Banzi y Macarena Pérez, buscaba construir —a través de las piezas de este puzle de iniciativas ciudadanas y artísticas— una suerte de memoria de este particular momento de crisis social y, en especial, un relato colectivo sobre las maneras diferentes de gestionarlo. En él, hay un sitio destacado para una despedida simbólica y digna de las personas fallecidas lejos de sus familiares, durante la pandemia. Sobre el horizonte demasiado incierto aún se proyectan, asimismo, otro futuro posible, con más consciencia social, cuidados y justicia climática.
Lo que puede representarse cuando el duelo queda en suspenso
“Es una selección potente, que buscaba, además de contar con artistas consagrados, incluir la representación de los países que no disponen de un tejido artístico tan importante; con esta premisa, hemos ido al descubrimiento de proyectos, sobre todo, colectivos y ciudadanos”, explica por teléfono la comisaria almeriense Macarena Pérez.
Lo que quedó demostrado con esta convocatoria sobre la vida entre paréntesis es que existe una plasticidad para expresarse con los mismos medios, sin salir al exterior, según comenta Pérez: “Lo que más nos hicieron llegar fueron piezas audiovisuales en las que se plasmaban artes plásticas, danza y teatro, disciplinas que habían tenido que cambiar sus formatos habituales ante la imposibilidad de la práctica presencial”.
Entre las preguntas que se planteó el equipo curatorial figuraban cuestiones acerca de los conflictos que generó la pandemia y sobre qué manifestaciones artísticas reemplazaron la presencia de la gente en la calle. Una de las respuestas destacadas a estas preguntas fue la de la artista mexicana Tania Candiani, quien, “en su obra audiovisual El chinelo reflexiona sobre las tradiciones populares que se paralizaron por la clausura de espacios de socialización, y cómo esta parálisis puede llevar a la desaparición de ritos de las comunidades locales”, en palabras de Pérez. La comisaria asocia este trabajo sobre la Danza de los chinelos del estado de Morelos, obligado en 2020 a una solitaria evocación, a otros, que hablan, justamente, de la paralización de ritos y funerales “lo que implicó duelos no resueltos, y en soledad”.
Por su parte, el Colectivo Sado, de Argentina, abre interrogantes tan poderosos como el de cómo sobrevivir a la pandemia siendo inmigrantes. Un esbozo de respuesta proviene de la comunidad senegalesa en Argentina, de la que salen los protagonistas de su serie fotográfica La tierra quema adentro. Mujeres y hombres que vieron peligrar su posibilidad de ganarse la vida mediante la venta ambulante habitual, en un sitio despojado de contención familiar. Sin embargo, como muchos otros trabajadores de la economía informal, los comerciantes senegaleses salieron a vender igual, ocupando las calles vacías y sorteando la persecución, según el retrato que trazan los artistas.
En este intercambio de reflexiones de los países que integran la red de centros culturales españoles —y que dibuja un triángulo entre Latinoamérica, Europa y África—, la artista dominicana Ana María López propone un juego interactivo del que podrán participar los visitantes a la exposición y que consiste en un gran aro elástico que se activa cuando las personas se dejan abrazar por la tela, al tiempo que mantienen la distancia física de prevención con los demás. Dos metros de distancia, tal su título, se define como una “escultura blanda”. Entre otras propuestas, cabe destacar, asimismo, la serie Bordes del artista visual colombiano Mario Niño y las Máscaras pascuales, de Mercedes Jaén Ruiz (España).
Los proyectos seleccionados provienen de: Argentina (6 trabajos); Bolivia (4); Chile (3); Colombia (3); Costa Rica (3); Guatemala (1); Honduras (2); Cuba (1); El Salvador (3); España (5); Guinea Ecuatorial (2); México (3); Nicaragua (2); Panamá (3); Paraguay (3); Perú (3); República Dominicana (3) y Uruguay(3). La lista completa de artistas y colectivos escogidos puede consultarse aquí.
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