El primer ministro designado del Líbano, Saad Hariri, ha renunciado este jueves al encargo de formar Gobierno tras ocho meses de intentos fallidos y después de que su última propuesta no fuera aceptada por el presidente del país, Michel Aoun, según ha anunciado en un discurso difundido en sus redes sociales. Su renuncia agudiza la profunda crisis política y el colapso económico que lastran desde hace cerca de un año al país árabe, que se precipita ahora hacia un futuro todavía más incierto.
Líbano lleva sin un Gobierno en plenas funciones desde que el último gabinete, liderado por el aún primer ministro interino Hassan Diab, dimitiera en agosto de 2020, tras la explosión que tuvo lugar en el puerto de Beirut que mató a más de 200 personas y causó daños por valor de miles de millones de dólares. El estancamiento político ha impedido que el país afronte la crisis económica y financiera que arrastra desde hace años y que se ha visto agravada por la pandemia. El Banco Mundial ha calificado la crisis que vive Líbano como una de las más profundas del mundo desde mediados del siglo XIX. En este contexto, la comunidad internacional ha condicionado su asistencia económica y material al país a la formación de un Ejecutivo y a la adopción de reformas económicas.
Más información
“Es evidente que no vamos a poder ponernos de acuerdo con el presidente. Durante la conversación le pregunté si necesitaba más tiempo para pensar sobre el equipo. Me dijo que no podríamos ponernos de acuerdo, así que presenté mi dimisión para constituir el Gobierno. Que Dios ayude al país”, ha dicho Hariri en su discurso de renuncia, durante el que ha asegurado que Aoun le solicitó cambios esenciales en la configuración del Ejecutivo.
Tras el anuncio de Hariri, grupos de manifestantes se han lanzado a las calles de Beirut, especialmente en las zonas de mayoría suní, donde han volcado contenedores de basura y han quemado neumáticos. El Ejército se ha desplegado en esas zonas, lanzando disparos al aire para dispersar a los manifestantes.
La reunión entre los dos veteranos políticos se ha producido después de que el miércoles Hariri, antiguo primer ministro libanés y la principal figura política suní del país, presentara a Aoun una nueva propuesta de Gobierno, que muchos ya alertaban de que sería su último intento para desbloquear la situación. Desde que recibió el encargo de formar un gabinete el pasado octubre, Hariri ha presentado varias propuestas al presidente Aoun, pero ambos líderes han sido incapaces de consensuar una lista. La propuesta final de Hariri, que aseguró que constaba de 24 ministros tecnócratas, llegó después de que en los últimos días se hubiera intensificado también la actividad diplomática para dar con una salida a la crisis que vive el país.
El sistema político confesional que rige en Líbano hace aún más difícil buscar una salida a la crisis, ya que el poder se reparte por cuotas, de modo que el presidente ha de ser cristiano; el primer ministro, un musulmán suní, y el presidente del Parlamento, un musulmán chií.
Aoun, cristiano maronita, ha achacado el fracaso en la formación de Gobierno a la intransigencia de Hariri, y al que ha acusado, en un mensaje de la oficina de información de la Presidencia, de no estar dispuesto a discutir ningún cambio sobre su propuesta. También ha asegurado que Hariri había tomado la decisión de renunciar de antemano, y que se había reunido con él solo para justificar su paso atrás.
Tras la renuncia de Hariri, Líbano deberá encontrar ahora a otro candidato suní al que encargar la tarea de formar Gobierno en virtud del sistema de reparto de poder sectario del país. En esta línea, la oficina de información de la Presidencia ha avanzado que Aoun fijará lo antes posible una fecha para retomar consultas parlamentarias con el fin de dar con un sustituto. El reloj y el calendario político, sin embargo, corren en su contra, ya que en menos de un año deberían celebrarse elecciones parlamentarias, una cita que algunos consideran que podría dificultar que alguien dé el paso.
Mientras tanto, el país sigue en caída libre, sufriendo hiperinflación, una grave escasez de combustible, medicamentos, alimentos y otros productos básicos, y cortes constantes de electricidad. Desde finales del 2019, su moneda ha perdido más del 95% del valor, y más de la mitad de su población vive por debajo del umbral de la pobreza. Frustrada ante la parálisis política en el país, la Unión Europea está preparando un régimen de sanciones contra algunos líderes libaneses.