Guadalupe Plata: excelencia de blues-rock para tiempos de locura

La prestigiosa revista británica Mojo los definió como “tan instantáneamente identificables como excelentes”. Una banda española jugando de tú a tú en las publicaciones anglosajonas desde sus raíces del blues. ¿Es posible? Lo es porque Guadalupe Plata es una formación fuera de lo normal. Una maravillosa locura española capaz de exprimir el blues-rock hasta límites insospechados.

Es una suerte que los tengamos por estas tierras. Y una nueva demostración de que no sabemos valorar la excelencia musical en las mismas tierras de Paco de Lucía. Si ya es costumbre observar cómo las bandas y los artistas más iconoclastas sobreviven en los márgenes del negocio musical en España, en el caso de Guadalupe Plata se cumple la norma de que para triunfar no basta la calidad, sino también formar parte de corrientes estilísticas determinadas, modas o escenas que se retroalimentan. Nada de esto sucede con este grupo salido del sur español.

Guadalupe Plata: excelencia de blues-rock para tiempos de locura

Desde Úbeda, Guadalupe Plata vuelven a la carga con su maniático blues-rock de carretera y taberna. Esta vez, la banda lo hace con un disco más oscuro, donde los aullidos del country-rock se mezclan con el blues pesado, el garage-rock o, en ocasiones, una especie de góspel paranoico, más cercano al vudú que a la celebración religiosa. El álbum The Devil Can’t Do You No Harm, recientemente publicado, recoge un particularísimo universo, más allá de la habitual tensión instrumental del grupo, amplificado con la voz de Mike Edison, quien formó parte de los Pleasure Fuckers y ahora está dedicado a ser cantante de blues, multiinstrumentista, artista spoken word y escritor. Edison suena poderoso en esta grabación, con influencias de artistas como Captain Beefheart o Scott H. Biram.

De esta forma, en The Devil Can’t Do You No Harm, esta alianza sonora destaca por hacer del gospel y el hillbilly el trampolín para ofrecer una pegada de mucho más blues, fuzz y distorsión. Como si The Black Keys tuviesen un viaje de mucho whisky sureño y tripi. Y para ello incluyen versiones de clásicos de las roots norteamericanas como ‘Oh Mary Don’t You Weep’, ‘Go Down Moses’ o ‘Joe Henry’. Incluso retuercen, como en una resaca de campeonato, la canción de amor de Bob Dylan ‘Make You Feel My Love’.

Nunca ha sido el sonido de Guadalupe Plata música sencilla. Más bien al contrario. Luchando contra tímpanos perezosos, pero, al menos, dispuestos a beber de las pantanosas aguas del blues más grasiento y musculoso. Ahora, en este nuevo disco, mantienen su identidad, pero recreándose en el aspecto más garagero desde la voz de Edison. No pierden tensión, ni nervio ni grito, nada que les ha hecho siempre (desde que se dieron a conocer en 2017) como una banda salvaje y de aceleración aplastante, rayando en los límites de la serie B y la chifladura underground.

Ritmo y fuego vivo para un grupo que ahora vuelve a demostrar que el blues-rock debe concebirse a estas alturas de la película como una máquina siempre en movimiento, intentando ajustarse a los tiempos. En estos tiempos de polarización y vértigo, donde todo se mueve a velocidad diabólica y se consume con gula, se agradece que lo frenético se ajuste a algo como Guadalupe Plata. Si la locura marca el día a día, o al menos eso parece, qué mejor que llevarla al prisma de este tren fuera de vías que representa esta banda.


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