Aunque repite en el cargo —es el primer presidente reelegido en dos décadas—, es como si aterrizara en otro país. La República de 2022 es muy distinta a la de 2017. Los ciudadanos han sufrido una pandemia traumática. Tienen que hacer el duelo por sus dos principales partidos, el socialista y los republicanos, que han saltado en pedazos.
Hace cinco años, Macron supo ver que las formaciones tradicionales iban cuesta abajo, y lo aprovechó, pero ya no puede vender que no es “ni de izquierdas ni de derechas” porque su término medio, el en même temps, no cuela. Es un liberal que no ha dudado en estimular la economía con dinero público durante la pandemia. Pero, si bien ha sido astuto en lo macro, no ha logrado conectar en lo micro con los franceses. Quiere mostrarse cercano a ellos, pero termina dándoles lecciones, como cuando le espetó a un parado: “Yo cruzo la calle y le encuentro un trabajo”. O cuando dijo que tenía ganas “de joder a los no vacunados”. Esas declaraciones le quitaron miles de votos. Detrás fueron recogiéndolos Mélenchon y Le Pen.
Este domingo, en el Campo de Marte de París, los seguidores de Macron agitaban banderas francesas y europeas. Es cierto que este resultado garantiza que la Unión Europea no salta por los aires, pero no nos confiemos: sigue siendo demoledor. Que haya ganado la opción más europeísta no quiere decir que Francia lo sea. La ultraderecha de Marine Le Pen ha perdido estos comicios, pero sale ganando con las mejores cifras de su historia. Ya no da vergüenza votar a Reagrupamiento Nacional. Marine Le Pen se ha apropiado de un mensaje muy potente: ella no les hará sentir feos, paletos, vagos ni culpables por no llegar a fin de mes. A Macron le toca desmontar ese relato falaz y gobernar con un margen cada vez menor. El poder adquisitivo de los franceses está menguando por la inflación y va a tener menos opciones de implementar las reformas que siempre ha dicho que Francia necesita.
En plena guerra en Europa, que haya ganado Macron permite consolidar la unidad frente a la Rusia de Putin. Francia tiene la presidencia europea y podrá avanzar en la llamada brújula estratégica, la defensa común para los próximos 10 años. Llegará un momento en que habrá que construir la paz con Rusia. Pensemos en cómo sería todo esto si tuviera que negociarlo Le Pen.
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